Marcelo Zlotogwiazda dedicó su habitual columna de la revista Veintitrés al tema excluyendo de la semana: el de los fondos buitre.
El periodista especializado en temas económicos señaló que nuestro país está feente a un dilema: “Está convencido de que el fallo en su contra por parte de la Justicia estadounidense es equivocado, y tiene que decidir entre alternativas que, todas ellas, implican costos considerables”.
El periodista criticó a algunos argentinos que “no pueden disimular el regocijo por la mala noticia”. “Espejados en el maniqueísmo que el kirchnerismo supo alimentar, gozan más de la desgracia del Gobierno que lo que les puede preocupar las consecuencias para el país”, indicó.
A raíz de esta actitud, el periodista recordó el caso de Albert
Szent-Györgyi, un científico húngaro que en 1937 recibió el Premio Nobel
de Medicina. “Le recomendaron que destinara el dinero ganado a comprar
acciones de empresas que se valorizarían si empeoraba el clima bélico
que ya se vivía. La inversión resultó muy redituable, pero él se
horrorizó al descubrirse que leía el diario con expectativa de que
estallara la guerra. Decidió vender las acciones y en su autobiografía
escribió ‘perdí dinero, pero salvé mi alma’".
Tal vez algo similar sucede con los buitres: “la perversidad que a él le generaba la avaricia, en otros la provoca el rencor o el fanatismo”.
Zloto en su columna además desarrolla los argumentos de porqué el fallo es injusto.
El llamado “dilema del prisionero” es un muy conocido
problema de lógica que se estudia en teoría de los juegos, que es una
teoría sobre la toma de decisiones. El planteo clásico es el siguiente:
- Dos ladrones son detenidos y encarcelados en celdas separadas, y el fiscal les ofrece a ambos incentivos para delatar al otro.
- Si uno delata y el otro no, el que delata recibe una condena de un año de prisión y el delatado una condena de 10 años.
- Si los dos delatan, ambos reciben una condena de seis años.
- Si ninguno delata, ambos reciben una condena de dos años.
La teoría enseña dos cosas: 1) que la mejor decisión que pueden tomar por separado es delatar al otro, con lo cual ambos terminan seis años encarcelados; 2) pero que la mejor solución para el conjunto sería guardar silencio. En otras palabras, que el comportamiento cooperativo les hubiera dado un mejor resultado que el razonamiento egoísta.
Lo anterior es nada más que una excusa para plantear el “dilema del inocente”. ¿Qué hace una persona injustamente condenada a prisión frente a la posibilidad de escapar antes de ser encarcelado: se somete a la ley o aprovecha la oportunidad y huye? No hace falta explicar que cualquiera de las alternativas tiene altísimo costo.
El gobierno argentino está frente a un dilema similar. Está convencido de que el fallo en su contra por parte de la Justicia estadounidense es equivocado, y tiene que decidir entre alternativas que, todas ellas, implican costos considerables.
No sólo el Gobierno considera que el veredicto a favor de los fondos buitre es injusto. Casi todo el arco de la dirigencia política opositora y la inmensa mayoría de los economistas opinan lo mismo. Tan evidente injusticia, y la gravedad del asunto, hicieron posible que, en un país que no se caracteriza por el consenso y la concordia interpartidaria, se armara una delegación parlamentaria conformada por oficialistas y opositores que fue a hacer lobby a los Estados Unidos.
A lo que se agrega los documentos y las manifestaciones de apoyo a la posición argentina que países como Brasil, México, Francia y Estados Unidos presentaron ante los jueces intervinientes, la declaración unánime de respaldo que el fin de semana pasado firmaron en Bolivia los 133 representantes de los países que integran el G77 más China, e incluso la opinión del Fondo Monetario Internacional favorable a la Argentina.
Hay tres motivos centrales que tornan injusta la sentencia de Thomas Griesa, que fue ratificada en segunda instancia y avalada por omisión por la Corte Suprema:
- Ordena pagar a los fondos buitre el valor total de sus títulos, que es mucho más que lo que cobra el 93 por ciento de los acreedores que aceptaron alguno de los dos canjes de deuda que ofreció el Estado argentino. Contra el argumento de que ser minoría no implica falta de derecho, se impone el criterio de las leyes de concursos y quiebras, donde el acuerdo con una determinada mayoría se le aplica a la totalidad de los acreedores.
- Omite que el fallo tiene consecuencias que lo hacen de muy difícil cumplimiento, ya que gatilla otra serie de reclamos del resto de los acreedores por montos impagables.
- Coloca en situación preferencial a sujetos que hacen de la especulación y el litigio su razón de ser, frente a simples acreedores y a una nación.
Hay dos formas de entender la sinrazón. Una es atribuirla a una conspiración para beneficiar a quienes ganaron y/o castigar a la Argentina. Otra es la explicación que un legislador estadounidense le dio a la delegación parlamentaria argentina: dijo que aun cuando el interés político de los Estados Unidos no se compadece con el resultado del caso, en los jueces priman valores tales como el respeto a los contratos y a la propiedad privada, que hacen a la idiosincrasia estadounidense.
Enfrentado al dilema del inocente, el Gobierno no se inclinó por ninguno de los extremos. No aceptó mansa y resignadamente la condena, ni desacató la ley. Empujando un resquicio que dejó abierto Griesa con una reciente declaración, va a ingresar, desde la débil situación del sentenciado, a un proceso de negociación con el claro objetivo de mejorar de alguna manera las condiciones de pago.
Cualquiera sea el resultado, el daño para el país es considerable. Además del costo concreto de lo que recibirán los fondos buitre, el fallo obstruye la estrategia que venía desarrollando el Gobierno para normalizar las relaciones económicas internacionales y destrabar el ingreso de divisas a través de inversiones de capital y endeudamiento público y privado. El apuro para levantar esa barrera es otro factor que debilita la posición negociadora de la Argentina.
Mientras todo eso sucede, hay algunos argentinos que no pueden disimular el regocijo por la mala noticia. Espejados en el maniqueísmo que el kirchnerismo supo alimentar, gozan más de la desgracia del Gobierno que lo que les puede preocupar las consecuencias para el país.
Hacen recordar lo que le sucedió a Albert Szent-Györgyi, un científico húngaro que en 1937 recibió el Premio Nobel de Medicina. Le recomendaron que destinara el dinero ganado a comprar acciones de empresas que se valorizarían si empeoraba el clima bélico que ya se vivía. La inversión resultó muy redituable, pero él se horrorizó al descubrirse que leía el diario con expectativa de que estallara la guerra. Decidió vender las acciones y en su autobiografía escribió “perdí dinero, pero salvé mi alma”.
La perversidad que a él le generaba la avaricia, en otros la provoca el rencor o el fanatismo
El periodista especializado en temas económicos señaló que nuestro país está feente a un dilema: “Está convencido de que el fallo en su contra por parte de la Justicia estadounidense es equivocado, y tiene que decidir entre alternativas que, todas ellas, implican costos considerables”.
El periodista criticó a algunos argentinos que “no pueden disimular el regocijo por la mala noticia”. “Espejados en el maniqueísmo que el kirchnerismo supo alimentar, gozan más de la desgracia del Gobierno que lo que les puede preocupar las consecuencias para el país”, indicó.
El periodista criticó a algunos argentinos que “no pueden disimular el regocijo por la mala noticia”
Tal vez algo similar sucede con los buitres: “la perversidad que a él le generaba la avaricia, en otros la provoca el rencor o el fanatismo”.
Zloto en su columna además desarrolla los argumentos de porqué el fallo es injusto.
Jueves 19 de Junio de 2014
Opinión
Por marcelo zlotogwiazda
El dilema del inocente
- Dos ladrones son detenidos y encarcelados en celdas separadas, y el fiscal les ofrece a ambos incentivos para delatar al otro.
- Si uno delata y el otro no, el que delata recibe una condena de un año de prisión y el delatado una condena de 10 años.
- Si los dos delatan, ambos reciben una condena de seis años.
- Si ninguno delata, ambos reciben una condena de dos años.
La teoría enseña dos cosas: 1) que la mejor decisión que pueden tomar por separado es delatar al otro, con lo cual ambos terminan seis años encarcelados; 2) pero que la mejor solución para el conjunto sería guardar silencio. En otras palabras, que el comportamiento cooperativo les hubiera dado un mejor resultado que el razonamiento egoísta.
Lo anterior es nada más que una excusa para plantear el “dilema del inocente”. ¿Qué hace una persona injustamente condenada a prisión frente a la posibilidad de escapar antes de ser encarcelado: se somete a la ley o aprovecha la oportunidad y huye? No hace falta explicar que cualquiera de las alternativas tiene altísimo costo.
El gobierno argentino está frente a un dilema similar. Está convencido de que el fallo en su contra por parte de la Justicia estadounidense es equivocado, y tiene que decidir entre alternativas que, todas ellas, implican costos considerables.
No sólo el Gobierno considera que el veredicto a favor de los fondos buitre es injusto. Casi todo el arco de la dirigencia política opositora y la inmensa mayoría de los economistas opinan lo mismo. Tan evidente injusticia, y la gravedad del asunto, hicieron posible que, en un país que no se caracteriza por el consenso y la concordia interpartidaria, se armara una delegación parlamentaria conformada por oficialistas y opositores que fue a hacer lobby a los Estados Unidos.
A lo que se agrega los documentos y las manifestaciones de apoyo a la posición argentina que países como Brasil, México, Francia y Estados Unidos presentaron ante los jueces intervinientes, la declaración unánime de respaldo que el fin de semana pasado firmaron en Bolivia los 133 representantes de los países que integran el G77 más China, e incluso la opinión del Fondo Monetario Internacional favorable a la Argentina.
Hay tres motivos centrales que tornan injusta la sentencia de Thomas Griesa, que fue ratificada en segunda instancia y avalada por omisión por la Corte Suprema:
- Ordena pagar a los fondos buitre el valor total de sus títulos, que es mucho más que lo que cobra el 93 por ciento de los acreedores que aceptaron alguno de los dos canjes de deuda que ofreció el Estado argentino. Contra el argumento de que ser minoría no implica falta de derecho, se impone el criterio de las leyes de concursos y quiebras, donde el acuerdo con una determinada mayoría se le aplica a la totalidad de los acreedores.
- Omite que el fallo tiene consecuencias que lo hacen de muy difícil cumplimiento, ya que gatilla otra serie de reclamos del resto de los acreedores por montos impagables.
- Coloca en situación preferencial a sujetos que hacen de la especulación y el litigio su razón de ser, frente a simples acreedores y a una nación.
Hay dos formas de entender la sinrazón. Una es atribuirla a una conspiración para beneficiar a quienes ganaron y/o castigar a la Argentina. Otra es la explicación que un legislador estadounidense le dio a la delegación parlamentaria argentina: dijo que aun cuando el interés político de los Estados Unidos no se compadece con el resultado del caso, en los jueces priman valores tales como el respeto a los contratos y a la propiedad privada, que hacen a la idiosincrasia estadounidense.
Enfrentado al dilema del inocente, el Gobierno no se inclinó por ninguno de los extremos. No aceptó mansa y resignadamente la condena, ni desacató la ley. Empujando un resquicio que dejó abierto Griesa con una reciente declaración, va a ingresar, desde la débil situación del sentenciado, a un proceso de negociación con el claro objetivo de mejorar de alguna manera las condiciones de pago.
Cualquiera sea el resultado, el daño para el país es considerable. Además del costo concreto de lo que recibirán los fondos buitre, el fallo obstruye la estrategia que venía desarrollando el Gobierno para normalizar las relaciones económicas internacionales y destrabar el ingreso de divisas a través de inversiones de capital y endeudamiento público y privado. El apuro para levantar esa barrera es otro factor que debilita la posición negociadora de la Argentina.
Mientras todo eso sucede, hay algunos argentinos que no pueden disimular el regocijo por la mala noticia. Espejados en el maniqueísmo que el kirchnerismo supo alimentar, gozan más de la desgracia del Gobierno que lo que les puede preocupar las consecuencias para el país.
Hacen recordar lo que le sucedió a Albert Szent-Györgyi, un científico húngaro que en 1937 recibió el Premio Nobel de Medicina. Le recomendaron que destinara el dinero ganado a comprar acciones de empresas que se valorizarían si empeoraba el clima bélico que ya se vivía. La inversión resultó muy redituable, pero él se horrorizó al descubrirse que leía el diario con expectativa de que estallara la guerra. Decidió vender las acciones y en su autobiografía escribió “perdí dinero, pero salvé mi alma”.
La perversidad que a él le generaba la avaricia, en otros la provoca el rencor o el fanatismo
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