Las estrategias políticas de la oposición son, al menos, sorprendentes. Demandantes del diálogo, del consenso, del "queremos preguntar" y, fundamentalmente, del cumplimiento con la Constitución Nacional, en el día de ayer dieron otra muestra del vacío de sus consignas.
En la segunda presentación del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en la Cámara de Diputados, de acuerdo a lo establecido en el artículo 101 de la Constitución, la mayoría de los bloques opositores decidieron no ingresar al recinto aduciendo, a través de un documento, que no estaban de acuerdo con el mecanismo de la presentación del informe, y "la forma de sesionar elegida por el FPV". Los mecanismos de presentación del jefe de Gabinete en el Congreso surgen del texto de la Constitución de 1994, guste o no guste. No es una arbitrariedad del oficialismo.
Vale recordar, para quien lo haya olvidado, que la comparecencia ante los representantes del Congreso por parte de los anteriores jefes de Gabinete fue una de las demandas habituales sobre las que martillaba la oposición. Lo mismo sucedió con las conferencias de prensa tan reclamadas en el pasado. La presencia de no más de tres o cuatro periodistas en las conferencias de prensa que diariamente realiza Capitanich desnuda, nuevamente, la falacia opositora.
El recurso esgrimido para pegar el faltazo (ignorado en la cobertura mediática de los defensores del republicanismo) es, una vez más, una muestra de la escasa densidad política del arco opositor, y de las fenomenales contradicciones en las que incurren a diario. Esquivarle a la oportunidad de debatir y de interpelar a un jefe de Gabinete resulta, en cualquier caso, inadmisible. Más aún cuando desde la semana pasada, luego que se anunciara el acuerdo con el Club de París, varios de los representantes del FAUNEN, entre ellos Fernando Solanas, criticaban el acuerdo por no haber pasado por el Congreso. La respuesta que, de todos modos, dio Capitanich al argumento de Solanas, planteado en el recinto por el diputado Claudio Lozano (alejado del Proyecto Sur de Solanas), fue que la ley de Presupuesto, en sus artículos 56 y 57, habilita al gobierno a renegociar los servicios de la deuda pública, entre los que se encontraba la deuda con el Club de París. También hubiera sido una buena oportunidad para que el resto de los diputados que criticaron el acuerdo, asistiendo ahí sí a todos los programas de televisión que recorrieron en los últimos días, realizaran sus impugnaciones, críticas y denuncias.
Entre ellos, el diputado por el FAUNEN, Alfonso Prat Gay, quien adujo que el gobierno no tendría que haber negociado con el Club de París este año, ya que, siguiendo la lógica impuesta por el Grupo Clarín y el diario La Nación a través de cálculos desaforados e irresponsables acerca de la herencia que dejará el kirchnerismo (uno de los últimos argumentos estrenados), la deuda a saldar que le quedaría para el gobierno que asuma en el 2015 será insoportable. Así planteado surgen dos premisas severamente falaces y mal intencionadas. La primera es que la deuda con el Club de París, generada por los gobiernos anteriores (no kirchneristas), igual hubiera caído sobre el gobierno próximo, tal como se viene heredando desde el año 1956 hasta el año 2001. Lo que es más difícil de sostener es que de no haber logrado un acuerdo con el Club de París hubiera significado dejar al próximo gobierno en default. Lo más incongruente de las críticas parte, justamente, de quienes vienen denunciando que la Argentina se encuentra fuera del mundo y que no recibe inversiones extranjeras porque no honraba sus compromisos internacionales. Estos mismos sectores, que causaron el default, y que gobernaron durante décadas en base al endeudamiento externo para paliar los desaguisados de los que siguen sin hacerse cargo, repentinamente son los que prefieren recibir un gobierno (en caso de que triunfen) en default.
El próximo 12 de junio, la Corte Suprema de Estados Unidos decidirá si aceptará revisar los fallos adversos al país dictados por el juez de Nueva York, Thomas Griesa, a favor de los fondos buitre. Los apoyos en todo el mundo en favor de la posición Argentina son notorios y cada vez más amplios. Si la Argentina resuelve el persistente escollo de los tenedores de los fondos buitre habrá dado el último paso para salir del default y la presidenta entregará el gobierno a quien recibirá el país con la menor cantidad de deuda en moneda extranjera de los últimos 40 años, dejando atrás el pasado ignominioso en materia de endeudamiento que padeció y condicionó el desarrollo de la Argentina durante décadas. Encaminarse a poner fin al default sólo puede ser resistido por quienes en el pasado recurrieron al endeudamiento externo (y a su renegociación eterna) como el mecanismo que les permitía aplicar las políticas de ajuste amparados en las imposiciones de los organismos acreedores.
Los diputados de las fuerzas opositoras electos en octubre de 2013, que pretenden llegar a la presidencia a partir del 10 de diciembre de 2015, basaron sus campañas electorales en fortalecer el papel del Congreso, prometiendo la presentación de nuevos proyectos de ley y un mayor control parlamentario al oficialismo. A seis meses de haber asumido sus bancas no han dejado rastro de sus promesas ni de proyecto alguno. En el caso de Sergio Massa, ganador indiscutido de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, su banca fue transferida a los estudios de televisión del Grupo Vila-Manzano, donde dispone de asistencia perfecta. En el ínterin, realizó una extemporánea y anti constitucional campaña efectista contra un proyecto de reforma del Código Penal. En cuanto al resto de los diputados triunfantes, aun para cualquier avezado y habitual lector de noticias, es difícil destacar cuáles fueron los proyectos presentados en el Congreso hasta la fecha. Sí es más fácil recordar la última denuncia penal de Elisa Carrrió, sus ridículas fotos en la cama con la republiquita, las piruetas del FAUNEN con Mauricio Macri, o la última entrevista de Alejandro Fantino a Sergio Massa.
Poco, demasiado poco para pretender llegar tan lejos.
Infonews
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