El lunes 5 de octubre Beatriz Sarlo escribió un artículo de opinión en el diario La Nación, titulado "Piquetes buenos, piquetes malos". Allí la otrora intelectual orgánica al maoísmo argentino, hoy columnista de las principales empresas mediáticas del país, realiza una intervención para el asombro. Su intención es ligar el actual conflicto en Kraft con las luchas desplegadas por el sindicato de los mecánicos cordobeses a comienzos de los años setenta, para así esbozar dos hipótesis críticas: por un lado cuestionar el discurso macartista de la dirigencia de la CGT y por el otro denunciar al setentismo kirchnerista, porque sus invocaciones al pasado se refieren únicamente a la "gloriosa JP".
Lo llamativo es que Sarlo reproduce cada una de las operaciones que cuestiona, confirmando así una manera de referirse a la historia que nos incomoda muchísimo, por cómo mutila y empobrece procesos que fueron complejos y permanecen abiertos a múltiples interpretaciones. A este historicismo voraz le interesa hallar apoyaturas prestigiosas para argumentaciones políticas, que no hacen sino realimentar los estereotipos más tradicionales. El siguiente relato intenta aportar una versión apenas más matizada sobre aquellos acontecimientos, pero que tal vez alcance para desarmar algunas nociones especialmente pueriles.
Por ejemplo, la autora no menciona que entre el clasismo y las expresiones del peronismo revolucionario hubo mucha más colaboración que desconfianzas. Que tales organizaciones de base se distinguían menos por la ideología que por su fuerte contenido democrático, lo que suponía un pluralismo capaz de rechazar todas las orientaciones lineales, sean del color que fueran. Tampoco da cuenta, en su afán condenatorio de las organizaciones revolucionarias que eligieron la vía armada (a las que tilda sin empacho de terroristas), que si algo resulta aún hoy llamativo en las decisiones políticas de René Salamanca, no fue precisamente su radicalismo guerrillero sino el tardío apoyo que brindó nada menos que a Isabel Perón.
Codobazo 40 años, informe deTrama, Memoria del presente,mayo 2009 |
Pero ninguna de estas precisiones tiene sentido, en verdad, si aparecen desligadas de lo que sigue siendo una pregunta pendiente y muy actual para nosotros: ¿en qué puede consistir una política obrera que ya no tenga como horizonte (aún si los reconoce entre sus antecedentes) ni al peronismo ni al socialismo? Claro que para formular este tipo de interrogantes hay que preocuparse por escuchar lo que las nuevas luchas tienen para decir y no regodearse tanto en lo que cada quién hizo hace treinta años, sobre todo cuando esas reminiscencias tienen como objetivo la autopromoción y el vedettismo.
Los orígenes del clasismo
En los años setenta, René Salamanca condujo los destinos del sindicato más poderoso de Córdoba y junto a Agustín Tosco y Atilio López conformaron un polo alternativo al sindicalismo vertical representado por la ortodoxia peronista.
Eran tiempos de gran efervescencia política. Había muchas tendencias, tales como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); el Partido Comunista Revolucionario (PCR); Vanguardia comunista (VC); el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y la izquierda peronista con sus distintas vertientes, cuyas raíces se remontaban a la Resistencia, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y también Montoneros.
La clase obrera pasa a ser un territorio de disputa para la mayoría de las organizaciones que en su horizonte avizoran un proyecto socialista revolucionario. En este contexto, el PCR, al que luego se afiliaría Salamanca, en el primer congreso nacional realizado en diciembre de 1969, caracteriza al Cordobazo como el punto de inflexión de la lucha de clases en la Argentina. El PCR y otras organizaciones proyectan la creación de células revolucionarias en las fábricas y la formación de una "corriente sindical clasista". Para ello destina a militantes que trabajen en las fábricas o bien para que distribuyan literatura partidaria.
Los orígenes del clasismo
En los años setenta, René Salamanca condujo los destinos del sindicato más poderoso de Córdoba y junto a Agustín Tosco y Atilio López conformaron un polo alternativo al sindicalismo vertical representado por la ortodoxia peronista.
Eran tiempos de gran efervescencia política. Había muchas tendencias, tales como las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); el Partido Comunista Revolucionario (PCR); Vanguardia comunista (VC); el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y la izquierda peronista con sus distintas vertientes, cuyas raíces se remontaban a la Resistencia, como las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y también Montoneros.
La clase obrera pasa a ser un territorio de disputa para la mayoría de las organizaciones que en su horizonte avizoran un proyecto socialista revolucionario. En este contexto, el PCR, al que luego se afiliaría Salamanca, en el primer congreso nacional realizado en diciembre de 1969, caracteriza al Cordobazo como el punto de inflexión de la lucha de clases en la Argentina. El PCR y otras organizaciones proyectan la creación de células revolucionarias en las fábricas y la formación de una "corriente sindical clasista". Para ello destina a militantes que trabajen en las fábricas o bien para que distribuyan literatura partidaria.
Salamanca fue uno de los fundadores de la agrupación Felipe Vallese (sic) y en 1970 se presenta como candidato a delegado, venciendo al representante de Elpidio Torres. Pero su designación no prosperó por carecer de la antigüedad establecida en los estatutos. Al año siguiente, insistió como subdelegado. Ganó y su triunfo fue reconocido. Su figura estaba creciendo dentro del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS) y en 1972 encabezó la Lista Marrón pluralista.
"En aquél tiempo nos juntábamos más de 400 delegados. Un hervidero. Era la expresión política que había en la provincia. Por lo tanto, la asamblea se convertía en un foro político" afirma un compañero de lucha de Salamanca. Cuenta que una de las preocupaciones de Salamanca era el pluralismo. "Podríamos haber puesto gente nuestra solamente y no lo hicimos. Cuando ganamos las elecciones, gobernaba Lanusse y dominaba la política el tema del regreso de Juan Domingo Perón. Éramos jóvenes. Yo fui un año delegado y pasé luego a ser secretario adjunto".
Para Agustín Funes, Salamanca tenía una relación de respeto con las bases peronistas. "La izquierda en general era gorila por un problema ideológico de formación, experiencia y luchas. René hizo todo lo contrario. Cuando volvió Perón decía: el 90% de los obreros son peronistas, y convocó a recibirlo a Ezeiza".
La propuesta de la lista marrón se centraba en los siguientes puntos: reducción de los cargos sindicales pagos –de 13 a 4– y rotación obligatoria por los lugares de trabajo; una asamblea podía destituir a un delegado sin más trámite; todas las resoluciones del sindicato debían ser aprobadas por asamblea abierta; apoyo firme a la restitución del sábado inglés; afiliación de los administrativos al SMATA; un único convenio colectivo para todos los trabajadores y reajustes salariales cuatrimestrales; exigir que la empresa reconociera el trabajo insalubre; reducción del ritmo de la producción y participación gremial en la determinación de la marcha del trabajo. Durante la campaña levantaron las banderas de la honestidad y la democracia sindical.
Democracia sindical y burocracia
"En aquél tiempo nos juntábamos más de 400 delegados. Un hervidero. Era la expresión política que había en la provincia. Por lo tanto, la asamblea se convertía en un foro político" afirma un compañero de lucha de Salamanca. Cuenta que una de las preocupaciones de Salamanca era el pluralismo. "Podríamos haber puesto gente nuestra solamente y no lo hicimos. Cuando ganamos las elecciones, gobernaba Lanusse y dominaba la política el tema del regreso de Juan Domingo Perón. Éramos jóvenes. Yo fui un año delegado y pasé luego a ser secretario adjunto".
Para Agustín Funes, Salamanca tenía una relación de respeto con las bases peronistas. "La izquierda en general era gorila por un problema ideológico de formación, experiencia y luchas. René hizo todo lo contrario. Cuando volvió Perón decía: el 90% de los obreros son peronistas, y convocó a recibirlo a Ezeiza".
La propuesta de la lista marrón se centraba en los siguientes puntos: reducción de los cargos sindicales pagos –de 13 a 4– y rotación obligatoria por los lugares de trabajo; una asamblea podía destituir a un delegado sin más trámite; todas las resoluciones del sindicato debían ser aprobadas por asamblea abierta; apoyo firme a la restitución del sábado inglés; afiliación de los administrativos al SMATA; un único convenio colectivo para todos los trabajadores y reajustes salariales cuatrimestrales; exigir que la empresa reconociera el trabajo insalubre; reducción del ritmo de la producción y participación gremial en la determinación de la marcha del trabajo. Durante la campaña levantaron las banderas de la honestidad y la democracia sindical.
Democracia sindical y burocracia
Emisión del programa radial Atrapados en libertad por AM 530, La Voz de las Madres |
Ganadas las elecciones, Salamanca y los clasistas del SMATA se dedicaron a trabajar por la unidad de los trabajadores automotores y el cumplimiento de la plataforma que los llevó al triunfo. Uno de los puntos es el referido al contacto de los dirigentes con las bases. "La mitad de los directivos iban a trabajar y quedaban los suplentes; cosa que escucharan lo que pasaba en la planta. Fue un salto cualitativo para la organización", evalúa Funes.
Sin embargo tuvieron que enfrentarse a duras embestidas, primero del gobierno militar y después del aparato sindical peronista. Por caso, la decisión de un juzgado y del Ministerio de Trabajo de otorgar la jurisdicción de Fiat a la UOM en noviembre de 1972, provocó la reacción del SMATA quien la rechazó de plano. Plebiscitó la medida en las puertas de la planta obteniendo una amplia victoria. Ignoró lo decidido por el Ministerio y en junio realizó una segunda consulta en la que los trabajadores de Fiat se manifestaron a favor del SMATA por abrumadora mayoría.
Ante la negativa de la empresa de reconocer los resultados, los obreros de Concord ocuparon la fábrica y recibieron el apoyo de otras empresas como Perkins. Gobernaba el peronismo quien medió en la situación y en 90 días la cuestión debería ser resuelta en el ámbito del Ministerio de Trabajo de la Nación. Sin embargo, la disputa iba mucho más allá tanto del SMATA como de la UOM que pugnaban –a nivel nacional– por el control del movimiento obrero; la pelea de fondo era entre la derecha y la izquierda peronistas. El tema no se resolvió hasta 1975 y en favor de la UOM.
Combativos y disidentes
En 1973, podían reconocerse cuatro sectores gremiales bien definidos.
El ortodoxo, que se reconocía peronista y verticalista. Entre ellos se encontraban la UOM, molineros, madereros y taxistas. Respondían a la conducción de la CGT Nacional y a las 62 Organizaciones.
Los legalistas, eran peronistas pero más independientes y plurales. Controlaban unos 25 gremios y estaba liderado por Atilio López (UTA), secretario general de la CGT regional Córdoba.
Sin embargo tuvieron que enfrentarse a duras embestidas, primero del gobierno militar y después del aparato sindical peronista. Por caso, la decisión de un juzgado y del Ministerio de Trabajo de otorgar la jurisdicción de Fiat a la UOM en noviembre de 1972, provocó la reacción del SMATA quien la rechazó de plano. Plebiscitó la medida en las puertas de la planta obteniendo una amplia victoria. Ignoró lo decidido por el Ministerio y en junio realizó una segunda consulta en la que los trabajadores de Fiat se manifestaron a favor del SMATA por abrumadora mayoría.
Ante la negativa de la empresa de reconocer los resultados, los obreros de Concord ocuparon la fábrica y recibieron el apoyo de otras empresas como Perkins. Gobernaba el peronismo quien medió en la situación y en 90 días la cuestión debería ser resuelta en el ámbito del Ministerio de Trabajo de la Nación. Sin embargo, la disputa iba mucho más allá tanto del SMATA como de la UOM que pugnaban –a nivel nacional– por el control del movimiento obrero; la pelea de fondo era entre la derecha y la izquierda peronistas. El tema no se resolvió hasta 1975 y en favor de la UOM.
Combativos y disidentes
En 1973, podían reconocerse cuatro sectores gremiales bien definidos.
El ortodoxo, que se reconocía peronista y verticalista. Entre ellos se encontraban la UOM, molineros, madereros y taxistas. Respondían a la conducción de la CGT Nacional y a las 62 Organizaciones.
Los legalistas, eran peronistas pero más independientes y plurales. Controlaban unos 25 gremios y estaba liderado por Atilio López (UTA), secretario general de la CGT regional Córdoba.
El sector independiente reivindicaba un modelo de sindicalismo democrático y antiburocrático. Estaba formado por siete gremios y el referente principal era Agustín Tosco quien se definía como marxista y socialista.
Por último, el clasista representado por el SMATA conducido por René Salamanca. Dicho sector pensaba que la clase trabajadora debía motorizar un proceso revolucionario. Se descreía de la salida electoral –propiciaron el voto en blanco– y era crítico de la burocracia sindical peronista. Contaba en sus filas a trabajadores de los ex sindicatos Sitrac y Sitram que agrupaban a obreros de Fiat y Materfer.
Pero el PCR siempre fue crítico de la experiencia de los ex-sindicatos Sitrac y Sitram, porque consideraba que habían sido "rifados" por posiciones ultraizquierdistas. De acuerdo a sus tesis insurrecionalistas, el PCR decía que quería preservar el SMATA hasta el momento de la insurrección y la toma del poder, sin embargo terminó facilitando la intervención del gremio por parte del gobierno de Isabel Perón en el orden nacional y del golpista brigadier Lacabanne, en Córdoba, en agosto de 1974, con una prolongada huelga previa que el PCR justificó diciendo "un topetazo más y se cae el ruso Gelbard".
Legalistas, independientes y clasistas, configuran la CGT Córdoba. Los caciques porteños comenzaron a manifestar su decisión de disciplinar a los cordobeses. Salamanca, por su parte, había tejido una alianza con el sector de legalistas e independientes de la CGT combativa. No obstante, las elecciones de 1973 dividieron las aguas. Razones políticas e ideológicas los separan.
El SMATA criticó duramente la decisión de Atilio López de aceptar la candidatura a vicegobernador y a Tosco por apoyar la fórmula. Llamaron a la abstención. Pero los trabajadores votaron en asamblea el apoyo a la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI).
Por último, el clasista representado por el SMATA conducido por René Salamanca. Dicho sector pensaba que la clase trabajadora debía motorizar un proceso revolucionario. Se descreía de la salida electoral –propiciaron el voto en blanco– y era crítico de la burocracia sindical peronista. Contaba en sus filas a trabajadores de los ex sindicatos Sitrac y Sitram que agrupaban a obreros de Fiat y Materfer.
Pero el PCR siempre fue crítico de la experiencia de los ex-sindicatos Sitrac y Sitram, porque consideraba que habían sido "rifados" por posiciones ultraizquierdistas. De acuerdo a sus tesis insurrecionalistas, el PCR decía que quería preservar el SMATA hasta el momento de la insurrección y la toma del poder, sin embargo terminó facilitando la intervención del gremio por parte del gobierno de Isabel Perón en el orden nacional y del golpista brigadier Lacabanne, en Córdoba, en agosto de 1974, con una prolongada huelga previa que el PCR justificó diciendo "un topetazo más y se cae el ruso Gelbard".
Legalistas, independientes y clasistas, configuran la CGT Córdoba. Los caciques porteños comenzaron a manifestar su decisión de disciplinar a los cordobeses. Salamanca, por su parte, había tejido una alianza con el sector de legalistas e independientes de la CGT combativa. No obstante, las elecciones de 1973 dividieron las aguas. Razones políticas e ideológicas los separan.
El SMATA criticó duramente la decisión de Atilio López de aceptar la candidatura a vicegobernador y a Tosco por apoyar la fórmula. Llamaron a la abstención. Pero los trabajadores votaron en asamblea el apoyo a la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI).
www.elortiba.org
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