domingo, 5 de mayo de 2013
CULTURA MEDIOS Y PODER PARTE I
Cultura, medios y poder
Por Miguel Russo
mrusso@miradasalsur
La construcción de un relato –lo saben, o lo deberían saber bien, los intelectuales y los periodistas– implica la decisión política, tomada de antemano, de hacerlo realidad. Un antemano que debe prever, también, la verosimilitud de ese relato. En esa realidad, es inobjetable el conflicto que se abrió siempre, a lo largo de la historia, en la relación entre los medios, los intelectuales y el poder. El director de la Biblioteca Nacional y profundo analista del peronismo Horacio González, el narrador y Premio Nacional de Literatura Guillermo Saccomanno, el matemático y periodista Adrián Paenza; la decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata Florencia Saintout y el doctor en ciencias de la información e investigador del Conicet Martín Becerra aportaron –desde sus distintos puntos de vista e ideologías– sus convicciones, sus razonamientos y sus dudas.
Dinero que se pesa en lugar de ser contado para dar una idea de la aparente exuberancia de la cantidad, inundaciones que tienen como único culpable a la lluvia en lugar de investigar responsabilidades para resolver las verdadera causas de la tragedia y un número de víctimas que crece o decrece de acuerdo a las oportunidades, obras realizadas a las que se le buscan coimas que se dan por establecidas de antemano, sospechas que se echan a rodar para levantar la indignación general, supuestos sobre supuestos: el rol del periodismo está bastante tergiversado. Para el periodista exitoso, prevalece “ser” la noticia. Ya no se trata del idílico y purista sentido profesional de contar lo sucedido sin posicionamiento. Y, por supuesto, mucho menos dar cuenta del hecho poniendo en claro desde dónde se para el que lo presenta.
La construcción de un relato –lo saben o lo deberían saber bien los intelectuales y los periodistas– implica la decisión política, tomada de antemano, de hacerlo realidad. Un antemano que debe prever, también, la verosimilitud de ese relato.
En esa realidad es inobjetable el conflicto que se abrió siempre, a lo largo de la historia, en la relación entre los medios, los intelectuales y el poder.
Plantear el conflicto con la decisión de tratar de desentrañarlo, es una tarea imprescindible. Debe pensarse la realidad nacional como un paso absolutamente necesario en el camino de la implantación de un nuevo paradigma (económico, social, político, intelectual, mediático, en síntesis, cultural). Y, leyendo, escuchando, viviendo la realidad, salta a la vista que sólo el proyecto político kirchnerista parece dispuesto a llevar adelante ese paso, habida cuenta del descalabro opositor que sustenta toda su argumentación en la sospecha, el descrédito y un ordenamiento simbólico que tiene como piedra fundacional, como basamento último, la indignación.
Con esa premisa, Miradas al Sur buscó las voces de cinco referentes del universo cultural argentino. El director de la Biblioteca Nacional y profundo analista del peronismo Horacio González, el narrador y premio Nacional de Literatura Guillermo Saccomanno, el matemático y periodista Adrián Paenza, la decana de la facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout, y el doctor en Ciencias de la Información e investigador del Conicet Martín Becerra aportaron –desde sus distintos puntos de vista e ideologías, siempre haciendo primar su sinceridad y compromiso intelectual– sus convicciones, sus razonamientos y sus dudas. La posibilidad o imposibilidad de las palabras, el rol de la comunicación en tiempos de hipercomunicación, el desafío de pensar en consonancia con la conflictividad social, la búsqueda de que el mensaje llegue de manera clara y precisa, la necesidad de disputarle al mercado su cetro de regidor de la tarea intelectual o la transparencia del pensamiento hecho público son algunas de las cuestiones abordadas.
La película Infierno en Tánger arrancaba con una afirmación que podría trasladarse –textual– a ciertos periodistas e intelectuales que la adoptarían de inmediato a su batería de certezas: “No hay gente buena o mala, sólo hay situaciones”. Se trata de desmadejar ese tipo de consignas, de construir sobre las tensiones propias del conflicto, sin perderlo de vista pero sin potenciarlo mediante la búsqueda desesperada de “razones” que dinamiten la posibilidad de avanzar.
GB
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