“Sólo la maravillosa calidad de la poesía deGelman pudo relegar en la consideración pública su obra periodística”, dijo Verbitsky.
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara rindió un merecido homenaje al poeta fallecido este año. Su viuda, su nieta y el periodista y escritor detallaron sus facetas y su lucha, en una charla inevitablemente salpicada de referencias a Ayotzinapa.
Por Silvina Friera
Desde Guadalajara
“Si Juan estuviera aquí, haría lo que vamos a hacer nosotros ahora: hablar de México y los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa”, subrayó Horacio Verbitsky en el homenaje a Juan Gelman realizado en la 28ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) junto a la viuda del poeta, Mara La Madrid, y la nieta, Macarena. “Esperamos que sea el punto de partida del Nunca Más mexicano, como el que hemos logrado dar en la Argentina y que aquí se hace absolutamente imprescindible”, comparó el periodista y escritor. Los tres desplegaron una fotografía de 43 alumnos argentinos del Colegio Nacional de Buenos Aires con la leyenda “con vida los llevaron, con vida los queremos” y las banderas de ambos países. “Sólo la maravillosa calidad de la poesía de Gelman pudo haber relegado a un segundo plano de la consideración pública su obra periodística, que de otro modo luciría con brillo propio para todo el mundo”, planteó Verbitsky sobre el poeta y periodista con quien compartió 50 años de trabajo en distintos medios gráficos de la Argentina, desde la revista Confirmado hasta Página/12.
Verbitsky entrevistó a Mara para un suplemento especial que publicó este diario. “Me contó un diálogo que tuvieron un día antes de la muerte; estuvo lúcido hasta el último instante, supo exactamente lo que estaba sucediendo y miró de frente el momento definitivo de su vida. Cuando ya tenía poca voz, estaba preocupado porque tenía el cierre de la nota semanal de Página/12: ‘No voy a poder escribir la nota’. Mara le dijo que todo no se puede. Y Juan le dijo: ‘¿De qué voy a vivir?’. ‘Casi lo mato’, dijo Mara”, recordó el presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). La primera nota que el periodista y poeta publicó desde París fue la cobertura del juicio a Klaus Barbie, “el carnicero de Lyon”, el torturador y asesino del líder de la resistencia francesa, Jean Moulin. A partir de septiembre de 2001 hizo un seguimiento minucioso de la denominada “guerra contra el terrorismo” y todas las atrocidades que en su nombre se cometieron. También escribió sobre la Shoá, sobre la masacre de palestinos en Israel, los asesinatos seriales de (George) Bush y (Barack) Obama en Afganistán e Irak, las dictaduras de Africa y América, “notas con datos duros, más que con juicios de valor”, analizó Verbitsky y comentó que se ocupó también de México, viajó a la selva Lacandona para entrevistar al Subcomandante Marcos; y que escribió artículos sobre pintores, escritores, científicos, cineastas, músicos y actores.
“Al hablar de esos escritores, estaba hablando también de sí mismo. En un artículo sobre Ezra Pound y Céline dice: ‘La ideología de un escritor es sólo una parte de su subjetividad, de su experiencia y su vocación expresiva’”, ejemplificó Verbitsky una idea que está presente en toda la obra de Gelman, sobre todo en la poesía, que nunca fue política en el sentido convencional de la palabra. “Su romance con la palabra está al margen de cualquier ideología. Hablando de Flaubert, lo dice de nuevo de otra manera: ‘Flaubert piensa que todo dogma es espiritualmente falso, llámese religión, progreso, catolicismo o democracia’. Juan nunca se manejó con dogmas ni en el periodismo ni en la poesía; en la política sí fuimos víctimas de algunos dogmas. Y así nos fue”, reconoció el periodista, que se refirió a los proyectos políticos de los cuales se alejó Gelman o lo alejaron porque “no toleraba el sectarismo político ni el ejercicio perverso de la autoridad”.
El autor de Violín y otras cuestiones fue generoso y nunca tuvo gestos mezquinos. “En una página que escribió sobre Borges, a pesar de la adhesión inicial a Pinochet y Videla, antes de que María Kodama le abriera las puertas a una concepción distinta de la realidad argentina, cita algo que dice Borges: ‘Al ser ciego y no leer los diarios, yo era muy ignorante’. Juan toma esto con mucho respeto, sin ninguna actitud sectaria”, destacó Verbitsky, y mencionó que el poeta solía citar también a William Burroughs: “El valor más alto es la fidelidad a un propósito que da sentido a la vida y es lo único que puede oponerse a la nada”.
Desde el asesinato de su hijo Marcelo, la desaparición de su nuera María Claudia García Iruretagoyena y la apropiación de su nieta Macarena, Gelman encaró la búsqueda como una rigurosa investigación periodística. El poeta recibió una información del Vaticano en la que le confirmaron con absoluta precisión que su nieto había nacido, pero no le dijeron si era varón o mujer. En la “Carta abierta a mi nieto” que escribió en 1995 dice que “los dos somos huérfanos de Marcelo” y expresa su perplejidad ante lo que vendrá: “Si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías”. Verbitsky ponderó que Gelman le dio a su nieta todo el espacio necesario para que ella pudiera integrar las partes que “la represión había desintegrado”. Se lamentó el periodista porque el poeta no llegó a escribir la historia de esta búsqueda que Verbitsky definió como “una tragedia con final feliz”. “Juan tuvo un rol fundamental en el diseño de la estrategia con la que fue acorralando a los líderes políticos uruguayos y a los jefes militares argentinos que trataron de frenar la investigación”, confirmó el autor de los cinco tomos de la Historia política de la Iglesia Católica.
“¿Cómo fueron las primeras pistas que consiguieron? ¿Cómo llegaron a determinar qué había pasado después de ese día de agosto de 1976 en que habían secuestrado a Marcelo y a María Claudia?”, preguntó el periodista. “Más que pistas se produjeron situaciones que nos fueron empujando a hacer”, contestó Mara y evocó la muerte de su hija Marcela en enero de 1995 “asesinada por un cáncer”. “Ese agujero en nuestra vida nos empujó a escribir un libro juntos, Ni el flaco perdón de Dios/ Hijos de desaparecidos con la coincidencia en ese momento de la formación de HIJOS. Cuando estábamos terminando el libro, empezó a aparecer gente, sobre todo alrededor de Juan, que decía ‘mi vecino tiene una hija que podría ser la hija de Marcelo; es igualita a tu nuera’. Nos embarcamos en un caso raro de adopción y resultó que no era”, repasó La Madrid. “Sabíamos a qué campo de concentración los habían llevado por un sobreviviente”, un testimonio encontrado en el archivo de la Conadep.
Macarena, diputada electa por el Frente Amplio que hasta el 2000 ni siquiera sospechaba que no era hija biológica del ex comisario uruguayo Angel Tauriño, continuó con la reconstrucción de la pesquisa en la que tuvieron un papel importante los datos aportados por testigos de la represión como la sobreviviente Sara Méndez. “Surgió la información de que a mi mamá la trasladaron a Uruguay desde el campo Automotores Orletti, un centro de coordinación del Plan Cóndor donde confluían detenidos secuestrados de diferentes nacionalidades”, relató la nieta del poeta y señaló que la última vez que vieron a su madre con vida en Montevideo fue el 12 de diciembre de 1976. Un ex soldado, (Julio César) Barbosa Pla, observó cómo dos militares se llevaban a la beba que fue Macarena en una “canastita” y escuchó que uno decía: “A veces hay que hacer cosas embromadas”.
La Madrid contó que con Juan habían tomado una decisión: “Cualquier pista que apareciera la íbamos a seguir hasta el final”. Paso a paso fueron avanzando en los datos y les confirmaron que el que simulaba ser padre de Macarena era “un alto funcionario de la policía, seguidor de un sector del Partido Colorado”, precisó la viuda del poeta y agregó que Gelman le pidió una entrevista al presidente uruguayo Julio María Sanguinetti. “Siempre supe con Juan que íbamos a conocer la verdad, porque Uruguay es un país chico, con poca población, alguien seguro tenía que saber algo”, reflexionó Mara, y Verbitsky añadió que unos vecinos se comunicaron con una institución de defensa de los derechos humanos y pudieron ubicar a la nieta del poeta. “Yo no supe absolutamente nada hasta que me enteré de todo”, admitió Macarena, que nunca advirtió la campaña iniciada por su abuelo ante la desidia de las autoridades uruguayas. “Mi conocimiento empieza el día que quien fue mi mamá de crianza me dice que había un señor argentino, escritor, que pensaba que yo podía ser su nieta. Y ahí me cuenta que yo no soy hija de ellos. Yo tenía una vida normal, no lo conocía a él como escritor y para mí fue todo nuevo.”
–Quisiste saber y eso fue muy valiente de tu parte –intervino Mara–. Cuando nos conocimos, Maca me preguntó: “¿Ustedes qué seguridad tiene de que soy yo?”. “Un 99 por ciento, para el 1 por ciento que falta te tenés que hacer el ADN”. Y Maca inmediatamente lo hizo.
Macarena tenía 23 años cuando se reunió por primera vez con su abuelo. “Mi identidad no estaba construida sobre cosas sólidas. En algún lugar uno tiene un registro de que hay algo que no cierra –explicó–. Hasta los 14 años no podía dormir sola, tenía miedo y me despertaba llorando; en mis sueños irrumpían hombres armados en mi casa que venían a robar. Sin embargo yo estaba allí, pero ellos no me veían; con los años me di cuenta de que esto tenía un sentido.” La nieta del poeta elogió el respeto que tuvieron tanto Juan como Mara con su vida previa. “Recuerdo las primeras conversaciones y más allá de que las cosas no fueron fáciles, hicimos un enganche inmediato. Me divertía muchísimo con mi abuelo y teníamos una empatía que a lo largo de todos estos años se ha mantenido. Había una consigna de no perder más de lo que ya habíamos perdido –afirmó Macarena–. Hoy puedo decir que se trata de un final feliz y que estaré eternamente agradecida a Mara por su trabajo y su perseverancia. Me faltaron muchos años con mi abuelo, inclusive poder seguir conociéndolo. Saber la verdad vale la pena. Nunca hubiera preferido no saberla. A pesar de todo el dolor y de todas las cosas feas, que también las hubo y las hay, convivo cotidianamente con una historia que sigue incompleta y que yo trato siempre de ir completando.”
Al cerrar la mesa, Verbitsky dijo que todavía falta encontrar los restos de María Claudia. “Estoy seguro de que entre Macarena y Mara van a conseguirlo. Y falta encontrar a los 43 de Ayotzinapa”, concluyó.
07/12/14 Página|12
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