Vuelvo a España cuando España está de vuelta. Quedan atrás los tiempos tristes de un país aplastado por las políticas de ajuste impuestas por el PSOE y profundizadas por el PP. Queda atrás la situación de un pueblo indefenso frente al consenso bipartidista que inducía al país a las políticas de la Troika.
De la indignación a la disputa por la hegemonía en un país con una larga y linda trayectoria de izquierda, pero que a la vez ha sufrido también golpes muy duros. Entre ellos, el paso de la resistencia a la adhesión de los socialistas a la OTAN. La misma resistencia del gobierno de Zapatero a adherir a la austeridad y la vergonzosa adhesión, a la que no ha faltado siquiera Obama declarando que había llamado al día anterior a Zapatero, confesando que fue la última presión a la que cedió el gobierno del PSOE.
Hasta ahora, todas las noticias que llegaban de España eran entre malas y pésimas. Entre el nivel escandaloso de desempleo, incluyendo el dato escandaloso del desempleo entre los jóvenes, hasta la exclusión de los derechos fundamentales, sobre todo de los más débiles, incluyendo la gran mayoría de los inmigrantes, que habían construido con sus manos el boom económico –en gran medida de la construcción civil– del período anterior a la recesión.
La situación social no ha mejorado, aunque el gobierno revele que, estadísticamente hablando, el peor momento de la recesión ya habría quedado atrás. La cara de la crisis está siempre por las calles: jóvenes y personas mayores pidiendo limosna, tachos de basura como fuente de alimento, comercios cerrados, gente por las calles sin nada que hacer.
Pero esta vez ha aflorado una inmensa crisis de representación política y los dos partidos tradicionales, responsables de las crisis, se debilitan aceleradamente. Lo que otras fuerzas de la izquierda no han logrado, Podemos lo está logrando: construir una fuerza propia de la izquierda, alternativa al PP y al PSOE.
Se instaura el pánico en esos partidos y en los medios de comunicación tradicionales. Empieza el festival de acusaciones personales, de intentos de descalificación de Podemos, de denuncias de “bolivarianismo”, de “populismo”, de retrocesos. En momentos en que pierden apoyo, buscan generar rechazos a Podemos en los sectores conservadores, procurando colocar un dique de contención en la sangría de sus irrecuperables partidos. Es el pánico de las elecciones de este año, cuando los dos partidos tradicionales, que ocupaban cómodamente, por rotación, el espectro político, pueden ser radicalmente desplazados.
Mientras estaban los indignados, hasta les encontraban cierta gracia, cierta frescura. Pero ahora, que ven a ese intruso de Podemos disputarles la dirección del país, disparan, juntos, todos los fuegos sobre la nueva organización.
Las novedades de Syriza y de Podemos se enfrentan a los desafíos de crear los nuevos caminos de la lucha antineoliberal en Europa. Se deparan los desafíos cantados por Pablo Milanés en “Los caminos”:
“Los caminos que encontramos hechos
son desechos de viejos destinos.
No crucemos por estos caminos
porque sólo son caminos muertos”.
De cualquier forma, el futuro de España y de la izquierda española dependen hoy de Podemos. Como el destino de Grecia y de la izquierda griega dependen hoy de Syriza. Y, a lo mejor, los destinos de Europa y de la izquierda europea dependen hoy de Syriza y de Podemos.
17/02/15 Página|12
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