sábado, 25 de mayo de 2013
Periodismo de mierda parte 2
Una insultación antológica
Hablando del funcionamiento del periodismo de mierda recordemos casos como los de la insultación del ciudadano Miguel del Sel, a la presidenta de la Nación. El caso fue licuado por los pulpos medios de descomunicación en menos de cuarenta y ocho horas. Un poco de memoria.
Pongamos en remojo, mientras tanto, esta comparación: ¿cuánto espacio radial y televisivo, cuánto centímetraje se le dio al simple “es un pelotudo” de Federico Luppi a Ricardo Darín y cuánto a la cloacal insultación de Del Sel a la presidenta y a las mujeres en general?
Sigo y reconozco, rápido, que en alguna oportunidad me he permitido unos tragos de procacidad facilonga, he soltado carcajadas sobre todo con algunas de sus imitaciones del, por así decir, cómico. En su momento, como periodista, he considerado a Del Sel un cómico diestro y elemental, pero nunca como un humorista. La diferencia entre el chiste y el humor es la misma que hay entre el ruido y el sonido, entre la chatura y el nivel del mar. Del Sel merece consideración siempre y cuando se lo considere dentro de ese subgénero, tan redituable, que es el de las imitaciones.
Como lo conozco también debajo del escenario por haberlo entrevistado en un par de ocasiones, me animo a avanzar en mi opinión. Por lo que observé una y otra vez en ese trance, a veces revelador que anida toda entrevista de largo aliento, Del Sel me pareció pobrísimo a la hora de reflexionar sobre él y su entorno. En este terreno su compañero Dady Brieva muestra una capacidad de reflexión y de observación de esto que llamamos “la realidad” muy, pero muy superior a la de Del Sel, alguien muy limitado hasta en las posibilidades cuantitativas de su vocabulario. Del Sel, en fin, hizo gala de un cociente que no superaba lo paupérrimo. Pero esto en general lo disimula apelando a una voluntariosa picardía que pocas veces logra superar la línea de lo vulgar.
Salir del chiste, superarlo para ascender al humor exige un nivel de sensibilidad y de inteligencia que Miguel Del Sel no parece poseer. Se instaló en la eficacia de la comicidad burda y cloacal. No se puede negar: no le ha ido nada mal ni en la taquilla ni en el rating ni (madremía) en las urnas.
La joda es que, de la noche a la mañana, Del Sel fue metido en el vergonzoso trencito de la “nueva política” y, salteando todas las estaciones por muy poco hace saltar la banca: de pronto ¡casi gobernador! y de la provincia que tuvo políticos de la índole de Lisandro De la Torre.
Lo peor del caso es que el mentado Del Sel, cebado por el casi batacazo, desembocó en una insultación a la investidura presidencial y a la mujer como género. Su descomunal hazaña insultadora, carece de precedentes. Tanto o más grave que su acto es el modo en que los comunicadores estelares lo disolvieron.
Importa no pasar por alto que esta insultación, enseguida licuada y justificada y hasta veladamente elogiada, no fue nada casual. No fue un exabrupto. De Sel no sólo no se arrepintió, para expresarlo en su buen decir, se cagó de la risa.
El apogeo del insulto
No debiéramos pasar por alto que a este nuevo exponente de la autodenominada “nueva política” nunca se le escuchó, ni de su boca ni de su mímica, el menor desaire a los capos milicos de la última dictadura. Es como si no estuviera anoticiado de sus violaciones de la vida y de la muerte y de su afano de criaturas arrancadas de la placenta.
El caso es que en esta Argentina del año 2013 después de Cristo, Miguel del Sel, el cómico y el ciudadano (que son el mismo), usando sin miedo y a pleno la libertad que él y todos sí poseemos (y que no tenemos por qué agradecer a nadie), extendió su hazaña insultadora a la presidenta, una vez más, a la condición de las mujeres en general. Insulto con denigración. Para travestis y homosexuales, para famosas como la “argolluda” Florencia Peña, o para la “vieja chota, hija de puta” presidenta de la Nación.
Un poco de memoria: Del Sel no es un improvisado: su actitud denigrante hacia las mujeres tiene raigambre en su historial de declaraciones, y siempre se supera, aspira a ser de antología. Como cuando dijo que la Asignación Universal por Hijo “ha provocado que se embaracen (niñas de 12 o 13 años) quizá para tener plata a los tres meses.” (Qué atorrantas estas niñitas, ¿no? No hay caso con las mujeres, ¿no?)
A todo esto el PRO, nave insignia de la “nueva política” argentina, salió con un comunicado entre pueril y obsceno y no exento de cobardía. Lo usó al cómico Del Sel para camuflar en su oficio de cómico uno de los agravios más graves de que se tenga memoria en estas tierras, a la investidura presidencial. Abriéndole camino a este episodio, estuvo aquella tapa de la revista Noticias, con el rostro de la presidenta como en trance de goce íntimo.
Por otro lado el PRO, y la banda periodística que lo apaña y lo empuja, no se cansan de proponer diálogo amoroso y adjudicar el origen del odio a los gobernantes.
El recurso de Macri Junior (más que asesorado, dictado por Durán Barba), disolvió la tremenda insultación en una contingencia casi casual, menor, propia del cómico. Como si el cómico y el repentino político fueran dos trozos de seres humanos diferentes. No jodamos, De Sel, el cómico y el político, son uno. Por lo demás, el político Del Sel es posible porque se vale de la famita del cómico. Con esa famita tapa el agujero negro de su garrafal ignorancia, de su abundancia de carencias como ciudadano arrojado a la política, actividad que por otra parte denigra metódicamente. El insulto no es menos insulto porque lo caretee y se lo endilgue al cómico. Del Sel no sólo apeló a la confusión en su pedido de disculpas, apeló a la cobardía cuando se escondió detrás del eufemismo “no fue más que una declaración desafortunada”. Este eufemismo, como tantos eufemismos, es un modo de la impunidad.
El anémico pedido de disculpas, tan ligerito y tan vacío, sin embargo sirvió para mostrar la calaña de su “inventor”, Macri Junior, quien dijo absolviéndolo: que sólo “hizo un chiste, se equivocó y pidió disculpas”. No sólo lo absolvió, en la misma línea lo elogió: “Eso muestra que (Del Sel) es una persona de bien”.
Pero el caso es que la insultación de Miguel Del Sel ha sido como una pedrada con acompañamiento de gargajo en el pleno rostro de la democracia. La absolución de su “inventor” político, Macri Junior, extenúa los colmos.
Lo peor del caso es que esa insultación minimizada, licuada, traspapelada, por Del Sel y por su mentor, Macri, ha sucedido al amparo de los pulpos medios descomunicadores, de los escribas y conductores que se elogian a ellos mismo cuando se nombran “independientes”.
En fin, que el acto de Miguel Del Sel fue indultado y multiplicado por ese periodismo de mierda que goza de tan buena salud en su enfermedad. Periodismo que por aire, mar y tierra no para de alimentar la “sensación de fin del mundo”, de inocular histeria y paranoia en nuestra sociedad. Mal no le ha ido en esa descarada siembra, a la vista está: un gran sector de nuestra sociedad ha convertido a la paranoia en una ideología y en una religión. Dicho sea: la religión funciona como ideología.
No se puede dejar de lado que hay intelectuales, propietarios de buenos modales y de afanes reconciliatorios, que amparan la impunidad de esta desgraciada suerte de periodismo. Ahí tenemos el parloteo (oportunero en el rescate de los asuntos de nuestro tiempo), de un ejemplar realmente crispado, Marcos Aguinis. Aguinis, Grondona y diario La Nación mediantes, llegó a decir muy suelto que la crisis argentina “más grave de la historia es la que vivimos en el 2002”. Caramba, a este pavo real alzado como “pensador de nuestros tiempos” se le pasó por alto y por bajo el descenso al limbo del infierno de la dictadura de 1976 y años siguientes, cuando se desnucó la condición humana.
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