domingo, 9 de junio de 2013

Movidas e incertezas Por Mario Wainfeld

Las internas abiertas a las que pocos apelan. Datos comparados, ventajas posibles y olvidadas. El acuerdo opositor en la Capital, una excepción. La ideología por un lado, el pragmatismo por otro. Peculiares reglas del juego. Un nuevo escenario porteño. Massa en su laberinto. Una maraña judicial que se acrecienta. Y varios detalles más. En general, los distintos competidores de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) vienen optando por no hacer internas. Así fue en 2011 y, da la impresión, será ahora mayoritariamente. No hay conjura secreta ni acuerdo unánime: cada cual actúa según lo que imagina es su conveniencia. En la provincia de Santa Fe, donde funciona un mecanismo similar, los partidos o ententes sí compiten. Por ejemplo, hace dos años, el gobernador Antonio Bonfatti primó en la interna de la coalición socialista-radical. A su vez, el flamante ministro de Defensa, Agustín Rossi, ganó en la versión provincial del Frente para la Victoria (FpV). En Estados Unidos, Chile o Uruguay las internas están instaladas por ley y costumbre. En el pasado reciente y previo a las PASO, las internas (partidarias o abiertas) sirvieron para posicionar y hasta catapultar candidatos. Los presidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem llegaron tras pujas internas en la que no eran favoritos. Fernando de la Rúa se fortaleció en la disputa con el Frepaso. Desde luego, no hay receta garantizada para el éxito. Ni táctica única siempre convalidada. Pero es real que la victoria potencia a l@s candidat@s, confirma las preferencias de quienes los apoyaron en “la previa”, genera un cierto triunfalismo que jamás viene mal antes de entrar al rectángulo de juego. En ese sentido y a la espera de los hechos, el cronista entiende que es astuta la movida electoral urdida en la Ciudad Autónoma por un conglomerado de partidos y candidatos opositores. Desde el punto de vista ideológico, lo suyo es un mix de difícil comprensión. Cuesta tomarlo en serio como propuesta de gobierno. Pero puede que funcione a la hora de disputar bancas, con la bandera anti K como factor unificador. En primera mirada, complejiza el panorama porteño, que parecía enfilar a un primer puesto del PRO y un segundo para el FpV, con el “resto del mundo” opositor muy fragmentado. El escenario más impactado, supone provisoriamente el cronista, será la elección de senadores, en especial para el oficialismo nacional que descontaba quedarse con la banca para la segunda minoría. Los comicios ahora se dirimirán principalmente entre tres fuerzas, que no corresponde llamar “tercios” porque no son iguales en número o no tienen por qué serlo. La posición del candidato oficialista (los corrillos dan como cabeza de fórmula a Daniel Filmus pero la fumata de Olivos no se ha encendido aún) puede verse más amenazada. La confederación multicolor no tiene pinta de sacarle votos al FpV ni para diputados ni para senadores. En ese sentido, es el macrismo el que tiene que poner sus barbas en remojo. Para conseguir diputados, el FpV “compite contra sí mismo”: debe apuntalar su caudal propio que, todo lo indica, lo llevará a mejorar su fallida cosecha de 2011, una sola banca. Cómo se divida el universo opositor es bastante secundario, en ese aspecto. Una interna abierta entre fuerzas bien disímiles también en su estructura y organización es un albur. Hasta fin del siglo pasado, ese torneo hubiera sido un picnic para la Unión Cívica Radical (UCR) que siempre talló fuerte en la Capital. Pero el ciclo menguante es duro por lo que vaticinar lo que pueda advenir, se acerca bastante a la timba pura y dura. ¿Habrá un núcleo duro de lealtades boinas blancas, no subyugadas ya por el macrismo o no seducidas por el discurso flamígero de la diputada Elisa Carrió? ¿Cómo rendirá la extraña pareja conformada por ésta y el diputado Fernando Solanas? ¿Sinergia o entropía o algún estado intermedio? La política tiene ingredientes de apuesta, no es un ajedrez. Es cantado que la coalición se suspenderá en sus efectos después de las elecciones, aunque oponerse al oficialismo de pálpito y de volea, sea un factor relativamente unificador. - - - Porotos y bancas: Los aliados pactaron que la boleta se conformará con las minorías, en proporciones fijadas por el sistema D’Hondt, que se aplica a nivel nacional... con una diferencia nada menor. Mientras el “piso” para entrar un diputado es del tres por ciento, para colar en la lista arco iris hace falta el 25 por ciento de los votos recibidos en las PASO. En términos absolutos, no parece tanto. Imaginemos (cero profecías, es sólo un ejemplo para explicar) que juntara el 20 por ciento del padrón general: el partido que sacara el 5 por ciento entraría en la lista. Pero la mayor exigencia (comparada con el ámbito nacional) puede ser determinante en la primaria. Su objetivo es preciso: busca que no se presenten out siders, del mismo “palo” que alguno de los firmantes del pacto. La cláusula es un tantín nominativa: enfila contra Rodolfo Terragno, quien afirma que quiere intervenir en la interna. Sus correligionarios tratarán de disuadirlo aunque, con el mazo dando, le dificultan el camino. Terragno es amablemente aborrecido por la dirigencia de su partido. En parte porque es afecto a “mandarse solo”, en parte porque es radical de primera generación (un recién llegado, aunque lleva décadas de pertenencia activa) y en parte porque se puso firme cuando estalló el escándalo de las coimas en el Senado. Los radicales que reivindican al ex presidente Fernando de la Rúa son una especie en extinción pero subsisten los que mantienen pactos corporativos o de pertenencia respecto de sus curros o demasías. Está dicho pero vale repetirlo: 2009 fue un momento fructífero para la oposición en promedio y para la UCR en particular. Los radicales arriesgan 25 de sus 38 bancas en la Cámara baja, un tocazo por decirlo en jerga científica. El afán de subsistencia acicatea la creatividad mechada con sapofagia. El reencuentro con “Lilita” Carrió, quien los vituperó semanas atrás es un mal trago, producto de la realpolitik. También lo es ponerse detrás de otra ex correligionaria, la diputada Margarita Stolbizer, en la provincia de Buenos Aires. El ex canciller Dante Caputo (militante socialista hoy día) trató de frenar el matrimonio de conveniencia, comparando a sus ex correligionarios con la kriptonita. Otros dirigentes “que se quedaron” se inclinan por confluir con Carrió que a menudo funge de tal con sus aliados... pero que tal vez sirva de salvavidas en la emergencia. La política concreta tiene esas variaciones, que el cronista encuentra entretenidas. Esas jugadas resultadistas son medidas a la luz del veredicto popular, difícil de entrever con antelación.

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