lunes, 27 de mayo de 2013
La defensa de lo conquistado también se libra en el parlamento Por Felipe Yapur
Durante el discurso que la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, realizó en el multitudinario acto por los 203 años de la Revolución de Mayo y la década de gobierno kirchnerista, dio cuenta de lo que está por venir. Fue muy clara y precisa al asegurar que es el pueblo quien "debe empoderarse" del proyecto político que lleva diez años en el poder. Pero, sobre todo, la jefa de Estado se preocupó en remarcar: "No soy eterna."
Durante el discurso que la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, realizó en el multitudinario acto por los 203 años de la Revolución de Mayo y la década de gobierno kirchnerista, dio cuenta de lo que está por venir. Fue muy clara y precisa al asegurar que es el pueblo quien "debe empoderarse" del proyecto político que lleva diez años en el poder. Pero, sobre todo, la jefa de Estado se preocupó en remarcar: "No soy eterna."
De esta forma, abrió la puerta a una nueva etapa, maravillosa y compleja, que debe transitar el movimiento kirchnerista: su permanencia en el tiempo pero, sobre todo, continuando en el poder sin la exigencia de que la líder, que nadie discute, sea la cabeza del Poder Ejecutivo.
En los últimos actos y discursos, CFK vino dando señales de lo que puede entenderse como una decisión sobre el futuro inmediato del proyecto político que ella conduce. Esto es, no reformar la Constitución nacional para conseguir una nueva reelección presidencial. En más de una oportunidad ha dado cuenta de la necesidad de respetar esa cláusula constitucional que desvela a más de un dirigente kirchnerista. Allí reside la magnitud del "no soy eterna" que pronunció el sábado pasado. CFK ha demostrado, una vez más, que no le escapa a retos que el manual de la política tradicional jamás aconseja.
El sobreponerse al límite constitucional que impide una nueva reelección implica, por un lado, buscar entre los propios cuadros políticos el nombre de esa persona que el Frente para la Victoria (FPV) ofrecerá a la sociedad para continuar con el desarrollo del proyecto político iniciado en 2003.
Son pocos los movimientos políticos que se animan a enfrentar tamaño desafío sin que haya mediado un imprevisto, como la muerte del líder, que los obligue a recorrer este camino. De ser así, como todo parece indicarlo, esta novedad provoca un sano cimbronazo hacia el interior del kirchnerismo que llevará a cada militante pero, sobre todo, a cada dirigente a mostrar los verdaderos motivos que lo llevan a estar dentro de esta estructura que hoy se conoce como FPV.
Y es que están los convencidos, capaces de dar todo porque el modelo perdure en el tiempo. Pero también están los que se suman por su pertenencia al tradicional Partido Justicialista, por más que haya cosas de la jefa política que no compartan y, por qué no, los que con la mirada cortoplacista consideran que no están dadas las condiciones para saltar a otro espacio donde se sientan más identificados y seguir gozando de algunos privilegios. Es de esperar que este último grupo sea minoritario.
Todo movimiento político de masas, como lo es el kirchnerismo, tiene este tipo de personajes y/o sectores en su interior. Algo similar sucede en el chavismo como en el castrismo cubano, en la revolución ciudadana de Rafael Correa, en la Bolivia de Evo Morales, en el PT brasileño e incluso en el Frente Amplio uruguayo.
No hay garantía de que esta novedosa etapa tenga un resultado exitoso pero tampoco la había cuando Néstor Kirchner asumió, ese 25 de mayo de 2003, con apenas el 22 por ciento de los votos y mucho menos luego del traspié de los comicios de 2009. Sin embargo, el kirchnerismo tuvo y tiene una característica que lo distingue del resto de las fuerzas políticas y es que no evitó esas pruebas difíciles, incluso las que parecen imposibles.
Ahora bien, conseguir a la persona que pueda continuar con el proyecto (que para nada implica un final para la participación de CFK) deberá ser resuelto al mismo tiempo en que se gobierna. Lo dijo la presidenta el sábado en Plaza de Mayo e incorporó un actor imprescindible: el pueblo. Los llamó a "empoderarse" de los logros alcanzados. Eso implica hacerse cargo de los derechos conquistados, las reivindicaciones logradas y a comprometerse en su defensa, que no sólo se limita a denunciar la especulación de los empresarios que promueven la inflación, sino que además implica superar aquello que se gobierna a través de los representantes y tomar la democracia como un sistema de participación plena.
En ese listado de tareas también se incluye el custodiar y defender, por ejemplo, las leyes que el Parlamento debate y aprueba. El próximo miércoles, por caso, los diputados del FPV y sus bloques aliados buscarán sancionar dos leyes. Por un lado, aprobar el proyecto que regla la incorporación al Poder Judicial y que es la última de las seis iniciativas que había remitido CFK para comenzar el proceso de democratización de la justicia. Es un comienzo, pero la única forma de transformar ese poder cerrado es comenzar a hacerlo, aunque sea con estas seis leyes. Por otra parte, el recinto de Diputados será el escenario de un extenso debate sobre el proyecto que instrumenta la exteriorización voluntaria de depósitos en moneda extranjera no declarados. La oposición legislativa, que no acompaña el proyecto, insistirá con su rosario de quejas y anuncios de un inminente "apocalipsis" político. En esas bancas las propuestas alternativas han dejado de existir hace tiempo.
Mientras tanto, las verdaderas fuerzas opositoras no cejarán en su intento por debilitar (es decir, destruir) el modelo. Aprovecharán los malestares internos que puede provocar esta tarea de conseguir el relevo para 2015. Pero también harán uso de sus poderosas herramientas, como los medios de comunicación que se resisten a acatar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, para una nueva y oportuna versión del periodismo de investigación sin fuentes. Estos verdaderos adversarios al proyecto que conduce CFK son las grandes corporaciones, los monopolios, los grupos mediáticos e incluso algunas instituciones tradicionales que ya demostraron su capacidad de daño. Los partidos de la oposición, al menos por ahora, fungen como una más de las herramientas con que se valen estos intereses para debilitar al kirchnerismo.
El desafío está planteado. La tarea es más que compleja pero el resultado debe valer algo más que la pena, sobre todo si se tiene en cuenta todo lo que se avanzó en estos diez años y todo lo que se puede perder si el triunfo se lo llevan los que combaten esta década conquistada.
27/05/13 Tiempo Argentino
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