Por Carlos del Frade. Especial desde Rosario
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Descubrieron un plan para matar a un juez y un fiscal. Mientras tanto, con la excusa de la inseguridad, se mata a presuntos “chorros”.
Nadie nos quiere, todos nos festejan, dice una emblemática bandera de la barra brava de Central. Como suele suceder, la cancha chica del fútbol explica y expresa la cancha grande de la realidad. En esta semana, un grupo de vecinos “indignados” de barrio Azcuénaga, zona oeste, atravesado por vías de trenes que ya no pasan y memorias de familias ferroviarias, canchitas ausentes de césped y bares donde el tiempo se detiene, decidió convertirse en barra brava y ejecutar su sentencia contra un supuesto “motochorro”. Lo mataron a golpes. Fueron más de cincuenta personas, según coinciden distintas fuentes informativas. Ninguno paró. Le pegaron hasta que se cansaron. El miércoles, David Moreira, un pibe de dieciocho años recién cumplidos, piantó para la pampa de arriba. Al difundirse la noticia, en otros lugares de la ciudad, repitieron la metamorfosis. Fueron dos casos más de linchamiento. El argumento más difundido fue que ante la ausencia de seguridad, “la gente” optó por hacerlo con sus propias manos. Una extraña semana que comenzó con el abrazo solidario que todos los integrantes del poder político y judicial de la provincia les dieron al juez de instrucción de la cuarta nominación, Juan Carlos Vienna, y al fiscal de cámara, Guillermo Camporini, luego de conocerse las escuchas telefónicas que revelaban un plan para matarlos por las detenciones que se vienen haciendo en pos de desarticular el principal grupo de la región, la banda de Los Monos, la constituida alrededor de la familia Cantero. En menos de siete días, Rosario fue de la Justicia amenazada a la justicia por mano propia. Como diría aquel trapo, los que festejan son los que hacen negocios con la violencia, ese uso continuo de la fuerza, según dice el diccionario. He aquí una crónica de hechos que anidan en estas horas feroces.
De números y zonceras. De los 264 homicidios que sufrió Rosario en 2013, solamente el 12% corresponde a hechos vinculados en ocasión de robo, según el particular argot policial y tribunalicio. Sin embargo, la llamada ausencia del Estado en los barrios, zoncera que encubre la presencia corrupta de los nichos policiales cómplices del delito organizado, ha generado angustia y bronca en estos atribulados arrabales del mundo.
Los linchamientos de los últimos días, proporcionales a las imágenes que suelen verse de decenas de cobardes que castigan sin piedad a uno solo que ni siquiera se defiende en los escalones de las tribunas cada vez más vacías de la canchas argentinas, fueron construyéndose desde distintos lugares.
Una semana antes de la aparición de las hordas disfrazadas de vecinos indignados, la señal había partido, nada menos, que desde el propio Poder Judicial de la provincia.
Los días feroces. Cuarenta y cinco años atrás, Rosario producía una movilización de cien mil personas para repudiar el asesinato de un pibe de quince años, Luis Norberto Blanco, obrero metalúrgico, la segunda víctima del llamado primer Rosariazo.
Cuarenta y cinco años después, Rosario produce nichos de justicia por mano propia que se devora la vida de un motochorro bajo la excusa del hartazgo por la ausencia de seguridad. En paralelo, en varios barrios comienza a hablarse, una vez más, de la presencia de los “mutantes”, de aquellos que ni siquiera son tomados como seres humanos y que, por lo tanto, cuando son muertos no hay por qué lamentarse.
Eso se lee en los tremebundos y asqueantes mensajes que aparecen en las páginas web de los principales diarios de la ciudad.
La construcción del mutante tuvo una involuntaria ayuda en los días previos a la caería humana.
El martes 18 de marzo la información daba cuenta que de 33 homicidios dolosos cometidos en el departamento Rosario desde el pasado 10 de febrero, cuando comenzó a regir el nuevo sistema penal, 13 fueron perpetrados desde una moto ocupada por dos personas. De allí que los miembros de la Unidad Fiscal Especial de Homicidios advirtieron sobre la necesidad de tomar medidas que contemplen restricciones; incluso la de prohibir la circulación de estos rodados con dos ocupantes. “Sería una forma de bajarle la temperatura a un enfermo con más de 40 grados de fiebre antes de operarlo”, sostuvo uno de ellos. 26 de esos homicidios (entre el 10 de febrero y el 10 de marzo) se perpetraron con armas de fuego obtenidas en la inmensa mayoría de los casos en el mercado ilegal.
El sábado 22, en Marcos Paz al 5400, en barrio Azcuénaga, en la zona oeste de la ciudad, esa idea de los fiscales se llevó a la práctica de una manera brutal. David Daniel Moreira salió de su casa en Empalme Graneros cerca de las 17. Cerca de las 20, una mujer de 21 años que llevaba en brazos a su bebé, fue interceptada por dos jóvenes que andaban en una moto roja y le arrebataron la cartera. Varios vecinos de la zona los corrieron y los alcanzaron. Atraparon al conductor y el acompañante logró escapar. Fue entonces que desataron una feroz paliza a la que se sumaban automovilistas y taxistas circunstanciales. David murió el miércoles 26 de marzo a consecuencia de ese acto de justicia por mano propia.
El fiscal de delitos dolosos de Rosario, Florentino Malaponte, había dicho que la vida del joven internado en la unidad de terapia intensiva del Hospital de Emergencias Clemente Alavarez corría peligro porque presentaba “pérdida de masa encefálica, su cuadro es muy grave y su vida corre peligro”. Así fue. La causa está catalogada como homicidio culposo.
–Si creyeron que mi hijo cometió un robo, lo tendrían que haber llevado a una comisaría. Hubieran llamado a un móvil policial para que se lo llevara a la seccional. Pero no agarrarlo y matarlo como lo mataron –dijo Lorena Torres, la mamá de David y otros tres hijos, todos cristianos evangélicos–. El muchacho trabajaba como pintor y el viernes cobró su semana de trabajo.
“Me dejó su billetera por si me hacía falta dinero para la comida o para sus hermanos… Queremos Justicia; no venganza. Yo creo mucho en Dios y si yo buscara venganza no sería la madre por la que mi hijo sentía orgullo. El siempre me decía: ‘Mamá, yo soy lo que soy por vos’…No queremos que maten así a otra persona”, agregó la mamá, que en la tarde del jueves protagonizó una marcha pidiendo justicia por David.
Había empezado la secundaria y la dejó porque quería trabajar. “No les deseo el mal, lo único que les preguntaría es si ellos tienen hijos y si van poder levantarse todos los días y estar en paz con lo que hicieron. Si les parece que fue justo lo que hicieron”, le dijo Lorena a un periodista el diario La Capital en relación a lo que piensa sobre los que mataron a golpes a su hijo.
–Entiendo porque vivo la violencia en la puerta de mi casa; porque este barrio no es mejor que el otro (por Azcuénaga). Lo vivo cuando tengo que salir a hacer un mandado. Pero yo por eso no salgo a matar a nadie. A mi hijo lo han robado en la calle. Un día volvió sin la campera y el celular. Y no salió a matar. Siguió trabajando hasta que junto para comprarse la campera y el celular. Para agarrar a los ladrones está la policía. Cuando el doctor nos vino a preguntar si queríamos donar los órganos nos dijo: “No lo piense como mamá o como papá; piénselo por lo que era David”. Y pensándolo por lo que era mi hijo, él era bondad. El se desprendía de sus cosas para ayudar a los demás…Yo no quiero que se haga política con mi hijo. Porque ahora, como quien dice, se tiran la pelota uno a otro. Y creo que mi hijo no tiene que ser un tema para hacer política. Lo que queremos es Justicia. No venganza. Yo creo mucho en Dios y si yo buscara venganza no sería la madre de la que mi hijo se sentía orgulloso. Él siempre me decía. “Mamá, yo soy lo que soy por vos. Estoy orgulloso de la madre que tengo”, remarcó la madre.
Pero la furia volvió a aparecer en las calles de la ex ciudad obrera. El jueves 26 de marzo, por la tarde, vecinos de barrio Echesortu intentaron linchar a un delincuente en otro caso similar al del pasado fin de semana en barrio Azcuénaga, a solamente doce cuadras de distancia, donde un joven señalado como ladrón fue asesinado a golpes. La furia, esta vez, fue contra un joven delincuente, de unos veinte años, que acababa de arrojar al piso a una mujer para robarle la cartera en Lavalle y Rioja. En principio, el malhechor logró escapar en una moto de baja cilindrada conducida por un cómplice, pero cayó de la misma al chocar contra un taxi que pasaba por la zona. Fue entonces cuando los vecinos aprovecharon y lo golpearon ferozmente, para luego retenerlo hasta que finalmente arribaron al lugar efectivos del Comando Radioeléctrico, y fue trasladado a la Comisaría 6ª. El asaltante resultó con heridas y hematomas en el rostro. Algunos vecinos que presenciaron el episodio aseguraron que recibió numerosos golpes en la cara, y precisaron que el asaltante estuvo “media hora en el piso, hasta que llegó la policía y se lo llevó”.
Y un tercer caso. En la noche del mismo jueves, un joven de 21 años que había participado en el asalto a dos mujeres en la zona norte fue retenido y sometido a una paliza por parte de un grupo de vecinos. El hecho, el tercero de este tipo ocurrido en lo que va de la semana, sucedió en Reconquista al 1900, según indicaron fuentes policiales. Alrededor de las 21.30 dos mujeres fueron sorprendidas por tres delincuentes cuando caminaban por Reconquista, a escasos metros del cruce con la avenida Albert Sabin. Los ladrones, tras un forcejeo, lograron apoderarse de su cartera. Pero al momento de emprender la fuga, uno de ellos fue interceptado por un grupo de vecinos que lograron retenerlo a fuerza de golpes de puño y puntapiés. El muchacho, identificado como Carlos R., de 21 años, no sufrió heridas de gravedad, pero fue derivado al Hospital de Alberdi por precaución. Las actuaciones por este caso quedaron radicadas en la subcomisaría 24ª.
Por otro lado, bajo la consigna “Rosario no esperes. Si paramos la corrupción, paramos las muertes”, el lunes, a partir de las 19, distintas organizaciones barriales y centros comerciales proponen una concentración en la Plaza San Martín, frente a la sede de la gobernación.
Las ideas son “Justicia por las víctimas de la mafia y la corrupción”, “Castigo a los cómplices políticos, policiales y judiciales”, “Recuperación de los bienes de los mafiosos y su reutilización social” y “Mejoramiento del sistema carcelario y de detención”. Un programa mucho más democrático que las postales que surgieron en estas últimas horas y que apela a la construcción política de una sociedad con mayor justicia y menos impunidad.
Porque en esta semana que comenzó con el respaldo a dos integrantes del Poder Judicial rosarino amenazados de muerte y que terminó con hechos inauditos de justicia por mano propia, lo que aparece ruidosamente ausente es la explicación del gobierno que hasta el día de la fecha no se ha hecho cargo de la corrupción policial, como si la fuerza dependiera de mandatos ajenos.
Voces necesarias. “Mataron a David, como 50 personas fueron, los pocos diarios que lo publican dicen que los agresores eran todavía más. David es un pibe que salió a chorear porque quería cosas: droga, zapatillas piolas, qué sé yo, cosas. Salió a dar miedo y quizás alguna vez haya disparado un arma, no lo sabemos y no se lo podemos preguntar. Salió y robó porque seguro sus amigos del barrio también lo hacen, porque la escuela que dejó no pudo ayudarlo a entender otra manera de vivir, porque ninguna organización barrial llegó a dar con él, porque de pibe capaz vendía pañuelitos y se rompió los huevos de que lo echen de los bares, no sé, algún motivo permite en este universo que una persona desde que es un guachín pueda pensar que robar está bien, una situación que nos involucra a todos y que nos deja en iguales condiciones de víctimas a los que roban y a los que son robados. Otras matan a golpes a un pibe, y como eran entre 50 y 100 no puedo saber si los conocía, lo que sí lamentablemente conozco es a gente compartiendo la noticia con comentarios que los hacen cómplices de un homicidio... sé de lo que hablo, sé de amar a un pibe que chorea, sé lo que es aprender mucho de ellos, de transformarnos, volvernos más humanos juntos, ojalá ustedes puedan saberlo algún día, porque yo estuve del otro lado, donde uno piensa que está vivo y en realidad no está más que respirando”, escribió Joaquín Gómez Hernández, de la organización social Caleidoscopio, del barrio Ludueña, que viene peleando contra el narcotráfico, la corrupción policial y otras tantas formas de explotación.
Y también es preciso detenerse en la visión de una maestra y escritora, también de la zona oeste rosarina, Betty Jouve, que sostiene en su relato “El chico de la visera (la gorra es otra cosa)”: “Me dijiste un día que las pesadillas zumban por las noches y no te dejan dormir. Igual que el ruido de las balas. Chico con visera, no vengo a evangelizarte.
Sólo quiero encontrarme con tus ojos... Escuchemos ese rap de Filli Wey que tanto te gusta: “¿Por qué será que tiene que ser así? ¿Por que será que así tengo que vivir…? Yo escuché los llantos, yo escuché los gritos de madres de amigos. Cuántas veces pasé hambre… Soy otra abeja de este enjambre. Guacho, abrí los ojos y preguntá ¿por qué será?”…¿Cómo podría yo juzgarte? Corramos las desconfianzas. Vení, charlemos, sentate un rato... Explicame las cosas que todavía no entiendo. Dejame construir un puente. Dejame derribar esta muralla. No somos tan distintos. Nos gustan algunas cosas, y otras nos sublevan la sangre. Me gusta la poesía, y a vos el rap. Andamos buscándole música a las palabras aun en medio del mismísimo infierno. A lo mejor podemos rimar algo y hacer de la escuela un espacio más amigable. Veo tu brillo detrás de la visera. Te intuyo. No te escapes. Sentate un rato. Necesito una esperanza para poder seguir educando. Dale, dame la mano”, dice la seño Betty. Palabras necesarias para días de furias, hordas y pesados silencios políticos.
30/03/14 Miradas al Sur
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