Luego de las últimas medidas, el gobierno se muestra activo en todos los frentes. El nuevo equilibrio. Cómo actúa para paliar sus efectos entre los sectores más vulnerables y garantizar la gobernabilidad. La nebulosa opositora.
Por Eduardo Blaustein
Ejercicio simple y simplista de división de la novedad más importante del año –la devaluación– en tres componentes. Vamos a arrancar esta columna con una noticia doblemente mala, otra transitoriamente buena y otra que puede pintar aún mejor. La noticia mala es que la devaluación del dólar fue una decisión tomada por el gobierno, no por deseo propio, sino por imperio de presiones de sectores de poder y suma de deficiencias de gestión propias. La devaluación es doblemente negativa porque será complejo para el gobierno domar los efectos inflacionarios, afecta al salario y al crédito. La noticia transitoriamente buena es que cada día más va dando la sensación de que la medida al fin estabilizó climas y cotizaciones. El dólar oficial retrocedió unos puntitos, lo mismo el blue; el Banco Central hacia adelante puede comenzar a recuperar lentamente reservas; los verdes circulan con menos pánico. En este punto, y aunque con dolor, el gobierno parece haber desmentido los augurios catastróficos de medios y gurúes económicos. La noticia muy buena: éste es un gobierno que comete errores, como todos, pero que, a diferencia de los sucedidos desde 1983, da pelea, se muestra hiperactivo en múltiples frentes, cediendo lo menos posible. La devaluación misma fue acompañada de medidas algo cortas de alcances, pero que buscan paliar los efectos nocivos entre los sectores más vulnerables.
Para pensar la coyuntura estricta, casi el hora a hora del día a día, hay que leer las tapas de los diarios y los zócalos de los noticieros pero al revés. Si no aparecen en primerísimo plano la cotización del dólar oficial y del blue, es que ambos se serenaron. En cuanto a las medidas tomadas por el gobierno para calmar las aguas y contener socialmente, son diversas: instrucciones a los bancos para que inyecten verdes al mercado y colocación de Letras; presión para que las cerealeras aceleren sus exportaciones (la semana pasada lo hicieron por más de 400 millones de dólares); refuerzos y ampliación a buena parte del país del programa de Precios Cuidados, el más prolijo que se diseñó desde que el Ejecutivo por fin cayó en la cuenta de que había que domar la inflación. Precios Cuidados avanza un poco a los barquinazos pero avanza: los supermercados no siempre tienen ni los carteles puestos, ni stock de mercadería; las culpas se echan entre los súper y los proveedores, los almacenes minoristas padecen. La propia población en alguna relativa medida parece patalear. El boicot de compras registrado el viernes pasado es interesante, pero es el Estado el que tiene que estar presente o, en todo caso, el que debe robustecer y articular la participación popular.
Otras medidas interesantes, algunas de ellas complicadas de implementar: el programa Progresar, las subas de jubilaciones, pensiones, asignaciones escolares o la implementación de sistemas de compras del kit escolar para los que menos tienen. Lo más embromado en el corto y mediano plazo es encarrilar las paritarias, que serán afrontadas como todos los años, según dijo el jefe de Gabinete, sin discutir adelantos de sumas fijas. Avance presunto para que pueda discutirse mejor: que existan precios creíbles y estables al menos de los bienes esenciales. Problema eventual: las provincias comienzan a escudarse en un techo del 25% de aumento a los estatales.
Resiste
Otro modo de leer lo que está sucediendo es que, aunque estamos viviendo el sacudón económico más fuerte recibido por un gobierno kirchnerista desde 2003, las consecuencias están lejos de ser lo terribles que fueron en otras oportunidades. Señal de que resisten algunos de los puntos virtuosos del acumulado del ciclo kirchnerista: actividad industrial, empleo, sistemas y subsistemas de seguridad social. Hay que añadir otro acumulado, el de derechos nuevos o expandidos y hasta el inminente final de la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para grupos tan poderosos como Clarín o Telefónica. Lo hecho en casi once años y la hiperactividad oficial de estas semanas para defender avances juegan a dos puntas para que el kirchnerismo intente conservar un bien precioso: la gobernabilidad económica y la política.
Del otro lado
Mientras el gobierno aplica sintonía más fina o pega mamporros para todos lados, buena parte de la oposición (alarmista o conservadora a la hora de tirar ideas sobre la situación económica) discute un asunto interesante y añejo: la posibilidad de seguir ampliando cada vez más una alianza electoral que compita contra los “dos peronismos” hoy existentes. Fue Revelaciones Carrió la que tiró sobre la mesa la idea de incorporar al PRO de Mauricio Macri. No es demasiado transparente esa discusión y se entiende que sea así porque debe ser cuidadosa. Pero ya han habido radicales (no es el caso de Julio Cobos ni Ernesto Sanz), socialistas o solanistas que hace tiempo dijeron que con el PRO no irían a ningún lado. También la gente del partido de Macri está obligada a callar: antes de incorporarse a nada, primero los amarillos deben hacer todos los esfuerzos necesarios para mostrarse como tercera o cuarta alternativa nacional (kirchnerismo, peronismos opositores y aliados, panradicalismo y socialismo, y sólo después el PRO). Al macrismo le va a costar mucho mostrar esa fortaleza y una construcción verdaderamente nacional, pero como mínimo deben aparentarla.
Cuanto más amplia la convocatoria de un espacio político que pueda derrotar al kirchnerismo –escenario verosímil–, más difícil es imaginar equipos y programas de gobierno coherentes. Alcanza con hacer un ejercicio en la mezcla de nombres que va de Sanz a Pino Solanas, de Hermes Binner a Rodríguez Larreta. Suponiendo que Pino Solanas fuera el que supo ser, ¿cómo sería la cosa? ¿Federico Sturzenegger y Carlos Melconián pedirían junto a Pino la revisión de la deuda externa en el Congreso, la nacionalización del petróleo y de la banca, el regreso de la Junta Nacional de Granos? El largo plazo argentino, aun incorporando el nombre propio y fuerte de Sergio Massa, es, como sucedió tantas veces, parecido a la niebla.
DZ/rg
Fuente Redacción Z
Diario Z
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