domingo, 23 de marzo de 2014

La foto, la palabra y la lectura

La foto, la palabra y la lectura
Por Dante Augusto Palma

A pocos días de cumplir un año como Papa, Francisco volvió a recibir a Cristina Fernández de Kirchner en un encuentro que duró más de dos horas. Al terminar la reunión, la Presidenta hizo un repaso de los temas conversados y resaltó la mirada latinoamericanista del Papa, su preocupación por los jóvenes y su crítica al capitalismo financiero. Por último, declaró: “Muchos deberían leerlo [al Papa]. Y no solamente sacarse una foto”.

En esta línea, aceptando el convite de CFK y para ahorrarle a usted la búsqueda, le propongo repasar algunos pasajes de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium que Francisco pronunciase el 24 de noviembre de 2013.

Allí, prácticamente, equipara la exclusión a un nuevo pecado y afirma que esta es producto de un sistema económico ideado para el enriquecimiento de unos pocos: “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad”. Mientras uno recuerda cómo se tiraba la leche en las rutas durante el lockout patronal de 2008 protagonizado por muchos de los que hoy entregarían una parte de sus silobolsas para sacarse la foto con Francisco, me gustaría resaltar otro pasaje de la Exhortación: “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto los excluidos siguen esperando”.

Entre los referentes de la dirigencia y el periodismo opositor argentino no se suelen tomar en cuenta estas fuertes palabras contra el modelo económico que hizo explotar a la Argentina en 2001. Ni siquiera cuando las mismas generan el escándalo de los editoriales de los principales diarios del mundo que aquí suelen ser recogidos cuando se refieren críticamente a la administración kirchnerista. Por citar sólo uno, el Wall Street Journal calificó esta Exhortación de “golpe al capitalismo global”.

Pero Francisco también dedicó un párrafo al rol que debe cumplir el Estado y al carácter disciplinador que tienen las deudas en los países periféricos: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de las mayoría quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales”.

Como se puede observar, cuando se habla de tiranía no se hace referencia a Venezuela sino a un modelo económico globalizado que impone las condiciones a través de leyes al servicio del capital transnacional. Asimismo, grata sorpresa despierta esta particular idea de “evasión fiscal egoísta” pues cabe preguntarse cuántos de los que no pagan la patente de sus autos importados piden diálogo siguiendo el “Francisco’s style”; o cuántos de los que habían declarado como terrenos baldíos sus mansiones con pileta y fueron descubiertos por ARBA van a la iglesia los domingos en familia mientras se quejan de la que llaman “Gestafip”; o cómo sobrelleva moralmente la redacción del mismo diario La Nación (que, según unos de sus editores, lloró de alegría al enterarse de la designación de Jorge Bergoglio como nuevo Papa), la deuda de 280 millones de pesos que el diario tiene con la AFIP desde hace 11 años y que no paga gracias a una medida cautelar.

Pero en tiempos donde todos somos expertos en Código Penal y más expertos somos en caso de ser víctimas, el parágrafo 59 de este interesante documento del Papa dedica un pasaje importante a la relación entre seguridad y exclusión, criticando aquellas miradas punitivistas que consideran que el problema de la delincuencia se soluciona subiendo ad infinitum las penas: “Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad pero hasta que no se revierta la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz”. Seguramente, aquellos que proponen penas más altas y mayor cantidad de policías como respuesta espasmódica a una opinión pública, en buena parte, manipulada, no hablarán de este tema en esos escasos minutos que tendrán de intercambio para poder ser retratados al lado del Papa.

Ahora bien, yendo a lo conceptual, el contenido de los fragmentos aquí expuestos se encolumna claramente en la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia de la que tanto abrevó el primer peronismo. La administración kirchnerista tuvo numerosos encontronazos con Bergoglio durante su arzobispado pero hay un “lenguaje común” en el que estará presente la idea de comunidad y la crítica a la “antropología egoísta” del liberalismo; el bien común como finalidad con el Estado como único garante, y una economía y un concepto de propiedad al servicio del Hombre, lo cual no es otra cosa que legitimar la intervención estatal y un límite a la posesión de la tierra basado en el “destino universal de los bienes”. Claro que el kirchnerismo tiene esa base “peronista” pero también se nutre de otras corrientes que podríamos llamar “progresistas” cuya cosmovisión hace fuerte énfasis en la autonomía y los derechos individuales. De aquí que en estos últimos diez años se hayan sancionado una importante cantidad de leyes a favor de las minorías y que existan sectores del kirchnerismo que, incluso, aboguen por la despenalización del aborto. Es ahí donde seguramente no hay posibilidad de acuerdo con el Papa más allá de que del Bergoglio que interpretó como una guerra contra Dios al tratamiento y posterior sanción del matrimonio igualitario, al Francisco que se muestra algo más tolerante con los gays, parece haber habido un salto importante.

Mientras tanto, el Gobierno y Francisco han comenzado a hacer política de la manera más natural posible: empezando por aquellos puntos sobre los que ambos están de acuerdo.

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