La apelación al silencio en el Miércoles de Cenizas de 2015 quedará en la memoria colectiva, para una numerosa minoría, como una jornada en que desfilaron por las calles del centro porteño agrupados detrás de una consigna difusa en la que desde la corporación judicial se reclamó, justamente, justicia para que se esclarezca la muerta del fiscal Alberto Nisman, un deceso dudoso, que está siendo investigado por otra representante del Poder Judicial, la fiscal Viviana Fein.
Fueron miles y miles los ciudadanos que reclamaron justicia, encolumnados detrás de los fiscales Guillermo Marijuan, Carlos Stornelli, José María Campagnoli, Raúl Pleé y otros miembros de la familia judicial, quizá sin tener muy presente la trayectoria de semejantes integrantes de dicha corporación.
La sociedad argentina tiene experiencia en marchas multitudinarias, muchas de ellas, como efímeras expresiones coyunturales. El caso Blumberg, que congregó a decenas de miles en el Congreso en reclamo de mayor seguridad y mano dura, es un ejemplo. Marcó la agenda mediática de aquellos días y llevó a la dirigencia política, con representación parlamentaria, a cometer el error de endurecer leyes punitivas como solución mágica.
Hubo también otras marchas opositoras al gobierno kirchnerista, como la del 8N, que convocaron según los propios medios hegemónicos, a más cantidad de personas que las que se movilizaron ayer.
Los efectos del 18F habrá que analizarlos con el tiempo. Qué dejará la apelación al silencio que impusieron los organizadores, tratando de emular a las multitudes francesas acongojadas tras la masacre en Charlie Hebdo, por caso, en otra pieza más de la sincronizada maquinaria montada hace tiempo y echada a rodar hace más de un mes, es una incógnita. Lo concreto es que ayer se expresó un sector de la sociedad en plenitud de las libertades democráticas, pero paradójicamente, con la intención de sus organizadores de erosionar a un gobierno electo por las mayorías.
El silencio no es salud.
iNFO|news
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