viernes, 24 de mayo de 2013
Suplemento Cultura Popular “Daniel Viglietti canta desde este lado de la trinchera”
Suplemento Cultura Popular “Daniel Viglietti canta desde este lado de la trinchera”
Nicolás Casullo, en este artículo de septiembre del ´71, reseña las vicisitudes de un recital de Viglietti en el Ópera. “De pronto cientos de voces cobijadas por las estrellitas del cielo raso del Ópera: Lucha, lucha armada, viva el Che Guevara”.
Revista Nuevo Hombre Año I 29/09/1971
RECITAL Sitrac-Sitram En el cine Ópera
Daniel Viglietti
La salida fue a las tres y media de la mañana. Las puertas del cine Ópera volvieron a escuchar los estribillos y los volantes flameando decían: Montoneros. Ya a esa altura los autos patrulleros habían estacionado frente al cine. Tres horas antes, empezaron a llegar: cuando tres mil personas interrumpieron el tráfico de Corrientes y se agolpaban sobre aquellas mismas puertas pugnando por abrirlas, pipas, divinas universitarias. Alguien dijo: bueno, abrí las puertas. Y “penetró” la manifestación al cine Ópera. Estallaron dos cristales (material con que están confeccionadas dichas puertas que alguien ordenó abrir). La masa humana tomó la planta Ópera-Lococco.
Indetenibles. Ni las entradas ni las respectivas numeraciones fueron respetadas. En los pasillos, corredores, arriba y abajo el acto relámpago decidió perpetuarse. De pronto cientos de voces cobijadas por las estrellitas del cielo raso del Ópera: “Lucha, lucha armada, viva el Che Guevara”. Una voz desde un parlante solicitaba lo que muchos ultraizquierdistas entendieron como un llamado a la legalidad burguesa. La voz exigía nada menos que “toda esa marea humana” regresase a la calle, y volviese a introducirse, con la entrada en la mano derecha. Repentinamente un vigilante cruza el escenario, erecto y marcial. El abucheo y la rechifla de la asamblea se esparcen por el acogedor decorado del cine Ópera. Una garganta lanza la consigna: ¡Todos al acto combativo de Sitrac Sitram del 22! Ulula el pueblo en respuesta. Ciertos encorbatados sobre el escenario miran y retroceden, vuelven y se tropiezan. De golpe: la toma del escenario, muchedumbre sobre las tablas suben y suben. Solo dejan un pequeño círculo en el centro, vacío. Iluminado, con tres micrófonos apuntándolo. Allí se ubica, recibido por miles de palmas que aplauden, Daniel Viglietti.
El uruguayo cantará, sin ningún tipo de histrionismo ni histerismo. Le cantará a Guevara, a Camilo Torres, a los estudiantes, a las guerrilleras. Contará de los tupamaros sin nombrarlos, hablará del Sendic, del cojo Maciel, dirá con música, con una guitarra pausada, que crece, que desaparece, dirá con una letra, coherente en lo político e ideológico, zonas de la epopeya de una liberación que se asume un continente.
Por supuesto, burocracias sindicales, culturas oficiales impiden que Daniel Viglietti sea escuchado por más gente de la que estuvo ahí. Sin embargo la trayectoria de Viglietti se percibe sin confusión. No usufructúa con un “temario” como los denominados “cantores de protesta”. No, Viglietti canta desde este lado de la trinchera. Cumple una función en esta larga marcha, aunque casi no tiene a nadie acompañándolo, en cuanto a la actualización y el rigor ideológico que expone. Reconoce antecedentes. Ojalá produzca discípulos.
NC.
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