Por Washington Uranga
La presidenta Cristina Fernández recibió anoche en la Casa Rosada a las nuevas autoridades de la Conferencia Episcopal Argentina, encabezadas por el reelecto titular del Episcopado, el arzobispo santafesino José María Arancedo. Fuentes oficiales y del Episcopado coincidieron en el “clima de cordialidad” que primó en la reunión que se extendió por aproximadamente cuarenta minutos. Con posterioridad al encuentro, la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal emitió un comunicado en el que se expresa que “los obispos transmitieron a la jefa de Estado los augurios de una feliz Navidad para todo el pueblo argentino, deseando que las mismas se vivan en un clima de paz y fraternidad”.
Por parte del Gobierno acompañaron a la Presidenta el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, el canciller Héctor Timerman y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri. La delegación episcopal estuvo integrada por el arzobispo Arancedo, el cardenal de Buenos Aires, Mario Poli, vicepresidente primero, el arzobispo salteño, Mario Cargnello, vicepresidente segundo, y el obispo de Chascomús, Carlos Malfa, en su calidad del secretario general.
Fue precisamente el obispo de Chascomús el encargado de obsequiarle a la Presidenta en nombre de los obispos un pesebre construido artesanalmente por las Hermanas Benedictinas de la Abadía de Santa Escolástica.
La reunión tuvo también el propósito de que las autoridades electas en la asamblea episcopal realizada en Pilar en el mes de noviembre se presentaran ante la Presidenta y la saludaran en nombre de los obispos. El encuentro debería haberse realizado inicialmente al cierre de la asamblea plenaria del Episcopado, pero en esos días Cristina Fernández había clausurado su actividad pública por razones de salud. El último encuentro de Cristina Fernández con los obispos había tenido lugar el pasado mes de mayo en la Quinta de Olivos.
Se conoció que ayer la Presidenta hizo comentarios elogiosos hacia el Papa por el papel que desempeñó Francisco en bien del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Cristina Fernández subrayó también en la oportunidad la importancia del protagonismo que Bergoglio, en su condición de máxima autoridad de la Iglesia Católica, está teniendo en las relaciones internacionales y en favor de la paz y del diálogo en todo el mundo. Tanto la Presidenta, como los restantes funcionarios y los obispos hicieron hincapié, según lo expresó también el comunicado oficial de la Iglesia, en “la trascendencia histórica” de la tarea de Francisco, dado que se trata del primer papa latinoamericano.
No hubo lugar ayer para ningún comentario a propósito de una posible visita del Papa a la Argentina en el futuro cercano. Ya se sabe que, tal como se lo comunicó Bergoglio a la Conferencia Episcopal, por cuestiones de agenda del Pontífice está totalmente descartada la posibilidad de que Francisco asista al Congreso Eucarístico Nacional que se celebrará en julio de 2015, en Tucumán. Se había barajado, en cambio, la alternativa de que una visita se produjera a fines del próximo año, coincidiendo con un viaje papal a Bolivia, pero esta posibilidad aparece cada vez más alejada. Los obispos estudian condiciones para una visita que podría producirse recién en 2016.
No se descarta, sin embargo, que en algún momento no lejano se reitere un viaje de Cristina Fernández al Vaticano para volver a dialogar con el papa Francisco, con quien ha construido una relación de mutuo afecto.
La semana anterior, como motivo de la reunión de la Comisión Permanente del Episcopado, la jerarquía católica emitió un documento, a modo de saludo navideño, en el que expresó que “la paz siempre es un desafío y una tarea para todo hombre y mujer de buena voluntad”, y en el que hizo un llamado a toda la sociedad para “construir juntos una Patria más fraterna”. En ese mismo texto los obispos dijeron que, entre otros motivos, la paz se ve amenazada por “los desequilibrios sociales y económicos que reclaman un orden mundial más justo; el desprecio por la vida que es el derecho fundamental de la persona; el delito del narcotráfico y la trata de persona; los fanatismos que utilizan el nombre de Dios para justificar la muerte; el odio que cierra el camino a la reconciliación; la corrupción y la falta de ejemplaridad que empobrece el nivel moral de la sociedad; la cultura individualista que debilita los vínculos personales y los lazos comunitarios” y “un modo de pensar que privilegia el éxito del tener sobre la riqueza del ser y sus valores”. Si bien el documento había sido adelantado a la Presidenta, los participantes de la reunión sostuvieron que éste no fue tema de conversación entre los participantes.
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