viernes, 20 de febrero de 2015

Por Juan Carlos Junio Reaccionar con furor Los enemigos que se ganó este proceso de ampliación de derechos y de profundización de la justicia social.

La ofensiva de la derecha local a partir del caso Nisman forma parte de una acción internacional tendiente a desestabilizar y en lo posible liquidar a los gobiernos populares.
Cabe advertir sobre lo paradojal de la movilización 18F, tanto en términos de sus convocantes, como en sus demandas y su presentación como "neutral y apolítica". Es conocido que el grupo minoritario de fiscales impulsores de la movida tiene miembros denunciados por familiares de las víctimas de la AMIA, por obstaculizar la investigación o dilatarla deliberadamente. Los medios hegemónicos ocultaron que frente a estos seis fiscales hay más de 80 que se expresaron contra la iniciativa, a la que califican como parte de un proceso más ambicioso de deslegitimación del gobierno en general y de la Presidenta de la Nación en particular.
Ante un escenario que se va complejizando día a día, la ubicación de nuestra coyuntura política en el marco internacional resulta muy valiosa para un mejor entendimiento. Si bien en nuestra Patria chica la derecha criolla intenta instalar la idea del "fin de ciclo kirchnerista", en el mundo estamos viviendo un cambio de época que despierta violentas reacciones de los grupos de poder públicos y privados que ven cuestionada su hegemonía.
Repasemos: en el plano geopolítico emergen bloques regionales y nuevas alianzas –UNASUR/CELAC, BRICS, etc.– que cuestionan el equilibrio de poder preexistente, hegemonizado por EE UU y sus aliados europeos. En la economía, el imparable crecimiento y predominio del capital especulativo –tanto el legal, como el subrepticio e ilegal–potencia la hipótesis de nuevas crisis agudas del sistema; y cuando se generan temblores estructurales los Estados capitalistas reaccionan cortando el hilo por lo más delgado y solventan con recursos públicos las maniobras irresponsables o directamente dolosas de los bancos, descargando la crisis sobre las mayorías populares. El reciente triunfo de Syriza en Grecia y la posible victoria de Podemos en España dan cuenta de que en Europa nada volverá a ser como es. Cierto es que también han recrudecido núcleos políticos fascistas y filo nazis.
Si bien el capitalismo desde sus inicios ha sido salvaje, en su fase actual genera gravísimos daños sociales: según la organización OXFAM, el 1% más rico de la población mundial se queda con el 48% de la riqueza planetaria.
No sólo se concentra la riqueza como nunca en la historia humana, sino que el sistema capitalista va incorporando elementos políticos, ideológicos y militares cada vez más coercitivos y violentos. Es por ello que los sectores más agresivos del complejo militar industrial norteamericano, los fondos buitre, los oligopolios mediáticos y las derechas locales están ocupados en sembrar conspiraciones, confusión y terror para retrasar, de la manera más eficaz y por el mayor tiempo posible, los cambios profundos que ya se visualizan en el horizonte histórico.
El caso de América Latina y El Caribe resulta paradigmático. Las corporaciones y el poder global vienen operando en todos nuestros países para frenar el proceso de integración regional y de superación del proyecto neoliberal thatcherista.
En estos 15 años de gobiernos populares, progresistas y transformadores se han reparado muchas de las brutales consecuencias de la aplicación de políticas contra los pueblos. El caso argentino es un ejemplo de ello. En 2003, al inicio de este ciclo político, había un 53% de pobreza, un 24% de desempleo, las jubilaciones estaban privatizadas y congeladas y un gran porcentaje de jubilados no tenía cobertura. En estos años, la pobreza bajó al 17%, el desempleo al 6,9% a partir de la creación de 6 millones de puestos de trabajo; se reestatizaron los fondos de jubilación y se establecieron por ley dos incrementos anuales del beneficio jubilatorio, alcanzándose la cobertura de 95% del universo de nuestros mayores. El listado de logros es tan grande como el de enemigos que se ganó este proceso de ampliación de derechos y de profundización de la justicia social.
A nivel global, existe un cuadro social y cultural muy distinto al de hace apenas una década. Hoy emergen polos mundiales de poder de carácter contrahegemónico y van germinando proyectos y sujetos sociales y políticos con la mira puesta en transformar la sociedad, redistribuyendo riquezas económicas y con un sentido de reafirmación de las historias e identidades nacionales. 
El mundo de hoy es irreconocible con respecto a lo vivido en el último cuarto del siglo XX, y se visualiza que en un futuro próximo estaremos en presencia de un orden mundial radicalmente diferente, con grandes mutaciones en sus estructuras políticas, liderazgos, dinámicas regionales, nacionales y del planeta en su conjunto.
En tal sentido, los latinoamericanos somos un ejemplo por haber decidido ser, de una vez y para siempre, nosotros mismos. Esas decisiones de libertad no transcurren en un pacífico transitar de puras victorias sino en un complejo camino que tiene avances y retrocesos.
La promoción de la guerra, el odio racial, el estímulo de conflictos interétnicos; los asesinatos en Ayotzinapa, las actuales acciones destituyentes contra la presidenta en Brasil, la promoción del caos económico en Venezuela, el intento desestabilizador y antidemocrático en nuestro país, todo acompañado por una potente campaña mediática mundial, da cuenta de que los viejos poderes no se van a retirar pacíficamente. Muy por el contrario, reaccionan con furor ante el avance de los pueblos.
Como Nuestra América es parte de un mundo que se revela y renace, se registran fenómenos que Antonio Gramsci ya vislumbró en un tiempo histórico de derrotas de la clase obrera italiana y advirtió, a propósito de las crisis orgánicas, como procesos en los que lo viejo no terminaba de morir y lo nuevo no terminaba de nacer. En su Italia natal bajo la égida del fascismo, señalaba que en tales transiciones se registran los fenómenos más morbosos. Sin embargo, el nacimiento de lo nuevo es inexorable.
Frente a la reacción del poder mundial y sus asociados locales, emerge la responsabilidad y la voluntad de defender lo conquistado y proyectar un futuro de justicia social, frente a las propuestas oscurantistas que van a contramano de la historia.

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