Brasil la Banda Oriental
La Banda Oriental era parte de las Provincias Unidas de Río de La Plata. Y lo era por su historia, su tradición y su voluntad. Agredida e invadida por el Imperio brasileño con la complicidad de ciertos hombres de Buenos Aires, el imperio la mantuvo sojuzgada con el nombre de Cisplatina.
Con la invasión de los 33 orientales y la adhesión general, en 1825 los orientales declaran voluntariamente su reincorporación de la Banda Oriental a la Provincias Unidas del Río de la Plata. En el Art.1 de las “Leyes fundamentales”, (Florida, 25 de agosto de 1825) “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825…”
En su Art. 2, declara que “Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias.”
Estos hechos fueron desencadenantes de la guerra de Argentina contra Brasil, que terminó con el triunfo de las armas argentinas en la batalla de Ituzaingó.
Pese al triunfo contundente de las armas nacionales, Rivada envía a Manuel García a Río de Janeiro para negociar la paz a cualquier precio, como si Argentina hubiera sido derrotada. Entre otras cosas se reconoce la segregación de la Banda Oriental. El artículo 2° de la Convención firmada en Río de Janeiro con fecha 27 de agosto de 1828, expresa que “El Gobierno de la República de las Provincias Unidas concuerda en declarar por su parte la independencia de la Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, y en que se constituya en Estado libre e independiente, en la forma declarada en el artículo antecedente.”
La capitulación rivadaviana fue tan escandalosa que provocó la salida precipitada de Rivadavia.
Dorrego en el gobienro
Instalado Manuel Dorrego en el gobierno, no se resigna a aceptar la segregación de la Banda Oriental, pese a las presiones diplomáticas de Inglaterra y el boicot de los banqueros ingleses. El banco nacional tenía instrucciones de "no facilitarle crédito sino por pequeñas sumas para pagos mensuales" (instrucciones de Lord Ponsonby a los accionistas del banco, comerciantes ingleses).
Ponsonby informa a Dudley “es necesario que yo proceda sin un instante de demora y obligue a Dorrego, a despecho de si mismo, a obrar en abierta contradicción con sus compromisos secretos con los conspiradores y que consienta en hacer la paz con el emperador...La mayor diligencia es necesaria...no sea que esta república democrática en la cual por su verdadera esencia no puede existir cosa semejante al honor, suponga que puede ganar en la nefastas intrigas de Dorrego, medios de servir su avaricia y ambición”...(...)...”Mi propósito es conseguir los medios de impugnar a Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra”...”me parece que Dorrego será desposeído de su puesto y poder muy pronto; el partido opuesto a él espera noticias para proceder”
Ponsonby informa a Inglaterra que Dorrego “Está forzado a la paz por la negativa de la Junta a facilitarle recursos salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas” y pretende que se firme una paz sobre la base de la “independencia de la Banda Oriental”. Dorrego en cambio pretende que los uruguayos decidan su destino por propia voluntad:
- “¿Usted habla de una paz bajo la base de que los beligerantes desocupen la Banda Oriental y la dejen libre para elegir su destino, sea independencia o unión con alguno de los beligerantes?" – pregunta Ponsonby.
“Si” – contesta lacónicamente Dorrego.
Amotinamiento de Diciembre de 1828
Victoriosas en Brasil, las tropas nacionales regresan al país, y las intrigas unitarias las predisponen contra el gobierno legal de Manuel Dorrego. Juan Manuel de Rosas, comandante de milicias, le advierte claramente a Dorrego: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos; logia que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar en su pequeño circulo a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada la nación” (Julio Irazusta. Vida política de J.M. de Rosas a través de su correspondencia)
Las intrigas unitarias de Carril, Varela y otros hombres “de copete”, finalmente convencen a Lavalle, “la espada sin cabeza”, quien se alza en armas contra el gobierno legal, el 1° de diciembre de 1828.
La carta de Rosas
Sin renunciar, Dorrego se retira hacia Navarro buscando el apoyo de Rosas para resistir la revolución. Los hechos y acciones de Navarro son relatados desde el exilio por Juan Manuel de Rosas, en carta a Josefa Gómez el 22 de septiembre de 1869:
La Banda Oriental era parte de las Provincias Unidas de Río de La Plata. Y lo era por su historia, su tradición y su voluntad. Agredida e invadida por el Imperio brasileño con la complicidad de ciertos hombres de Buenos Aires, el imperio la mantuvo sojuzgada con el nombre de Cisplatina.
Con la invasión de los 33 orientales y la adhesión general, en 1825 los orientales declaran voluntariamente su reincorporación de la Banda Oriental a la Provincias Unidas del Río de la Plata. En el Art.1 de las “Leyes fundamentales”, (Florida, 25 de agosto de 1825) “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825…”
En su Art. 2, declara que “Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias.”
Estos hechos fueron desencadenantes de la guerra de Argentina contra Brasil, que terminó con el triunfo de las armas argentinas en la batalla de Ituzaingó.
Pese al triunfo contundente de las armas nacionales, Rivada envía a Manuel García a Río de Janeiro para negociar la paz a cualquier precio, como si Argentina hubiera sido derrotada. Entre otras cosas se reconoce la segregación de la Banda Oriental. El artículo 2° de la Convención firmada en Río de Janeiro con fecha 27 de agosto de 1828, expresa que “El Gobierno de la República de las Provincias Unidas concuerda en declarar por su parte la independencia de la Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, y en que se constituya en Estado libre e independiente, en la forma declarada en el artículo antecedente.”
La capitulación rivadaviana fue tan escandalosa que provocó la salida precipitada de Rivadavia.
Dorrego en el gobienro
Instalado Manuel Dorrego en el gobierno, no se resigna a aceptar la segregación de la Banda Oriental, pese a las presiones diplomáticas de Inglaterra y el boicot de los banqueros ingleses. El banco nacional tenía instrucciones de "no facilitarle crédito sino por pequeñas sumas para pagos mensuales" (instrucciones de Lord Ponsonby a los accionistas del banco, comerciantes ingleses).
Ponsonby informa a Dudley “es necesario que yo proceda sin un instante de demora y obligue a Dorrego, a despecho de si mismo, a obrar en abierta contradicción con sus compromisos secretos con los conspiradores y que consienta en hacer la paz con el emperador...La mayor diligencia es necesaria...no sea que esta república democrática en la cual por su verdadera esencia no puede existir cosa semejante al honor, suponga que puede ganar en la nefastas intrigas de Dorrego, medios de servir su avaricia y ambición”...(...)...”Mi propósito es conseguir los medios de impugnar a Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra”...”me parece que Dorrego será desposeído de su puesto y poder muy pronto; el partido opuesto a él espera noticias para proceder”
Ponsonby informa a Inglaterra que Dorrego “Está forzado a la paz por la negativa de la Junta a facilitarle recursos salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas” y pretende que se firme una paz sobre la base de la “independencia de la Banda Oriental”. Dorrego en cambio pretende que los uruguayos decidan su destino por propia voluntad:
- “¿Usted habla de una paz bajo la base de que los beligerantes desocupen la Banda Oriental y la dejen libre para elegir su destino, sea independencia o unión con alguno de los beligerantes?" – pregunta Ponsonby.
“Si” – contesta lacónicamente Dorrego.
Amotinamiento de Diciembre de 1828
Victoriosas en Brasil, las tropas nacionales regresan al país, y las intrigas unitarias las predisponen contra el gobierno legal de Manuel Dorrego. Juan Manuel de Rosas, comandante de milicias, le advierte claramente a Dorrego: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos; logia que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar en su pequeño circulo a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada la nación” (Julio Irazusta. Vida política de J.M. de Rosas a través de su correspondencia)
Las intrigas unitarias de Carril, Varela y otros hombres “de copete”, finalmente convencen a Lavalle, “la espada sin cabeza”, quien se alza en armas contra el gobierno legal, el 1° de diciembre de 1828.
La carta de Rosas
Sin renunciar, Dorrego se retira hacia Navarro buscando el apoyo de Rosas para resistir la revolución. Los hechos y acciones de Navarro son relatados desde el exilio por Juan Manuel de Rosas, en carta a Josefa Gómez el 22 de septiembre de 1869:
“No hubo tal batalla de Navarro. La tarde antes, supimos que las tropas de línea que habían llegado a la Ciudad, al mando del Señor General Lavalle, y que fueron amotinadas por los autores de la revolución, venían contra los paisanos que sin armas, y en el desorden que era consiguiente, se me habían, y seguían reuniendo.
Había llegado también S.E. el Señor gobernador Dorrego, Jefe Supremo del Estado, y puéstose a la cabeza de todos. Inmediatamente al ponerme con ésos grupos a sus órdenes, y pedirme opinión, le dije: Consideraba de absoluta necesidad para el completo triunfo, que en ese momento sin pérdida alguna de tiempo S.E. me ordenara dirigirme con los paisanos del Sud, al Sud, y con ellos y los indios, formar ya al siguiente día, un ejército que aumentaría más y más de día en día, tanto en número como en organización. Que S.E. tomaría también en el momento, los grupos del Norte y Centro, y se dirigiera también esa misma noche al Norte. Que esos grupos aumentarían también más y más, de día en día, tanto en número como en organización. Si el General enemigo seguía a S.E., yo le llamaría la atención por retaguardia, o iría sobre la Ciudad para obligarlo a volver sobre las fuerzas de mi mando. Si me seguía, S.E. le llamaría la atención por retaguardia para obligarlo a volver cerca de la Ciudad.
Ni S.E. ni yo debíamos admitir una batalla, en la seguridad de que a lo largo, las tropas de línea de que se componía puramente las tropas enemigas, quedarían reducidas a nada. Y que ya había empezado la deserción, como lo vería S.E. pues que acababan de llegar uno de los ordenanzas del Coronel Rauch con el mejor caballo de éste, y unos cuantos soldados que minutos antes había enviado yo a recibir órdenes de S.E.
S.E. el Señor Gobernador aprobó inmediatamente mis opiniones, y me dio sus órdenes de conformidad delante de dos Jefes de crédito y respeto. Pero me obligó a que lo acompañase esa noche hasta Navarro, para de allí irme al Sud, y él al Norte. Hube que obedecer. Esa marcha con solo grupos de hombres sin organización fue un desorden. No pude encontrar esa noche a S.E. cerca de Navarro para despedirme y decirle no debíamos parar, porque si el enemigo había trasnochado como nosotros, nos atacaría sin darnos tiempo para retirarnos en orden.
Al amanecer recibí aviso de avistarse gente que parecía enemiga, en dirección a Cañuelas. Para nada más tuve tiempo que para mandar decir a S.E. con varios chasques repetidos cada dos minutos, que el enemigo me parecía estar muy cerca, y que no perdiera tiempo en retirarse, pues que yo ya empezaría a hacer lo mismo así que no tuviera duda ser la fuerza enemiga la que se había indicado, y que personalmente iba yo en camino de reconocerla.
S.E. me mandó decir con enviados repetidos, sin interrupción, no me fuera, pues, que la fuerza la había ya formado para cargar al enemigo así que me acercara; que esto le aconsejaban los varios avisos seguros que esa noche había recibido, y las declaraciones de los diferentes pasados, también esa noche, todos acorde asegurando que las tropas enemigas iban a pasarse todas, así ser acercasen las nuestras.
Con profunda pena recibí esas repetidas órdenes. Ni tiempo tuve para formar y cargar de flanco con algunos Indios de lanza, que era lo único que había con armas.
El enemigo siguió, y los grupos mal formados por S.E., dispararon antes de ser cargados. Yo sabiendo que S.E. se había dirigido en fuga al Norte, ordené a los Indios y paisanos que tenía conmigo en el reconocimiento, se fueran al Sud del Salado, y que allí esperaran mis órdenes que les había de dirigir desde Santa Fe, por el desierto, frecuentemente.
No salí pues junto con S.E. el Señor Gobernador, ni me acerque a los Usares, cuerpo de línea que sirvió para su prisión. Fui directamente a Santa Fe, a donde pensaba se habría dirigido S.E. el Señor Gobernador, y en caso contrario por muerte o prisión, recibir órdenes de S.E. el Señor General López, Gobernador de esa Provincia, a quien no dudaba se nombraría por la Convención General en Jefe del Ejército que debiera operar contra el amotinado. Y así conociendo inmediatamente las resoluciones de la Convención, reglar, con suficiente luz, mis procederes ulteriores. Pero el Señor Gobernador fue preso y fusilado en Navarro (1)Quedé entonces obligado a usar la autoridad de que antes había sido investido, y me puse a las órdenes de S.E el Señor General López, General ya en Jefe, nombrado para operar contre el Ejército de línea amotinado.
Los paisanos e Indios amigos que yo había mandado al Sud del Salado a esperar mis órdenes, y que ya se habían aumentado y armado con lanzas de cuchillos y varas de durazno, recibieron mis órdenes (ya enunciadas) reiteradas y frecuentes, por el desierto, y fue por virtud de ellas que derrotaron las fuerzas de línea mandadas por el Coronel Rauch, escapando muy pocos, y muriendo también el valiente coronel, cuyo caballo fue boleado. Seguimos así de triunfo en triunfo, hasta la conclusión de la campaña.
Y agrega Rosas en su carta a Josefa Gómez:
"Eso que dice el Coronel Elías, respecto a chasque Comisario con dos vigilantes, con un oficio (carta) suplicatorio, para que al General Dorrego se le permitiera salir fuera del Pías, no es cierto. Lo que llevó ése Chasque distinguido, y urgentísimo, fue el borrador de la cartea, que el Señor General Lavalle dirigió al Gobierno delegado, dándole parte de haber él mismo General Lavalle, “fusilado la Coronel Dorrego por su órden”.
(1) En una incalificable actitud, Dorrego fue tomado prisionero por uno de sus ayudantes, Mariano Acha, y entregado a Lavalle, quien lo hace fusilar de inmediato en Navarrro, el 13 de diciembre de 1828.
Había llegado también S.E. el Señor gobernador Dorrego, Jefe Supremo del Estado, y puéstose a la cabeza de todos. Inmediatamente al ponerme con ésos grupos a sus órdenes, y pedirme opinión, le dije: Consideraba de absoluta necesidad para el completo triunfo, que en ese momento sin pérdida alguna de tiempo S.E. me ordenara dirigirme con los paisanos del Sud, al Sud, y con ellos y los indios, formar ya al siguiente día, un ejército que aumentaría más y más de día en día, tanto en número como en organización. Que S.E. tomaría también en el momento, los grupos del Norte y Centro, y se dirigiera también esa misma noche al Norte. Que esos grupos aumentarían también más y más, de día en día, tanto en número como en organización. Si el General enemigo seguía a S.E., yo le llamaría la atención por retaguardia, o iría sobre la Ciudad para obligarlo a volver sobre las fuerzas de mi mando. Si me seguía, S.E. le llamaría la atención por retaguardia para obligarlo a volver cerca de la Ciudad.
Ni S.E. ni yo debíamos admitir una batalla, en la seguridad de que a lo largo, las tropas de línea de que se componía puramente las tropas enemigas, quedarían reducidas a nada. Y que ya había empezado la deserción, como lo vería S.E. pues que acababan de llegar uno de los ordenanzas del Coronel Rauch con el mejor caballo de éste, y unos cuantos soldados que minutos antes había enviado yo a recibir órdenes de S.E.
S.E. el Señor Gobernador aprobó inmediatamente mis opiniones, y me dio sus órdenes de conformidad delante de dos Jefes de crédito y respeto. Pero me obligó a que lo acompañase esa noche hasta Navarro, para de allí irme al Sud, y él al Norte. Hube que obedecer. Esa marcha con solo grupos de hombres sin organización fue un desorden. No pude encontrar esa noche a S.E. cerca de Navarro para despedirme y decirle no debíamos parar, porque si el enemigo había trasnochado como nosotros, nos atacaría sin darnos tiempo para retirarnos en orden.
Al amanecer recibí aviso de avistarse gente que parecía enemiga, en dirección a Cañuelas. Para nada más tuve tiempo que para mandar decir a S.E. con varios chasques repetidos cada dos minutos, que el enemigo me parecía estar muy cerca, y que no perdiera tiempo en retirarse, pues que yo ya empezaría a hacer lo mismo así que no tuviera duda ser la fuerza enemiga la que se había indicado, y que personalmente iba yo en camino de reconocerla.
S.E. me mandó decir con enviados repetidos, sin interrupción, no me fuera, pues, que la fuerza la había ya formado para cargar al enemigo así que me acercara; que esto le aconsejaban los varios avisos seguros que esa noche había recibido, y las declaraciones de los diferentes pasados, también esa noche, todos acorde asegurando que las tropas enemigas iban a pasarse todas, así ser acercasen las nuestras.
Con profunda pena recibí esas repetidas órdenes. Ni tiempo tuve para formar y cargar de flanco con algunos Indios de lanza, que era lo único que había con armas.
El enemigo siguió, y los grupos mal formados por S.E., dispararon antes de ser cargados. Yo sabiendo que S.E. se había dirigido en fuga al Norte, ordené a los Indios y paisanos que tenía conmigo en el reconocimiento, se fueran al Sud del Salado, y que allí esperaran mis órdenes que les había de dirigir desde Santa Fe, por el desierto, frecuentemente.
No salí pues junto con S.E. el Señor Gobernador, ni me acerque a los Usares, cuerpo de línea que sirvió para su prisión. Fui directamente a Santa Fe, a donde pensaba se habría dirigido S.E. el Señor Gobernador, y en caso contrario por muerte o prisión, recibir órdenes de S.E. el Señor General López, Gobernador de esa Provincia, a quien no dudaba se nombraría por la Convención General en Jefe del Ejército que debiera operar contra el amotinado. Y así conociendo inmediatamente las resoluciones de la Convención, reglar, con suficiente luz, mis procederes ulteriores. Pero el Señor Gobernador fue preso y fusilado en Navarro (1)Quedé entonces obligado a usar la autoridad de que antes había sido investido, y me puse a las órdenes de S.E el Señor General López, General ya en Jefe, nombrado para operar contre el Ejército de línea amotinado.
Los paisanos e Indios amigos que yo había mandado al Sud del Salado a esperar mis órdenes, y que ya se habían aumentado y armado con lanzas de cuchillos y varas de durazno, recibieron mis órdenes (ya enunciadas) reiteradas y frecuentes, por el desierto, y fue por virtud de ellas que derrotaron las fuerzas de línea mandadas por el Coronel Rauch, escapando muy pocos, y muriendo también el valiente coronel, cuyo caballo fue boleado. Seguimos así de triunfo en triunfo, hasta la conclusión de la campaña.
Y agrega Rosas en su carta a Josefa Gómez:
"Eso que dice el Coronel Elías, respecto a chasque Comisario con dos vigilantes, con un oficio (carta) suplicatorio, para que al General Dorrego se le permitiera salir fuera del Pías, no es cierto. Lo que llevó ése Chasque distinguido, y urgentísimo, fue el borrador de la cartea, que el Señor General Lavalle dirigió al Gobierno delegado, dándole parte de haber él mismo General Lavalle, “fusilado la Coronel Dorrego por su órden”.
(1) En una incalificable actitud, Dorrego fue tomado prisionero por uno de sus ayudantes, Mariano Acha, y entregado a Lavalle, quien lo hace fusilar de inmediato en Navarrro, el 13 de diciembre de 1828.
Fuentes:
- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia
- Raed José. Rosas. Cartas confidenciales a su embajadora Josefa Gómez
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas. Sombras y Verdades
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia
- Raed José. Rosas. Cartas confidenciales a su embajadora Josefa Gómez
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas. Sombras y Verdades
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
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