domingo, 2 de marzo de 2014

Variaciones de una larga costumbre

Por Mario Wainfeld
“Voy a tratar de que no sea tan largo”, prometió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Para facilitar lo que hubiera sido una novedad, hizo distribuir entre los legisladores un fornido material escrito titulado “Memoria detallada del estado de la Nación” y un DVD. Así y todo, el discurso duró dos horas y 45 minutos, lo que no alcanza su record pero está entre las marcas más altas.
La Presidenta abre las sesiones ordinarias del Congreso desde 2008. Jamás lee el cuerpo de su relato aunque cada vez mira más cifras. Jamás se ciñe a lo protocolar: su palabra marca tendencias, ilustra sobre sus acciones futuras, incide en la agenda política. Con tantos años corridos se conocen sus obsesiones, sus latiguillos, su tendencia a explayarse y caer en digresiones. Una nueva ocasión es, en parte, una comparación con sus propios precedentes y tendencias.
No abundó en anuncios, no suele hacerlo. Los tramos más severos versaron sobre los empresarios que “buscan torcer el rumbo”, la paritaria docente y los supuestos abusos en la protesta social. Un palito ligó el Poder Judicial, moderado si se compara con los antecedentes. A los medios casi casi los dejó de lado, máxime si se parangonan las contadas menciones con otras presentaciones de la oradora.
La escenografía también se reitera, con matices que son el aspecto a relatar. Salvo el trillado faltazo de la diputada Elisa Carrió, los opositores se mantuvieron en sus bancas. Contra lo que algunos de ellos auguraron, no fueron objeto de desplantes o faltas de respeto por la militancia que poblaba las barras. El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, prometió ese escenario a los legisladores radicales y remó para garantizarlo. La conducta razonable del entusiasta público contribuyó, claro.
La transmisión televisiva oficial paneó los rostros de funcionarios, gobernadores, intendentes o legisladores aludidos en distintos instantes. Cada cual hizo lo que mejor le pareció en el momento. Para los oficialistas es más sencillo: sonreír y aplaudir, aunque hubo alguna excepción. Los opositores pueden negar o meter algún bocadillo. La Presidenta se permitió bromear con el senador radical Gerardo Morales, entre varios guiños a los correligionarios.
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Iniciativas: en 2010, la Presidenta informó que había creado un Fondo de Desendeudamiento, facultando al Banco Central a pagar vencimientos de la deuda externa. Fue un escandalete, la oposición montó en cólera. El año pasado Cristina detalló los distintos proyectos de ley encaminados a “democratizar la Justicia”. El mayor furor lo desató aquel que instalaba la elección popular de los consejeros de la Magistratura. La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central se fechó en otro 1º de marzo.
Son, mayormente, excepciones. La parte del león de la rica producción legislativa del kirchnerismo no figura en la colección de discursos de apertura. El listado de ayer fue parco, como de costumbre.
Se aludió al Código Civil (que fue aprobado en el Senado y debe tratarse en Diputados), al anteproyecto de Código Penal, a códigos de procedimientos en lo Penal y en lo Contencioso Administrativo. Los dos primeros eran requete públicos, los otros se venían anticipando.
Pero las dos propuestas más resonantes, una encaminada y otra en germen, versaron sobre los abusos de empresarios y la protesta social. Merecen un parrafito cada una, darán para mucho más a medida que se vayan conociendo en detalle.
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Abusos en la mira: al principio de la alocución, la mandataria prometió leyes que “protejan a los consumidores de los abusos” de las empresas concentradas o formadoras de precios. Se basó en el artículo 42 de la Constitución, que instituye derechos de los ciudadanos consumidores. La cita da a entender que estudió el tema y va anticipando los fundamentos de leyes por venir.
La centralidad del reproche a los empresarios en el mensaje se corroboró porque la renovó en la recta final. Les solicitó, no por primera vez, que fueran sagaces, que no “mataran a la gallina de los huevos de oro”. Les recriminó su falta de compromiso con los intereses generales. La señal fue nítida, la más rotunda de la jornada según este escriba. No hubo detalles sobre las normas que se enviarán al Parlamento, las había ya en danza en los días previos.
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Sobre acuerdos y ausentismos: no estuvieron en el acto los dos secretarios generales de las centrales de trabajadores aliadas al Gobierno: ni Antonio Caló, de la CGT, ni Hugo Yasky, de la CTA. Lo que falta sirve para explicar los hechos, a veces tanto como lo que abunda. Seguramente quisieron prevenir ser cuestionados en público, experiencia que ya atravesaron.
Caló, que recibió una reprimenda severa semanas atrás, tal vez se precavió en demasía. Una sola mención hubo a las Convenciones Colectivas (que son un eje central de los meses por venir) para nada enojoso para la CGT: que son libres desde 2004. También se alabaron el crecimiento de la afiliación a los sindicatos y el de las Obras Sociales.
Como en otras aperturas, Cristina Kirchner fue severa con los docentes. Las críticas se centraron en el ausentismo y reivindicaron el plus por presentismo ofrecido por el Gobierno en la Paritaria Nacional Docente (PND). Cristina ironizó apuntando que a los gremialistas “les da urticaria” que se hable de ausentismo. Y se explayó sobre lo positivo que es contar con un mismo maestro de grado todo el año, refiriendo sus propias vivencias del primario. Los docentes replican que el problema del ausentismo (que reconocen aunque reniegan de abordarlo en la Paritaria Nacional) no es propio de la educación inicial sino de la secundaria.
El uso de la palabra “rehenes” frente a los paros al inicio del ciclo lectivo y la descripción de maestros que van a clase “cada muerte de obispo” seguramente serán motivo de enojo y disputa en las próximas semanas o meses.
Se acentúa la perspectiva, de por sí marcada, de un desenlace sin acuerdo de la PND. El aumento por presentismo ofertado (un esfuerzo fiscal importante) pierde potencial, al transformarse en un casus belli.
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La convivencia y los cortes: los radicales fueron objeto de varios mimos, tampoco es novedad en estos actos: esta vez la ración fue más generosa que antaño. La oradora les reconoció su sensibilidad democrática en los ’70 (tal vez olvidando los devaneos golpistas de décadas anteriores), la cantidad de buenos abogados que revistan en sus filas. Y hasta se ilusionó, cuando les habló a los jóvenes que la vivaron a la salida del Congreso, con ver remeras con la imagen de Hipólito Yrigoyen alternando con las de Perón, Néstor Kirchner, el Che Guevara o Rodolfo Walsh.
El PRO y su líder, Mauricio Macri, también recibieron un trato hospitalario. Por lo pronto, Cristina contó que había charlado con el jefe de Gobierno porteño sobre las recientes tomas.
La Presidenta volvió sobre una de sus obsesiones recientes y mocionó discutir “una normativa sobre la convivencia ciudadana”. Criticó lo que, a su ver, son abusos del derecho a movilizarse y reclamar ejerciendo acción directa. Incluyó en sus embates a jueces y fiscales que no actúan con presteza.
La decisión de no criminalizar la protesta social es uno de los pilares políticos y simbólicos del kirchnerismo. Le ha valido muchos quebraderos de cabeza, que incluyen la adopción de la metodología por grupos poderosos, como las patronales agropecuarias que llevaron los cortes al paroxismo.
Abusos ha habido y hay, pero el criterio oficial vigente desde 2003 es valioso, sobre todo tomando en cuenta la reciente historia argentina. Es prematuro discutir iniciativas apenas insinuadas, pero es forzoso indicar que armonizar derechos es complejo. Y que la movilización en el espacio público, sin ser un derecho absoluto, ranquea muy alto.
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Memoria y tributos: recién a la hora y media de conversación, Cristina “se acordó” de los medios dominantes: “No vaya a ser que mañana titulen”. Ese anticipo irónico es un recurso habitual en ella, ayer lo racionó mucho.
A la corporación judicial la “atendió” un poco más. Reivindicó el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura declarado inconstitucional por la Corte Suprema. Defendió su pertinencia y legalidad, con derecho y razón. Y les recordó a los togados que cobran sueldos y jubilaciones elevadas pero se empecinan en no pagar impuestos. Es un señalamiento adecuado para los magistrados, en especial para el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, muy severo a la hora de aludir a los otros poderes del Estado pero muy laxo cuando están en juego las canonjías de su corporación. Bueno es subrayarlo, ésta fue consagrada por la Corte menemista.
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Los números: se dedicaron largos minutos a un tópico K: la recorrida de números sobre empleo, inversión social o educativa, la obra pública, los hospitales y universidades nacionales creados. Y decenas de etcéteras, ya que puede haber decenas de ítems más. Por ejemplo, una nueva manera de medir el desendeudamiento: calculando la deuda per cápita de cada argentino, medida en salarios mínimos y móviles, cotejando 2003 versus 2013.
El kirchnerismo fundamenta su prolongada legitimidad en la recorrida, que esta vez agregó los avances generados por los programas Pro.Cre.Ar y Progresar. Más allá de las valoraciones sobre el tiempo que se le destinó y de ciertas pérdidas en el hilván del relato, la enumeración es válida y hasta forzosa porque pinta un aporte sólido del oficialismo. Se traduce en mejoras de la calidad de vida, del nivel de consumo, de derechos adquiridos. No faltaron ayer, diseminados en distintos fragmentos del discurso.
Lo que, a los ojos del cronista, sí estuvo ausente es una reseña de las dificultades económicas de este año. Apenas se aludió a la devaluación, nada se dijo de la inflación y, más en general, no se mencionó cómo se haría para mantener los desempeños previos en un contexto menos promisorio. La promesa (implícita o no tanto) es que este gobierno siempre se da maña para defender los intereses mayoritarios. Tal vez, cuando han cambiado tanto las circunstancias, haya muchos ciudadanos que esperan que se enuncie cómo se afrontarán nuevos desafíos.
Cristina habló de “cuello de botella” en las importaciones, desligándolo de posibles errores propios y centrando la mira en cómo funciona la economía mundial. Explicó que es necesario profundizar la alianza estratégica con Brasil. Defendió el proteccionismo nacional, con sobrados argumentos y buenas comparaciones con experiencias de otros países.
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Elogios, futuro y consigna: Axel Kicillof y Carlos Zannini recibieron los más cálidos elogios de la sesión, por la negociación con Repsol. El ministro de Economía ligó un cariñoso “chiquitito pero rendidor”.
El futuro de YPF fue un hilo conductor del discurso, que refleja el imaginario de todo el Gobierno. La hipótesis compartida es que en un lapso no necesariamente corto la energía será un eje dinamizador del desarrollo. Cristina pintó ese porvenir venturoso, resaltó que no es inminente, abundó en referencias sobre el pasado y sobre datos del repunte de YPF desde que fue renacionalizada y refederalizada. Tal vez sea ése un legado para el gobierno que advendrá, sea kirchnerista, kirchnerista light u opositor. La herencia general, para cualquiera, es mucho más promisoria que las que recibieron gestiones anteriores, anche la surgida en 2003.
Volvamos al principio, en un aspecto. Comparada consigo misma, Cristina se propuso ser menos beligerante, menos sarcástica, más amistosa con la oposición política. Mantuvo la firmeza contra sectores concentrados del capital, a los que viene sumando a los laboratorios farmacéuticos.
La emoción la asaltó cuando habló a los jóvenes, “que son mi debilidad”, en la Plaza de los Dos Congresos. Se disculpó por no extenderse, recordando su discurso previo. Les dejó una consigna sencilla y sistémica: “Paz, vida y democracia”.
En el aire quedan muchos temas para debatir o profundizar con denuedo: en el ágora, en el Congreso y en estas páginas. Es que, de nuevo, nada tan lejos del ceremonial vacío como los discursos de Cristina.
mwainfeld@pagina12.com.ar

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