Tras el acuerdo con el Club de París el oficialismo logró que las reservas, su costado más débil, deje de ser un problema acuciante.
El nuevo escenario político abandonó el terreno de las hipótesis. Tras el acuerdo con el Club de París el oficialismo logró que su costado más débil, las reservas del Banco Central, deje de ser un problema acuciante. El escenario de enero ya no es una amenaza inmediata, el tembladeral comienza a quedar atrás. Y 9700 millones de dólares, monto final reconocido como deuda, le resulta políticamente tolerable al gobierno K. Salvo la izquierda dura, todos los demás protagonistas políticos aceptan de mejor o peor grado esta solución financiera. Ni siquiera el pesimismo profesional de Jorge Capitanich pudo impedir que la tapa de los grandes diarios de la prensa comercial, esos que habitualmente subrayan toda contrariedad K, miren con beneplácito la medida.
Axel Kicillof negoció a partir de no comprometer reservas del Banco Central en el corto y mediano plazo. Por eso el pago de este año ascenderá a 650 millones de dólares, con una tasa de interés del 4,5% anual sobre saldos, y el que corresponde al año electoral no superará los 500. Conviene recordar que el vencimiento de los Boden 2015 será en octubre y asciende a la friolera de 5800 millones de dólares. Y si bien el equipo económico espera que un nuevo título capture el interés de los inversionistas, no hay modo de saber en qué medida las reservas del Central serán afectadas por ese vencimiento. Abaratar el costo de acceso al crédito internacional y tonificar el nivel de reservas suelen marchar juntos. Cómo incrementarlas sigue siendo prioridad, el acuerdo en la circunstancia le sirve. Ese es el primer dato político relevante.
Las encuestas miden el efecto inmediato de la política ejecutada por el ministro de Economía. Siete de cada diez argentinos evalúan positivamente el acuerdo. Cuando se pregunta sobre su impacto en la imagen argentina en el exterior, un 42% contesta positivo. Esa mirada es bastante pareja, incluye hombres y mujeres de altos y bajos recursos, con fuerte respaldo en la clase media entre 35 y 50 años. Ya no es sólo el núcleo duro del oficialismo, que ronda el 30% de la población, el que acompaña sino una periferia que vuelve a sumarse. Ese es el segundo dato.
Daniel Scioli se consolida como candidato justicialista, pese al desagrado de Carta Abierta, el Partido Comunista y la propia Cristina. El gobernador bonaerense supera el 25% de intención de voto según una encuesta realizada por Aresco y publicada por Página/12 en su edición del 1 de junio. Si Scioli fuera candidato en los comicios de 2015 hoy sería votado por el 25,3% de los consultados, aventajando en algo más de cuatro puntos a Sergio Massa, quien ingresaría a la segunda vuelta con un 21,2 por ciento. En ese escenario Mauricio Macri, con 18,7% del total, quedaría en un tercer lugar, a sólo dos puntos y medio del ex intendente de Tigre; y con 17 el radical Cobos se sumaría al pelotón en cuarto lugar. Jorge Altamira, por su parte, totalizaría seis puntos porcentuales, lo que supone un nuevo piso para su ascendente frente electoral. Entonces, a 18 meses de las presidenciales el Frente para la Victoria llegaría con ventaja al ballottage con el Frente Renovador. La pregunta del millón, cómo votarían en segunda vuelta los mismos electores, queda sin despejar. Al menos la encuesta ejecutada por Julio Aurelio, con casi 2000 entrevistados, no admite esa lectura. Ese es el tercer dato.
Siempre es posible cuestionar el fundamento de una encuesta. Nadie paga encuestadores para que lo dejen en un lugar desairado. Ahora bien, cuando se observa el comportamiento discursivo de Sergio Massa queda en claro que la data de Aurelio tiene cierta validez. ¿El motivo? Mantenerse cerca del electorado que votó K; electorado que puede o no volver a votar al oficialismo y que Massa sigue de cerca. El ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner adelantó en un reportaje a El Tribuno de Salta que en caso de ganar las elecciones mantendría la "Asignación Universal y la inclusión jubilatoria" –"son logros de este tiempo"–. Massa no se comporta discursivamente como un liberal adocenado, no descalifica la injerencia del Estado. Por eso dice: "Son parte de las cosas que tienen que ver con cambiar el paradigma de la política argentina. Hay que combatir esta idea de que porque lo hizo otro está mal. Yo lo que digo es que lo haya hecho, quien lo haya hecho, hay que fortalecerlo." Dijo más, consideró que "la Asignación Universal en vez de estar por decreto tiene que estar por ley y para siempre". Y añadió: "tiene que tener un sistema de actualización cada seis meses".
Al defender la estatización de las AFJP, el líder del Frente Renovador cruzó la cancha del jefe de gobierno porteño con idéntica orientación. "La inclusión jubilatoria tiene que tener un mecanismo permanente para que muchas amas de casa y trabajadores en negro tengan un puente al sistema de seguridad social de carácter permanente y no volver al sistema de AFJP como por ahí plantean otros sectores de la política. Ese es el caso de los que gobiernan la Ciudad de Buenos Aires que por ahí plantean la defensa de las AFJP." Este es el cuarto dato.
Entre 2005 y 2013 el déficit comercial argentino, manufacturas de origen industrial con 15 de los 19 miembros del Club de París, trepó hasta los 104.485 millones de dólares. En primer lugar Estados Unidos, con 35.575 millones de dólares de déficit, seguido por Alemania con 19.918 millones, Francia 10.920 millones, Japón 9792, Italia 8145, Reino Unido 3118, Rusia 2454, Suecia 2437, España 2244, Bélgica 1762, Austria 1492, Finlandia 1375, Irlanda 1037, Dinamarca 926 y Noruega 290. Sólo con cuatro países del grupo, Argentina tuvo superávit comercial en manufacturas de origen industrial: Canadá, con 5072 millones de dólares, Suiza con 1850 millones, Países Bajos 1135 y Australia 216. Una mirada más compleja permite ver con mayor detalle la relación bilateral. Con Japón, por ejemplo, Argentina acumuló un déficit comercial de 4457 millones de dólares entre 2005 y 2013. Son las exportaciones tradicionales las que reducen la brecha. El rojo se duplica en el intercambio de productos industriales, que son los de mayor valor agregado y los que generan puestos de trabajo de cierta calidad. Entonces alcanza los 9792 millones de dólares. Ese es el quinto dato.
Una mirada de trazo más fino permite establecer un cierto patrón de comportamiento. La posibilidad de una actividad industrial que aporte en la cadena de valor, tanto en puestos de trabajo como en productos industriales terminados, supone casi automáticamente un incremento muy importante del consumo de bienes industriales intermedios, bienes que no se fabrican en Argentina. Y es precisamente su adquisición la que golpea el resultado de la balanza comercial. Dicho sin anestesia: cuanto mayor es la producción industrial de este modelo, mayor incidencia tiene el déficit comercial del sector en la balanza comercial. Esto no es novedad, se trata de un cuello de botella histórico de la economía nacional. Por eso, la viabilidad sistémica termina dependiendo de los precios internacionales de los commodities. De la renta agraria, en particular la cotización de la tonelada de soja, de lograr el autoabastecimiento de energía, reduciendo importaciones, y de incrementar la renta petrolera hasta volverla un ingreso determinante, de estos logros depende a mediano plazo la posibilidad de preservar la lógica política existente. Ese es el sexto dato.
Por eso sostengo, el gobierno recuperó la iniciativa política. Un gobierno que deja de estar azotado por una crisis que no maneja, puede recuperar el uso del tiempo como factor político y volver a marcar la cancha con sus colores. Cristina reconquista el rol de gran elector, la interna oficialista vuelve a tener regulación, el libro de pases deja de funcionar por la libre. Esto no supone que el kirchnerismo alcance la vida eterna, en política tal cosa no existe, pero muestra que la brida presidencial actúa sobre el indómito potro de la historia. Y que las expectativas opositoras clásicas no logran salir del horizonte de la interna peronista. Y más allá de lo que Massa proclame, ese sigue siendo el terreno en que las achuras del poder se siguen repartiendo.
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