martes, 1 de abril de 2014

Llueve

La tormenta no elije inundaciones,
ni enjambres, ni bosques secos.
Ni pliegues, ni gargantas de caña dulzona,
ginebras o vasos en sus pupilas.

Deshoja aguaceros, mitad hombres, mitad tropillas.
Un perro de ojos amarillos
traspasa el vendaval.
Entra, junto a los leños que huesan
la calor, se acurruca cerquita.
La noche apedrea un corazón.
Llueve como nunca antes.

GB


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