En medio de discusiones mediáticas peligra el futuro del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. Y quien quiere sepultarlo no es más ni menos que el inefable Pacho O'Donnell.
Por Juan Ciucci
"O'Donnell propone cerrar el polémico Instituto Dorrego", destaca La Nación, "Carta abierta del Instituto en contra de los mensajes emitidos por Victor Ramos" dice el Facebook oficial del Instituto, "estalló la guerra en Cultura" señala el diario Perfil, "el Dorrego no se mancha" es la nota de Hernán Brienza en Tiempo Argentino. El último, es el mensaje menos temperamental y más acertado de los mencionados anteriormente.
En lo que va de su corta historia, el Instituto ha dictado más de 600 charlas, seminarios y talleres, en tiempo récord, con la participación de invitados nacionales e internacionales, además del público presente que participó gratuitamente de todos estos eventos. Además, sus miembros han publicado una importante cantidad de libros, no con fondos estatales, sino a través de editoriales privadas que antes de la existencia formal del instituto apoyaban la causa nacional. Sumado a convenios firmados con universidades, municipios y otras entidades para la realización de encuentros, congresos y conferencias.
Una voz de fondo nos recuerda que la Historia, como toda disciplina, debe ser revisada. Ninguna queda perpetua y para siempre, sino se convierte en lengua muerta, o mucho peor, en un mito incomprobable y distante.
En el Instituto Dorrego, como en toda institución cultural y académica, hay enormes diferencias de pensamiento, conceptos e incluso posturas ideológicas; éstas siempre se vieron encauzadas en el ámbito de las políticas kirchneristas. En ese marco la trayectoria de O'Donnell sumó incertidumbre al funcionamiento del Instituto. Todos sabemos de su alfonsinismo, de su traslado al menemismo, de su inesperado peronismo K, cruzando en sintonía con los tiempos y sin ruborizarse siquiera una vez.
Es importante destacar que lo primordial del Dorrego nunca fue establecer un pensamiento único, esas son prácticas de la historia oficial, no de un pensamiento revisionista fundado por José María Rosa y Jorge Abelardo Ramos. El acto presidencial de creación del Instituto fue la reivindicación a quienes decidieron ver la historia desde una perspectiva americana.
Se repite la historia: Dorrego fue mandado a fusilar por sus propios compatriotas por estar con los indios, por ser el general gaucho, por compartir con la criollada. Hoy para no reconocer errores y vanidades, O'Donnell prefiere decir: ¡Fusilen al Dorrego!, cubran los rastros de los que no pudimos dominar, el pensamiento libre, popular, soberano. Parece que no tenía otra salida para su derrota intelectual, y para limpiar su imagen e intentar regresar a la corporación histórico-mediática, para volver a escribir desde La Nación y Clarín las efemérides de turno.
En esta batalla, parece que el Instituto logrará prevalecer sobre las mezquindades. Otra historia posible lo necesita. Quizás esta purga lo pueda mejorar.
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