Por Alberto Dearriba
Las declaraciones públicas de la testigo Natalia Fernández, quién describió un jolgorio en departamento de Alberto Nisman durante las pericias ordenadas por la fiscal Viviana Fein, tienden obviamente a desprestigiar una investigación que hasta el momento sólo ha dado pruebas de un suicidio, salvo el barrido electrónico que no halló restos de la deflagración de un disparo en las manos del muerto.
La joven camarera de un restaurante de la zona fue llevada por prefectos al departamento del fiscal a las 2 y permaneció allí hasta las 8, junto a unas 50 personas que tomaron mate, comieron medias lunas, le ofrecieron café y tocaron todo sin cuidado alguno.
La fiscal debió salir a desmentir por "descabelladas" estas declaraciones pocos días después que los peritos de parte convocados por la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman, hallaran pelos que no se sabe hasta ahora a quién pertenecen, cerca del baño en el que apareció muerto el fiscal.
El hallazgo de los pelos un mes después de la muerte del fiscal fue celebrado como un gol por quienes se afanan por probar que no se trató de un suicidio, sin tener siquiera en cuenta que decenas de personas pasaron por el departamento de Nisman después de su muerte sin usar cofia.
La marcha variopinta de hoy –en la que participan antisemitas, fiscales que embarraron la cancha de la causa AMIA, reivindicadores del genocidio argentino, un jefe de gobierno acusado de espiar a los familiares de las víctimas de mutual judía y otros ilustres gorilas– sumada a la alegría por el hallazgo de los pelos y las declaraciones de la joven testigo revela que la mayoría de los opositores al gobierno no intentan hallar la verdad, sino convencer a la población de que se trata de un crimen político.
La muerte de Nisman encierra hasta ahora un misterio que da para que los argentinos den rienda suelta a su imaginación y a todo tipo de teoría conspirativa. La propia presidenta de la Nación pasó de admitir la posibilidad de un suicidio a inclinarse por un crimen. Pero hasta el momento, las pruebas recogidas por la fiscal Fein indican que no hubo otra persona en el lugar del hecho, por lo que guste o no, se trataría de un suicidio.
En verdad, no existe la certeza absoluta de que el fiscal se quitó la vida, pero tampoco hay pruebas de que lo mataron. Sin embargo, la oposición no hace más que buscarle el pelo al huevo de las pruebas recogidas por Fein, con el objetivo claro de desprestigiar la hipótesis del suicidio. Inducen a la población hacia el consenso de un crimen para arrojar sospechas sobre el gobierno. Pero lamentablemente para los opositores, Fein no ha hallado evidencias de la existencia de un tercero en el momento de la muerte de Nisman. Nuevas pericias pueden cambiar el curso de la investigación, pero por el momento, eso está por verse.
La adscripción política de los referentes de la marcha indica claramente que no se trata de un homenaje a Nisman ni de la búsqueda de la verdad, sino del aprovechamiento partidario y electoral de una muerte de por sí dudosa.
No está mal que un sector de la sociedad se exprese, lo que parece tramposo es el modo en que se presenta la marcha. No pueden pedir justicia porque allí hay muchos de los que deben hacerla.
No pueden compartir consignas porque poseen contradicciones. Pero están de acuerdo en moverle el piso a Cristina Fernández. Y sipara ello es necesario acusarla de asesina, no tienen pruritos.
En la vereda de enfrente, quienes durante años marcharon en reclamo de la verdad y la justicia, no pueden oponerse ahora a esta manifestación de quienes difícilmente hayan participado de un reclamo por la muerte de Kosteki y Santillán, de Pablo Ferreira o la desaparición de Julio López.
La democracia conquistada mientras muchos miraban para otro lado, otorga la posibilidad de expresarse a todos y es bueno que muchos se saquen la careta. Lo que no es digerible es que estén buscando la verdad.
En realidad, le están buscando el pelo al huevo para demostrar lo que les gustaría que fuera: un asesinato político.
La joven camarera de un restaurante de la zona fue llevada por prefectos al departamento del fiscal a las 2 y permaneció allí hasta las 8, junto a unas 50 personas que tomaron mate, comieron medias lunas, le ofrecieron café y tocaron todo sin cuidado alguno.
La fiscal debió salir a desmentir por "descabelladas" estas declaraciones pocos días después que los peritos de parte convocados por la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman, hallaran pelos que no se sabe hasta ahora a quién pertenecen, cerca del baño en el que apareció muerto el fiscal.
El hallazgo de los pelos un mes después de la muerte del fiscal fue celebrado como un gol por quienes se afanan por probar que no se trató de un suicidio, sin tener siquiera en cuenta que decenas de personas pasaron por el departamento de Nisman después de su muerte sin usar cofia.
La marcha variopinta de hoy –en la que participan antisemitas, fiscales que embarraron la cancha de la causa AMIA, reivindicadores del genocidio argentino, un jefe de gobierno acusado de espiar a los familiares de las víctimas de mutual judía y otros ilustres gorilas– sumada a la alegría por el hallazgo de los pelos y las declaraciones de la joven testigo revela que la mayoría de los opositores al gobierno no intentan hallar la verdad, sino convencer a la población de que se trata de un crimen político.
La muerte de Nisman encierra hasta ahora un misterio que da para que los argentinos den rienda suelta a su imaginación y a todo tipo de teoría conspirativa. La propia presidenta de la Nación pasó de admitir la posibilidad de un suicidio a inclinarse por un crimen. Pero hasta el momento, las pruebas recogidas por la fiscal Fein indican que no hubo otra persona en el lugar del hecho, por lo que guste o no, se trataría de un suicidio.
En verdad, no existe la certeza absoluta de que el fiscal se quitó la vida, pero tampoco hay pruebas de que lo mataron. Sin embargo, la oposición no hace más que buscarle el pelo al huevo de las pruebas recogidas por Fein, con el objetivo claro de desprestigiar la hipótesis del suicidio. Inducen a la población hacia el consenso de un crimen para arrojar sospechas sobre el gobierno. Pero lamentablemente para los opositores, Fein no ha hallado evidencias de la existencia de un tercero en el momento de la muerte de Nisman. Nuevas pericias pueden cambiar el curso de la investigación, pero por el momento, eso está por verse.
La adscripción política de los referentes de la marcha indica claramente que no se trata de un homenaje a Nisman ni de la búsqueda de la verdad, sino del aprovechamiento partidario y electoral de una muerte de por sí dudosa.
No está mal que un sector de la sociedad se exprese, lo que parece tramposo es el modo en que se presenta la marcha. No pueden pedir justicia porque allí hay muchos de los que deben hacerla.
No pueden compartir consignas porque poseen contradicciones. Pero están de acuerdo en moverle el piso a Cristina Fernández. Y sipara ello es necesario acusarla de asesina, no tienen pruritos.
En la vereda de enfrente, quienes durante años marcharon en reclamo de la verdad y la justicia, no pueden oponerse ahora a esta manifestación de quienes difícilmente hayan participado de un reclamo por la muerte de Kosteki y Santillán, de Pablo Ferreira o la desaparición de Julio López.
La democracia conquistada mientras muchos miraban para otro lado, otorga la posibilidad de expresarse a todos y es bueno que muchos se saquen la careta. Lo que no es digerible es que estén buscando la verdad.
En realidad, le están buscando el pelo al huevo para demostrar lo que les gustaría que fuera: un asesinato político.
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