jueves, 12 de febrero de 2015

LA PRESION DEL GRUPO TECHINT NO SOLO APUNTA AL GOBIERNO El juego que mejor conoce

Por Raúl Dellatorre
Al repasar la historia de la relación entre el grupo Techint y los gobiernos del kirchnerismo, desde 2003 a la fecha, parecería apropiado hablar de “un vínculo oscilante”, con momentos de odio casi extremo y otros de asociaciones amistosas de conveniencia mutua. Pero más que la contradicción, lo que caracteriza a esta relación de poder y, en particular, a la actitud del grupo Rocca, es un manejo “típico” de corporación poderosa en relación con un gobierno al que sabe con capacidad de mando y de intervención en la economía. Atacar, diferenciarse, presionar y negociar, cada paso en el momento debido, pero respondiendo siempre a un mismo objetivo, a una misma estrategia de negocio: sacarle el mayor provecho posible a esa relación. El actual episodio, de condenar públicamente la asociación estratégica del Gobierno con China, pero a la vez buscar la mayor participación en el negocio, no escapa a esa lógica permanente, aunque de tácticas cambiantes.
El grupo Techint, la principal corporación empresaria en el tablero económico argentino, tiene desplegados sus tentáculos en diferentes ámbitos del negocio, y debe atender a varios de ellos a un mismo tiempo. El papel que jugó el representante del grupo Rocca en la conducción de la UIA, Luis Betnaza, impulsando un documento fuertemente crítico contra el gobierno por los acuerdos firmados con China, respondería a varios de esos intereses simultáneos.
La central fabril está muy próxima a elegir una nueva conducción, en el mes de abril, justamente en un año electoral en la escena nacional. Mirando a esa circunstancia, está claro que Techint eligió ubicar a la UIA en un lugar distanciado del Gobierno, si fuera posible de enfrentamiento. Y, dentro de esa posición, aparecer como quien la lidera. Esta táctica apunta a volver a ubicar a Techint como grupo dominante en el proceso electoral interno pero, a la vez, a la UIA como primus inter pares en el espectro del establishment, que comparte con la Sociedad Rural, la Cámara de Comercio, la Cámara de la Construcción, la Bolsa de Comercio y la Asociación de Bancos Privados de Argentina.
A su vez, Techint no desatiende su relación particular con el Gobierno, y en especial su participación en la obra pública y en la actividad petrolera (hoy dominada por una YPF controlada por el Estado). Cuestionar el principal acuerdo global del Gobierno es hacerle saber su disgusto por no haber ocupado un lugar privilegiado en el mismo, sentado junto a un ministro o en alguna otra poltrona cercana a la de la Presidenta, aunque sin renunciar a participar en el negocio. Es como advertirle al Gobierno que no le va a resultar gratuito “cortarse solo” sin reconocerle el espacio que históricamente ocuparon las corporaciones en este tipo de relaciones y convenios.
El problema no es el origen del capital ni las formas de operar de la economía china. Techint, como todas las grandes corporaciones mundiales, hacen negocios con China, buscan ampliar su horizonte en ese país y se sirven del financiamiento de sus bancos. Se entienden mejor con los capitales estadounidenses, pero no reniegan de la relación con esta nueva potencia. El problema es que en esta negociación se sintió relegada. Y Techint, respondiendo a sus características, lo hizo saber. Al Gobierno, con el que volverá a sentarse a negociar. A sus pares empresarios, mostrándose como la voz más potente. Y a la oposición, ante la cual en un año electoral se muestra enfrentado con el Gobierno, recordándole su condición de referencia ineludible para ese sector.

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