domingo, 5 de mayo de 2013

CULTURA MEIOS Y PODE PARTE II ADRIAN PAENZA

“El mensaje debe llegar preciso” Por Miguel Russo mrusso@miradasalsur.com Entrevista. Adrián Paenza. Matemático. Hablar con Adrián Paenza sobre el poder de la comunicación es hablar con Adrián Paenza de la comunicación del poder. Y no es un mero juego de palabras: hablar con Adrián Paenza es escuchar cómo Adrián Paenza elabora teorías políticas detrás de cada ejemplo matemático. Por ejemplo, cuando, apenas comenzar a hablar, decide ejemplificar por qué es necesario saber cómo usar lo simbólico: “Si preguntara cuál es la diferencia entre un millón y mil millones, uno respondería ‘tres ceros’. Pero, ¿tenemos noción de lo que significa exactamente? Realmente no. Vamos a medirlos en segundos: un millón de segundos y mil millones de segundos. Supongamos que a un tipo lo van a meter preso, y hay discusión porque el fiscal pide mil millón de segundos y el abogado defensor pide un millón de segundos. Un millón de segundos son 11 días. Mil millones de segundos son 32 años. Claro que en la vida cotidiana no contamos nada en miles de millones”. –Sin embargo, nos acostumbramos a escuchar hablar de millones de dólares… –Pero es un número que en el bolsillo ninguno de nosotros tuvo ni tiene, que nunca vio. Nuevamente lo simbólico: ¿cuánta es la sangre que hay en el mundo? Cada persona tiene entre cuatro y cinco litros, hay unos 7.000 millones de personas en el mundo. Multiplicado por 5 te da 35.000 millones de litros de sangre. Si los tiráramos al Nahuel Huapí, el nivel del lago subiría nada más que 2 centímetros y medio. Eso da una idea de que hay muy poca sangre o de que hay mucha agua. El Nahuel Huapí ni siquiera es un océano, es un lago, grande, pero es un lago. Uno escucha supuestas informaciones: si escuchamos que se inundó toda la provincia de Buenos Aires no es lo mismo que escuchemos que se inundó Recoleta. Si yo quiero ampliar y dijese “mirá, están robando mucha plata a tal punto que la plata que se roban es todo lo que ganan todos los maestros en el año”, entonces eso que se transforma en simbólico dice que los maestros ganan poco, o que se están robando mucho. –Pero allí hace falta una referencia aclaratoria. Tomemos eso que señaló: lo que se roban equivale a la deuda que se tiene con los docentes o equivale a pagarle a los docentes un sueldo digno de 8.000 pesos. Esa ecuación, ¿no pierde de vista al maestro? –Si ocurre eso, es malo. Por el contrario, hay números que cuantifican y ejemplifican: decimos que el 70% de un cuerpo es líquido. Y es raro, porque nosotros no nos vemos como líquido, nos vemos como sólidos. Deberíamos prever cómo comunicarnos, es decir, utilizando algún tipo de analogía, y teniendo claro el mensaje. Si yo digo un café, no necesito decir el equivalente de lo que entra en una taza, la unidad café es conocida. Si digo “vive a tres cuadras”, lo mismo. Pero si te digo “vive a 5.000 km”, no está claro sin una referencia. Eso es inexorable en la comunicación. En definitiva, lo único que importa es el mensaje. Y yo soy de los que quieren que llegue el mensaje. Cuando estoy tratando de comunicar algo, estoy muy preocupado para que quede muy claro. A mí me cuesta trabajo entender, no entiendo todo el tiempo todas las cosas, por eso pretendo que el mensaje no quede diluido de manera tal que lo simbólico se transforme en realidad o encubra lo importante. “En una de las primeras temporadas de Alterados por Pi, quería contar esta historia –dice Paenza y traza un círculo en una servilleta y lo divide en ocho pedazos, como una pizza–: cuando vos tenés una pizza la cortás así, en 8 partes iguales. Yo lo que quería mostrar es que la pizza la podés cortar en ocho partes iguales para dos personas”. Ahora, Paenza dibuja otro círculo y traza rectas de manera absolutamente informal al corte pizzero, pero iguales de a dos en dos: “No hace falta comer la pizza como la cortamos nosotros para dos. Trajimos al estudio al pizzero de la esquina. Pusimos la primera pizza y la corta como él, años de oficio, sabía. Entonces le pedí que cortara la segunda como yo le iba a indicar. Le dije ‘cortala como cortás siempre pero mucho más arriba’. Después le pedí que cortara perpendicular y el tipo me miró largo. ‘Cortá a 90 grados’, le pedí. Y nada. ‘Cortá en cruz’, dije, finalmente. Y ahí cortó. Yo aprendí en el momento que la tarea del comunicador es que el mensaje llegue. No es que él no quería hacer lo que yo le pedía, es que él no entendía lo que yo le estaba pidiendo. Entonces cuando uno configura algo y hace una imagen, algo simbólico, algo que lo represente, acierta. Hay que estar seguro de que el mensaje llegue. El buen comunicador es aquel que logra, en todo momento, saber que si quiere contar algo, debe hacerse entender claramente, sin hacer juicios de valor ‘bueno’ o ‘malo’. Esto vale para cuando un padre le habla a un hijo, un docente a un alumno, un periodista a un espectador, lo que fuere. Nosotros, que sí sabemos lo que es una perpendicular, a veces nos reímos del que no sabe. Y el que no sabe se siente humillado, detecta que hay algo que está mal en él cuando en realidad está mal en nosotros. Tenemos la capacidad de hacer un abuso del poder que significa el conocimiento. Entonces, debemos valorar todo lo que signifique acortar la brecha entre aquel que no sabe y aquel que sabe. En la medida en que no se pretenda ese acortar distancias y todo se convierta en una chicana, aparece el encubrimiento. El mensaje queda diluido de manera tal que lo simbólico en realidad lo que está haciendo es encubrir la parte importante”. –Estuvo en medios, tanto como profesor al frente de una clase. Es decir, sabe qué es la comunicación. ¿No piensa que en la actualidad hay demasiado encubrimiento? –Se confronta poco con los hechos. No tenemos arraigada una cultura del debate: los candidatos viven chicaneándose personalmente. Es una lástima que nos perdamos la oportunidad de saber frente a determinados temas centrales que deberíamos discutir como sociedad. El pasado 11 de marzo, Cristina Fernández anunció que el presupuesto que va a invertir en ciencia y tecnología al año 2020 eleva del 0,65 al 1,65 el porcentaje del Producto Bruto Interno. Ese anuncio quedó minimizado, primero porque hay mucha gente a la que no le importa, y otro grupo de personas que, aun teniendo buena voluntad, no lograban comprender la profundidad que tiene. Al margen de las deficiencias estructurales del periodismo, no tenemos la cultura de ir a preguntar lo que queremos saber. Hay que comprender que el cambio cultural que se está construyendo es muy profundo. –¿Usted cree que la clase política y el periodismo están en consonancia con eso que está ocurriendo o está buscando otra cosa? –No, pero no creo que estén meando afuera del tarro. La coyuntura en este momento, por diferentes razones, es complicadísima. Pasan muchas cosas. Desde 2003 que el gobierno se puso a hacer un montón de cosas que antes estaban bajo la órbita del establishment. Y con eso cambió el status quo. Esas cosas, que históricamente se movían muy poco, como para que nadie se diera cuenta, se sacudieron y el cambio afectó a muchos intereses. Entonces, estalló la discusión. Desde ciertos sectores de la política, lo mismo que desde ciertos sectores del periodismo, estaba todo bien mientras esos intereses no se vieran ciertamente vulnerados, abollados. Pero es cierto: los tipos que tenemos que pagar impuestos los tenemos que pagar. Y está bien que así sea. Un día, mientras era vicepresidente de Boca, me decía Carlos Heller: “Es curioso, van a jugar Boca y River y me llaman para tener las entradas a favor las personas que pueden pagar el palco. No me llama el tipo que viene a hacer la cola y pasa tres noches en la calle para conseguir un lugarcito allá arriba de todo. Esos nunca me pidieron una entrada. Y si lo hicieran, me pedirían una entrada general para ir arriba, al mismo lugar que van siempre, porque es lo único que pueden pagar. Los tipos que vienen a mangarme la entrada son los gerentes de empresas, los mismos que tienen la suite y tienen los palcos. Esos ratas son los que me piden la entrada de favor”. Y eso es lo que estamos acostumbrados a que suceda. En el Departamento de Policía, hasta hacía 15 años, había dos carteles que anunciaba dónde debían formarse para hacer la cola de pedido del pasaporte. Uno de esos carteles, decía “Pasaportes fila VIP”. Acá todavía existe mucho de esa cultura. Esos son los “bienes” que antes tenían apropiados personas a las que no les correspondía, a los VIP. Lo que está puesto en discusión es que esos derechos tendríamos que volver a discutirlos. Vos tenías derechos especiales, aquellos que eran, éramos, ciudadanos de primera frente a los que eran ciudadanos de segunda. Tratemos de revisarlo porque me gustaría que no pase más. Por supuesto que, si yo viajo y el valor del dólar en el país se modifica de 5 a 9 pesos, a mí va a afectarme. Pero, al mismo tiempo, si la Argentina tuviera en la sociedad, mayoritariamente, gente que se viera afectada por ese problema sería un indicador de que las cosas nos van tan bien que todos podemos viajar al exterior. La cuestión es que el problema del dólar pasa inadvertido para un montón de gente. A pesar de que los medios insistan con crearle ese problema nunca sospecharon siquiera en la importancia de ahorrar en dólares. A pesar de las interminables sesiones de los noticieros ilustrados por una mano que cuenta dólares incansablemente, no les interesa que el dólar aumentó o no aumentó, no piensan en cómo harán para viajar al exterior o no viajar. No desconozco que haya otras personas que sí son trabajadores y que tienen, a lo mejor, hijos que están en los Estados Unidos o en Europa o en Japón y quieren mandar algo de dinero y tienen allí una dificultad para hacerlo con total libertad. Entiendo que es a esas personas a las que hay que cuidar, que proteger. Y no andar preocupándose por los otros que están medrando y que están forzando a toda la sociedad a sospechar. Cuando yo compro, si estoy comprando el dólar en cualquier otro lugar, me estoy beneficiando. Yo estoy dispuesto a perder esos beneficios que tenga porque no me siento cómodo siendo un ciudadano de otra categoría. Entonces la discusión va por ahí. Si queremos el país para ser más iguales, necesitamos apropiarnos del conocimiento, la sociedad se tiene que apropiar del saber; es a la sociedad a la que le corresponde tener ese conocimiento. Por eso mis libros publicados en Siglo XXI se pueden bajar gratis por internet, gracias al acuerdo que hice con el editor Carlos Díaz. Ahora, cuando me vino a buscar Sudamericana para publicar con ellos, yo les dije “bueno, pero miren que los libros se deben bajar gratuitamente por internet”. Y también me dijeron que sí, que estaba bien. Y no creo que ninguna de las dos editoriales haya perdido de vista el negocio. A las dos les fue bien. Alguien puede preguntar, ¿quién va a comprar el libro si se puede bajar de internet? Bueno, la respuesta es clara: lo compraron más de un millón de personas, algo debe haber. Entonces, en algún lugar, yo siento que ahora se han puesto en duda un montón de cosas que parecían que estaban establecidas para siempre. Que en algún momento se empezó a discutir. ¿Falta mucho? Sí, falta mucho, pero se empezó y eso es importantísimo. GB

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