En el balance de estos 204 años de vida, la "Argentina" semicolonial ha resultado clara vencedora. Su inserción en un "mundo" a imagen y conveniencia de sus intereses ha sido la clave del éxito. Sus clases dominantes, crecidas y desarrolladas desde la conquista española en función del mercado externo, se vieron obligadas a formarse en el arte del comercio y las relaciones internacionales para forjar aliados en calidad de socios, en una mancomunidad vital a su supervivencia. ¿Por qué? Sencillamente porque las élites fueron y serán siempre una insignificante minoría. Y en un país aún "en vías de autosuficiencia y emancipación" (en lugar de "en vías de desarrollo"), una minoría antipopular sin apoyo externo está condenada al fracaso, esto es, está absolutamente imposibilitada de someter a las masas y de ahogar las experiencias populares y democráticas germinadas de tanto en tanto al calor de las crisis del capitalismo internacional o de las catástrofes de administraciones locales (de facto o pseudodemocráticas) genocidas de pueblo e industrias. Qué pide el extranjero a cambio del apoyo brindado a sus socios de la semicolonia: un mercado estable y próspero para sus bancos, empresas y manufacturas (apertura indiscriminada, mercado interno pauperizado, excedentes exportables, dependencia financiera, industrial, científica y tecnológica, etc.). El extranjero, socio de esas clases dominantes, instará a su vez a sus propios socios a tender un cerco común sobre cualquier intentona independentista surgida de la semicolonia. ¡Nada de financiar la creación de capitalismo autóctono y autónomo! ¡Nada de financiar y construir obras energéticas que mejoren la calidad de vida de la plebe! ¡Nada de satélites que hagan al granero del mundo posar su atención en el espacio! ¡Todo al suelo y a la tierra, que son granero del mundo! En fin, las semicolonias deben ser prósperas para los de afuera, mientras que subdesarrolladas, empobrecidas y excluyentes para los de adentro. El círculo virtuoso de la dependencia cierra así perfectamente, se retroalimenta y se torna casi invencible. En este sentido, la alianza estratégica con China –una pieza más aunque vital de la geopolítica internacional desplegada por nuestro país desde 2003– viene a romper dicho círculo; viene a desafiar la geopolítica de la semicolonia enquistada en el antiguo territorio de las Provincias Unidas desde la derrota del Plan de Operaciones.
LA PATRIA NO ES EL OTRO... ¡LA PATRIA ES LA ESTANCIA!
Los recientes acuerdos suscriptos entre la Argentina y la República Popular China suscitaron el rechazo generalizado de la oligarquía doméstica y la gran burguesía mercantilista y parasitaria aglutinada en la Unión Industrial Argentina. Que nos endeudaremos de por vida; que nos devorará el imperialismo chino; que los chinos nos arrebatarán nuestras tierras, etc. El nacionalismo conservador suele brotar graciosa y espasmódicamente ante acuerdos de esta naturaleza. La Patria no es "el otro" para esta gente... ¡la Patria es la estancia! (y si el país puede repetir el récord del Centenario en la relación vacunos/habitantes de 4 a 1, ¡más Patria aún!). A propósito de los dichos de la UIA –oportunamente retrucados por el vicepresidente de ADIMRA, Juan Carlos Lascurain– importa decir que la primera, proclamada campeona del librecambio, deviene en furiosamente proteccionista toda vez que ve peligrar sus intereses, que por desgracia y en definitiva son los de las cámaras de comercio británica y estadounidense en la Argentina, intereses compatibilizados entre hoyo y hoyo en el Golf de San Isidro, y rubricados posteriormente durante algún festín del célebre y anual US Open del mismo deporte.
LAS PESADILLAS DE LOS PARALIZADORES DE YACYRETÁ Y ATUCHA II
En un artículo escrito esta semana con Ricardo De Dicco, director de Investigación Científica y Tecnológica del Observatorio OETEC, respondimos a los endeudadores seriales del pueblo argentino acerca de su preocupación de la cuestión financiera derivada de las obras energéticas acordadas con la República Popular China. En relación a las nuevas represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, cabe decir en primer lugar que las mismas tendrán unos 1.740 MW de potencia, aportarán el equivalente al 4% de la demanda nacional de energía y generarán entre 15 mil y 20 mil puestos de trabajo directos e indirectos, implicando la futura sustitución de 1200 millones de dólares en importación de hidrocarburos. Asimismo, es clave destacar que los acuerdos incluyen transferencia tecnológica y la contratación de proveedores locales para los desarrollos de las obras civiles, equipos y montajes electromecánicos para la interconexión eléctrica, playa de 500 KV, transformadores, etc. Para los paralizadores de Yacyretá, estas dos enormes represas constituyen una horrible pesadilla. Para los ejecutores especializados en cierres y quiebras masivas de centenares de miles de pymes, la incorporación de industria nacional en las represas como en la 4ª y 5ª centrales nucleares es mucho más que una horrible pesadilla. Y para los endeudadores seriales y los amantes de inversiones extranjeras especulativas e improductivas, el hecho de que gracias al financiamiento de organismos chinos, las obras comenzarán a pagarse una vez operativas comercialmente (se pagarán con la propia energía generada y vendida a CAMMESA), la pesadilla muda en insoportable realidad.
BLINDAJE CHINO
A diferencia de lo acontecido con los gobiernos nacionales y populares durante los siglos XIX y XX, la Argentina del Bicentenario ha parido y viene consolidando una muy robusta geopolítica de la emancipación. A su alianza con Brasil y el fomento permanente del Mercosur, la creación de la Unasur, la CELAC y el Consejo de Defensa Suramericano, entre otros hitos regionales, debemos ahora agregar la asociación estratégica con China (además de los avances con Rusia, entre otros actores no occidentales). Que una Argentina en vías de ser otra cosa que eterno proveedor de rumiantes y clorofila se alíe a un país como China es algo inédito en nuestra historia y debe trascender los planteos (en su mayoría del propio campo popular) de si las condiciones del intercambio (manufacturas/materias primas) son o no son las óptimas o convenientes. China se guía por sus propios intereses, pero se trata de una potencia que a la hora de extender sus influjos y consolidar sus mercados interno y externo sale del patrón de expansión hegemónica (imperialista) anglo-sajón. La nueva alianza sino-argentina será fructífera y colaborará con un desenvolvimiento genuino y progresivo de nuestras fuerzas productivas si la creatividad nacional y popular y la decisión política están, como lo indican los recientes acuerdos, a la altura de las necesidades de nuestra irresuelta cuestión nacional. La alianza y la asociación estratégica con China ya trasciende los planos meramente financiero y comercial: comienza a servir para blindar los avances y las conquistas sociales, industriales, científicas, tecnológicas y energéticas de los últimos once años contra futuros embates privatizadores y derogadores. Y no está mal blindarse con socios extranjeros: ¡Desde 1810 que los enemigos domésticos del pueblo argentino nos tienen a maltraer gracias al auxilio foráneo!
DOS POTENCIAS DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL EN ASCENSO
El desafío es inmenso y la oportunidad única. De la misma manera que una Argentina miembro destacado del G20, que ha logrado persuadir a los líderes del mundo emergente y de las naciones en "vías de autosuficiencia y emancipación" de que es posible sortear la crisis del capitalismo financiero y especulador sin recurrir a Friedman y Hayek; de que es posible reestructurar deuda y desendeudarse sin caer en el FMI ni en las garras del terrorismo financiero y especulador occidental, la República Popular China demuestra al mundo (y específicamente a los presuntos civilizados de Occidente) que se puede trabajar y avanzar en un nuevo orden de las relaciones internacionales basadas en una cooperación de tipo "win-win". En efecto, el especialista Wu Baiyi del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Academia China de Ciencias Sociales nos explica esa distinción clave: "China está experimentando con algo que ninguna otra gran potencia ha intentado antes: convertir en principio básico de las relaciones internacionales a la cooperación equitativamente provechosa entre naciones ["win-win"]. Bajo este nuevo liderazgo, China ha practicado articuladamente un enfoque más equilibrado a la hora de defender principios y buscar intereses, con el eje puesto en negociaciones basadas en la buena fe, la amistad, la justicia y la fuerza moral". Queda claro por qué ni a la semicolonia ni a sus socios extranjeros les conviene que dos potencias del nuevo orden mundial en ascenso como son la Argentina y China consoliden su alianza y asociación estratégica.
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