Lo que suceda en 2015 no podrá desandar el paso dado en la conciencia colectiva de millones de jóvenes.
Las derivaciones del novelón Tinelli-Fútbol Para Todos volvieron a conjugarlos con real malicia en los medios que ya sabemos. Hebe de Bonafini y La Cámpora, dos de las síntesis más dinámicas del vasto universo kirchnerista, fueron, otra vez, blanco de las estigmatizaciones más obvias de la derecha mediática.
De ahí lo oportuno de la semblanza del dirigente máximo de esa organización, Andrés "Cuervo" Larroque, escrita, paradójicamente, por un periodista del diario La Nación, Gabriel Sued. En el texto, titulado "El soldado de Cristina", el Cuervo es retratado como un dirigente cabal, humilde, orgánico, absolutamente leal a sus compañeros y a la líder indiscutida del proyecto iniciado el 25 de mayo de 2003, Cristina de Kirchner.
La emotiva minibiografía desmiente la imagen que los medios hegemónicos construyeron pacientemente alrededor de su figura. La impronta de Larroque, sus aptitudes personales, su opción siempre por lo colectivo, permiten trazar una comparación con otra histórica líder popular, igualmente demonizada por la prensa tradicional: Hebe de Bonafini, síntesis de las Madres de Plaza de Mayo.
En un tramo de la crónica adelantada por la revista Anfibia, Sued cuenta la siguiente anécdota: "Chiqui (un colaborador cercano de Larroque, de apenas 22 años) todavía recuerda el reto que se ganó una tarde que le preguntó a su jefe si iba a 'bajar' al territorio. 'Al territorio no se baja; se sube', lo corrigió él".
Las Madres piensan lo mismo sobre el territorio político que conquistaron en ese sitio estratégico y vital de nuestra historia: la Plaza de Mayo. Para las Madres, desde los días de la dura represión, cuando la incipiente organización crecía semana a semana debido a los incesantes secuestros, el desafío era alcanzar la Plaza de Mayo, "subir" a ella. Todavía hoy lo dicen así, "subir a la Plaza", a pesar de que el reto de marchar ya no corre riesgo alguno.
No es la única seña en común. En la semblanza de Sued, Larroque es definido como un asceta. "Es un conductor nato. Tiene carácter y sensibilidad a la vez. Escucha a todo el mundo. Es un todo terreno. Se juega la vida por Cristina", enumera virtudes recogidas por el cronista entre sus compañeros. Hebe es igual.
Hace algún tiempo, cuando las Madres le encargaron un texto para su revista mensual, ¡Ni un paso atrás!, en el que narrara las emocionantes tareas de solidaridad desarrolladas en La Plata tras la tragedia del 2 de abril del año pasado, Cuervo pidió que al momento de firmar el escrito simplemente dijera La Cámpora, sin nombres particulares.
Lo colectivo. Para las Madres, no hay rasgo más capitalista en la subjetividad de las personas que el culto a sí mismo y la noción de la experiencia individual como toda referencia. En su pañuelo blanco está inscrito ese proceso interno en su conciencia colectiva, que ellas denominaron "socialización de la maternidad". Desde hace treinta años, en la tela blanca las Madres ya no bordan el nombre y apellido de cada hijo o hija, ni el contorno de sus rostros, ni las fechas del secuestro, sino la consigna "Aparición con vida de los desaparecidos".
Sin combatir ese lastre de las sociedades burguesas, las Madres creen que no habrá Hombre Nuevo ni posibilidad cierta de cambio social profundo, verdadero y perdurable en el tiempo. Lo aprendieron de sus hijos. Le pusieron el cuerpo a esa enseñanza. A las Madres –y a los militantes de La Cámpora, Kolina, Movimiento Evita, 26 de Julio, y tantas otras siglas del sueño popular, tampoco–, no se les ocurriría jamás comenzar a despegarse del proyecto político que componen desde sus inicios con críticas que tienen un único propósito, tan obvio como miserable: comprarse una mantita con la cual cubrirse el lado izquierdo por si llegaran días aún más fríos que el dólar a 8 pesos. Nadie puede imaginarse a Hebe o al Cuervo, a Wado o a Quito Aragón, haciendo la gran Othacehé, ni posando como libres pensadores.
Con una generosidad a prueba de tibiezas, traiciones y todo lo demás, Hebe siempre puso en primer lugar su sentido de la pertenencia al kirchnerismo y muy atrás, del lado de afuera, casi olvidado, su instinto de supervivencia. "Para nosotras no queremos nada", repiten las Madres en la voz de Hebe. Se lucha como se vive. La derecha no las perdonará jamás, porque ese antídoto las previno de tantos que hubieran querido comprarlas con cargos, dinero u homenajes, domesticándolas así. Menos que menos se lo perdonarán ahora, que una juventud palpitante, crecientemente unida y organizada, hace propias conductas que fueron esenciales y constitutivas en las Madres de Plaza de Mayo.
Sin dudas, la épica del kirchnerismo es la juventud. Una solución nueva a un problema viejísimo, instrumentada por jóvenes funcionarios de alta responsabilidad institucional, que dinamizan el Estado y responden con la precisión y la frescura que la política había extraviado entre las telarañas de la tecnicatura sembrada como peste durante la etapa neoliberal. Y sin embargo, la 'juventud' que protagoniza esta instancia del ciclo abierto en 2003 no refiere únicamente a un rasgo etario. Su noción de contemporaneidad no mide en 'tiempo', sino en 'cambio'. "Ser joven es no oler a miedo", como decía Gelman. Trasvasamiento generacional en serio. Salto cualitativo, que se dice.
Ni lo que suceda en 2015, y mucho menos aún el desenlace inmediato de las ensoñaciones más rancias de la derecha golpista, podrán desandar el gran paso dado en la conciencia colectiva de millones de jóvenes durante estos años que fuimos felices.
En su poema "El interrogador", Julio Cortázar se preguntaba "¿dónde se van juntando las golondrinas muertas, dónde van las cajas de fósforos usadas (…) las nieblas, la borra del café, los almanaques de otro tiempo?" Sigue sin saberse. A 30 años de su muerte, el exquisito escritor que muy de grande asumió el compromiso político con América Latina como uno más entre los jóvenes poetas y militantes de su tiempo, quizás indagaría por otros destinos más definitorios: a qué río dará sus aguas el torrente de la opción de la juventud por la participación política, la experiencia acumulada tras tanto pelear con poderes fácticos, la Ley de Medios, la ampliación de derechos, los diez años de mejoras en todos los indicadores sociales. Los enemigos del pueblo temen la contundencia de una respuesta que sólo dará la historia.
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