La última aparición pública del coronel retirado del Ejército brasileño, Paulo Malhaes, fue cuando confesó ante la Comisión de la Verdad haber participado de torturas y crímenes cometidos por la dictadura militar en Brasil entre 1964 y 1985. Ayer por la mañana fue encontrado muerto con señales de haber sido asfixiado, en su casa de Nova Iguazú, en la región rural de la Baixada Fluminsense, en Río de Janeiro. La policía aún desconoce si el móvil fue la venganza, la destrucción de pruebas o solamente un robo, ya que fueron extraídas armas de colección y computadoras de la finca del ex represor que tenía 77 años.
"En principio, fue muerto por asfixia. El cuerpo estaba acostado en el piso del cuarto, de bruces, con el rostro pegado a la almohada. Todo indica que fue muerto por obstrucción de las vías aéreas", dijo ayer el comisario de la División de Homicidios de la Baixada Fluminense (DHBF), Fábio Salvadoretti.
La viuda del militar, Cristina Batista Malhaes, dijo que tres hombres invadieron la quinta en la que vivía con su marido en la noche del jueves, en busca de armas, ya que el militar retirado era coleccionista. Fue ella quien dio aviso a la Policía Militar, tras liberarse de las ataduras y encontrar muerto a su esposo.
"Fui atada y encerrada en el cuarto mientras los bandidos revisaban toda la casa en busca de armas y municiones. No era un secreto que él era coleccionista de armas", dijo la mujer poco antes de ser conducida a la comisaría a declarar.
De acuerdo con la DHBF, se tomó declaración tanto a la viuda como al casero de la finca, quien también fue maniatado por los atacantes, e iba a ser conducido al cuartel para la confección de un identikit, según relató el diario brasileño O Globo. Además, se estaban realizando las pericias en las cámaras de seguridad para hallar imágenes que puedan contribuir a identificar a los autores.
De acuerdo con la DHBF, se tomó declaración tanto a la viuda como al casero de la finca, quien también fue maniatado por los atacantes, e iba a ser conducido al cuartel para la confección de un identikit, según relató el diario brasileño O Globo. Además, se estaban realizando las pericias en las cámaras de seguridad para hallar imágenes que puedan contribuir a identificar a los autores.
La médica Karla Malhães, mayor de los cinco hijos del coronel retirado, afirmó a O Estado de Sao Paulo, que está "sorprendida" y no sabe qué pensar sobre el crimen. "Karla contó que conversó con su padre el domingo, 20, y le preguntó si había recibido amenazas tras las declaraciones prestadas a la Comisión Nacional de la Verdad, y Malhães negó haber sufrido amenazas", destacó el medio. La mujer afirmó, incluso, que toda la familia desconocía las actividades del militar durante la dictadura, y que se enteraron cuando se produjo la declaración. "No sabíamos nada y quedamos sorprendidos. Le dijimos que no debía haber hablado, después de tanto tiempo, sin por lo menos prepararnos para eso. Nunca entendimos por qué decidió hacerlo, siempre fue una persona muy reservada, difícil, no era de conversar", afirmó la hija y agregó que después de dar testimonio, Malhaes se recluyó aún más y ni siquiera quiso festejar su último cumpleaños, el 17 abril pasado.
Malhaes había declarado el mes pasado, muy pocos días antes de que se cumplieran 50 años desde el inicio de la dictadura brasileña, ante la Comisión Nacional de la Verdad, instaurada por la presidenta Dilma Rousseff para investigar los delitos cometidos durante el régimen.
Malhaes había declarado el mes pasado, muy pocos días antes de que se cumplieran 50 años desde el inicio de la dictadura brasileña, ante la Comisión Nacional de la Verdad, instaurada por la presidenta Dilma Rousseff para investigar los delitos cometidos durante el régimen.
En su testimonio, Malhaes relató, sin muestras de remordimiento, cómo torturó, mató y ocultó cadáveres de presos políticos durante el régimen. También contó que el Ejército le ordenó desenterrar y hacer desaparecer el cuerpo del diputado Rubens Paiva, quien desapareció en 1971.
Fue la primera vez que el militar admitió públicamente haber integrado el equipo de represión que actuó en los años '70 en la llamada Casa de la Muerte, un centro clandestino que funcionó en la ciudad de Petrópolis –ubicada a unos 60 kilómetros de Río de Janeiro–, donde se estima que fueron asesinadas 20 personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario