domingo, 2 de junio de 2013
Carrió, La Nación y las juventudes hitlerianas
La ex funcionaria de la justicia de la dictadura en el Chaco parece no tener límites para sus delirios.
Por Enrique Masllorens
Quien comenzó con la demencial campaña contra los jóvenes militantes organizados –centralmente a La Cámpora– caracterizándolos a ellos y al gobierno democrático como un símil del nazismo y de sus juventudes hitlerianas fue la diputada Elisa Carrió.
La ex funcionaria de la justicia de la dictadura en el Chaco parece no tener límites para sus delirios. Los argentinos estamos acostumbrados a sus desmesuras, sus invectivas y a su inveterada costumbre de crear zozobras, temores y anuncios inconsistentes y apocalípticos, aunque siempre deja una puerta abierta a la posible salvación si es que la escuchan y la votan a ella. Seguramente son muchos los que se preguntan el porqué de estas extrañas conductas y de dónde sale su convencimiento de estar liderando una cruzada. Alguna explicación pude encontrar hace tiempo.
Hace unos cinco años la casualidad hizo que me sentara al lado de un importante sacerdote de la Iglesia Católica, en una multitudinaria reunión en la Cancillería. Conversando con este connotado hincha del club San Lorenzo y sabiendo de su relación con la diputada chaqueña, le pregunté su opinión sobre la denunciante serial. Con la mesura de los curas con años de experiencia y luego de una pausa dramática me hizo una confesión. En una de sus tantas charlas, Elisa Carrió le contó que se le había aparecido la Virgen María en dos ocasiones y que en una suerte de ensoñación le había revelado que el pueblo argentino la iría a buscar a su casa para llevarla en procesión hasta la Casa de Gobierno para ungirla como presidenta. El cura, consternado, me explicó que le preocupaba y desconfiaba de la gente que dice tener apariciones celestiales y que por eso se fue alejando paulatinamente de esta delirante mujer. Este buen sacerdote no me va a desmentir si esta historia real fuera cuestionada o intentaran refutarla o judicializarla.
Quienes la promueven, ensalzan y utilizan conocen perfectamente la catadura del personaje, sus ambiciones desmedidas y su desordenada psiquis. La usan como ariete para instalar acechanzas y miedos sin pruebas ni coherencia y –por supuesto– sin repreguntas ni cuestionamientos. Ha llegado a decir que Cristina no es Hitler porque es menos inteligente que el genocida, adjudicándole al líder nazi una cualidad intelectual que nadie había osado en atribuirle. Un brutal desprecio por las víctimas del Holocausto.
Desde su puntapié inicial se va desglosando la infantería gorila del despropósito y el odio irracional, con personajes como Marcos Aguinis o Federico Sturzenegger, entre otros, fogoneando y recalentando un clima de enfrentamientos que sólo son funcionales a las minorías acomodadas que se resisten a la equidad, la ampliación de derechos y a la democracia social.
El colmo –como ya se ha escrito, hablado y condenado– fue el editorial de La Nación "1933", que compara a nuestro gobierno con el clima de época previo a la ascensión de los nazis en Alemania. Es el mismo diario que apoyó e integró las protojuventudes hitlerianas adelantadas a las SA (tropas de asalto) nacionalsocialistas, que se autodenominaron Liga Patriótica Argentina. Esta banda de terratenientes y hombres del poder real y oligárquico fue un grupo de ultraderecha creado a partir de las huelgas de fines de 1918 y principios de 1919. La Liga incluía tanto organizaciones paramilitares como círculos sociales formales, actuando como grupos de choque, hostigando mediante la violencia y las amenazas y acciones criminales a residentes extranjeros, organizaciones sindicales y grupos de trabajadores en huelga. Lo interesante es conocer que estos represores y violentos tenían una Junta Nacional presidida por el radical Manuel Carlés y que integraban –entre otros– Jorge A. Mitre y Ezequiel Paz, directores de La Nación y La Prensa respectivamente, además de estancieros como Martínez de Hoz, Celedonio Pereda o Saturnino Unzué u hombres de la Iglesia elitista como Monseñor de Andrea o de la FF AA, como el vicealmirante Domecq García. La misma caterva que en 1930, 1955 y 1976 golpearía a la democracia bañando de sangre e instaurando políticas antipopulares en la Argentina. Los mismos que están intentando ahora la restauración conservadora disfrazada de republicanismo.
Los escribas de ese editorial deleznable trabajan en un diario que en 2005 seguía reivindicando a la sangrienta Liga Patriótica y publicaba el 1 de diciembre de ese año en Sociales una invitación a una charla en el Regimiento de Patricios del ex teniente coronel Fernández Maguer sobre "Pasado, presente y proyectos de la Liga Patriótica Argentina".
¿Dónde estaba y sigue estando el huevo de la serpiente del golpismo y la violencia antidemocrática? ¿Qué armas mediáticas usan hoy a falta de balas y tanques? ¿Quiénes son los fabricantes de mentiras que como canta Charly García "sus mentiras pueden traer dolor"? Son los mismos de siempre. Los que envenenan las conciencias de los desprevenidos y muchas veces consiguen borrar la memoria del amoral proyecto político-económico que representan y que cada vez que accedieron al gobierno han implementado.
Deslegitimar a la política y al gobierno democrático es la tarea de este grupo de tareas que recorre nuestra historia intentando mantener sus privilegios.
Y Elisa Carrió ahora les es funcional en el intento de instalar la falacia de la corrupción generalizada, aunque ella misma aparezca floja de papeles. Lo mismo que Jorge Lanata. Como a tantos, los cambiarán cuando no les sirvan más.
Lo permanente en nuestra historia es el poder concentrado, la línea editorial de La Nación y ahora de Clarín, el proyecto de la Sociedad Rural, de las minorías elitistas y racistas.
Y como en el '45 con Perón y Evita, y desde 2003 con Néstor y Cristina, seguiremos siendo el hecho maldito del país burgués. Y esta vez, sin vuelta atrás.
02/06/13 Tiempo Argentino
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