lunes, 8 de diciembre de 2014

El mocasín y la herencia irreversible Por María Sucurrat

Se cortó la cinta, cada presidente recibió un pedacito como recuerdo. Cristina lo dobló a la mitad y lo sostuvo con fuerza. Acto seguido, Rafael Correa y ella tiraron de unos hilos. Cayó el telón. Se develó la estatua. Correa abrazó a la presidenta.

Se cortó la cinta, cada presidente recibió un pedacito como recuerdo. Cristina lo dobló a la mitad y lo sostuvo con fuerza. Acto seguido, Rafael Correa y ella tiraron de unos hilos. Cayó el telón. Se develó la estatua. Correa abrazó a la presidenta.

Cristina miró la cabeza de la figura de metal, enseguida bajó la vista, caminó dos pasos, estiró la mano y acarició el mocasín de la estatua de Néstor.

Palabra graciosa "mocasín". Casi un chiste. Con sílabas irreverentes, la informalidad de no tener acceso a algunos lugares. Un objeto que habla de cierta dejadez o directamente de fiaca. De no atar nunca más un cordón, de jamás agacharse. De lo práctico, no perder tiempo, de ir a la acción. Una prenda que revela que lo importante está en otro lado. Que burla a todos los que usan mocasín. Que es irreverente o atrevido si camina junto a los tacos altos, negros, elegantes de la dama. 

Mocasín es una palabra que da risa. La misma risa de Néstor, que tanto se extraña.

Y Cristina con la mano abierta, frente a la enorme estatua que preside el sueño hecho realidad de la sede de la Unión de Naciones Suramericanas, acaricia el mocasín.

El nuevo edificio de la Unasur, ubicado en la ciudad de San Antonio de Pichincha, está justo en la mitad del mundo. Y mientras la presidenta participa de la inauguración de la sede, un grupo de pibes, 5000 kilómetros al sur, en Olivos, apura la inauguración del Centro de Artes "Batalla Cultural". Y un pibe, Sebas, dice: "Para mí el mocasín es la simpleza de Néstor. Es lo parecido que era a su pueblo". Y una piba, Mili: "Más me acuerdo del saco desabrochado que del mocasín. Para mí significa el largo camino de la militancia". Y Mauri: "Es todos los caminos recorridos, los sueños que se vuelven realidad". Y Belu: "Es como el traje de Evo Morales, el traje del pueblo". Y Mari: "Es andar y seguir construyendo." Y todos. Y más.

Si la estatua hubiese sido más pequeña, si Cristina hubiera estado en una tarima, quizás le habría tocado la mano. Tal vez tocó el zapato porque simplemente estaba a su alcance.

Quizás no lo hubiera acariciado. Pero lo hizo. El gesto duró segundos. El símbolo es eterno. Como en Olivos, como en cada rincón del país. Como sus herederos.

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