domingo, 23 de marzo de 2014

Ganadores de la década

Al conjunto de América Latina le fue muy bien en la década pasada y hubo avances en la distribución de la riqueza. No obstante, el boom de las materias primas en los mercados internacionales impactó en la región re-primarizando sus economías. América Latina sigue vendiendo al mundo casi exclusivamente commodities. Argentina fue contra la corriente: el gobierno aplicó políticas para frenar aquella tendencia y darle prioridad a la actividad industrial. Pero existe un dato que merece atención: Además de contener los brutales embates gestados por el poderoso agro pampeano, las políticas aplicadas desde el gobierno no alcanzaron para cambiar el paisaje de un tejido industrial débil, incompleto y extraordinariamente concentrado

Por Jorge Halperín*

Ilustración Carlos Alonso: Carne

Si se ensaya el ejercicio de leer como un cuentito con moraleja el conjunto de las noticias cotidianas y columnas de “Clarín”, “La Nación”, “Perfil”, “Infobae” y el circuito audiovisual y virtual de estos medios empresarios opositores, entre otras cosas se lleva uno la impresión de que en el paisaje de la política y la economía hay un protagonista excluyente que es el gobierno, y todos los otros actores sólo se mueven como respuesta “natural” a las torpezas y embestidas oficiales.

La manera en que presionan sobre el gobierno, su altísimo protagonismo y el daño que le hacen al conjunto de la sociedad la concentración económica, los monopolios y oligopolios y la posición dominante nunca es un tema en esos medios. Es invisible. Y, probablemente, la mayoría de los argentinos no tenga la menor idea.

Esto viene a cuento para medir la relación entre poder y visibilidad en la batalla cultural para ganar el sentido común.

Al conjunto de América Latina le fue muy bien en la década pasada y hubo avances en la distribución de la riqueza. No obstante, el boom de las materias primas en los mercados internacionales impactó en la región re-primarizando sus economías. América Latina sigue vendiendo al mundo casi exclusivamente commodities. Argentina fue contra la corriente: el gobierno aplicó políticas para frenar aquella tendencia y darle prioridad a la actividad industrial.Lo cierto es que, además de comerse una pelea brutal con el poderoso agro pampeano, no alcanzaron esas políticas para cambiar el paisaje de un tejido industrial débil, incompleto y extraordinariamente concentrado. El ejemplo es la industria automotriz, que fue la fuerza de arrastre de la industria junto con la construcción, y cuya integración es tan débil que el 80 % de los componentes de los autos son importados, cuando no los autos completos. Consecuencia: mejor le va a la industria automotriz y al resto de las industrias, peor les va a las reservas del Banco Central.

Y eso, junto con una rentabilidad extraordinaria de los commodities en los mercados mundiales, explica que, también entre nosotros, los principales ganadores de la década ganada fueran los exportadores de las materias primas del agro, la minería y el petróleo. Los avances producidos en materia de democracia y en calidad de vida de las mayorías justifican hablar de una década ganada. Pero, en rigor de verdad, los grandes ganadores de la década ganada son esas minorías poderosas paradas sobre los productos de la tierra.

Por eso no es sorprendente que el único actor de peso que pudo hacer morder el polvo dos veces en diez años a los gobiernos kirchneristas sea el gran capital del agro y las exportadoras cerealeras. Y estamos pensando en la votación negativa de la Resolución 125, en 2008, y en la fuerte devaluación que forzaron en enero.

No podrían haber sido las petroleras ni las mineras. ¿Por qué? Porque son trasnacionales enormemente poderosas, pero sin capacidad por sí solas para producir un hecho político: no tienen las inmensas ramificaciones que posee el agro en todo el país, con decenas de miles de pequeños y medianos productores, y una miríada de pueblos en todos los rincones que dependen de la bonanza del campo.

Sólo la oligarquía terrateniente pampeana y el selectísimo club de cerealeras que exportan al mundo fue capaz de arrastrar en una alianza anti-gobierno a pequeños y medianos productores y arrendatarios rurales, sectores de la gran industria y clases medias de los grandes centros urbanos, con la ayuda crucial del oligopolio mediático, su socio en Papel Prensa y otros medios opositores.

Y tan fuerte ha sido ese poder, que este enero puso en aprietos al gobierno, ahora sin necesidad de que los pequeños y medianos productores volvieran a cortar las rutas ni presionar a partidos de la oposición para clamar a favor del campo.

Es cierto que esta vez tomaron al gobierno en falsa escuadra: hoy se atraviesan nuevas dificultades, básicamente las que surgen de las presiones inflacionarias y los problemas que traen a las reservas la fuga de divisas, la enorme factura de importación de combustibles y la igualmente enorme factura por importaciones de insumos. Sin contar con que el deffault de 2001 nos convirtió en el único país de la región que no accede a créditos internacionales.

Pero hasta la inflación remite al esfuerzo hecho por industrializar. Porque, en buena medida, es la reacción de los sectores concentrados a las políticas que aplicó el gobierno para no re-primarizar la economía, apoyando fuertemente a la industria y a la creación de millones de empleos. Que el salario medio de Argentina sea superior al de casi todos los países de América Latina no es casual: se explica por el poder recobrado aquí por los sindicatos por el bajo desempleo, y por la fuerza de las paritarias. Pero, claro, la puja distributiva es a los trompazos inflacionarios.

Hace muchas décadas escuché a un conocido sociólogo decir que Argentina es un país con industrias, no un país industrial. Y lo explicaba diciendo que los industriales no reinvierten sus ganancias en industria sino en campos, y en aquel momento la fuga de divisas aún no tenía el tamaño monstruoso de hoy.

Así, cuando nos va bien y el consumo alcanza topes, nos empieza a ir mal.

Pero, con este escenario, en las tensiones que se vienen sufriendo este verano sólo hay dos grandes actores: de un lado, las corporaciones y, del otro, el gobierno popular. No hay nada más, excepto el oligopolio mediático y sus amigos. Los partidos de la oposición no figuran: no levantan demasiado la voz para cuestionar al gobierno, pero tampoco para apoyarlo ante la ofensiva cambiaria. Probablemente, apuestan a un eventual futuro en el cual las corporaciones no les bajen el pulgar como alternativa de gobierno.

Y el sindicalismo, al cual el gobierno empoderó notablemente en la década, aparece dividido y algunos tirando besitos a los ajustadores. Hace falta que adviertan los riesgos de soltar la mano a esta política que los incluye, y también hace falta que el gobierno siga pareciéndose a sí mismo, pero redoble el esfuerzo en una política para ganar aliados porque en esta película hay muchos actores que andan por ahí sin letra.

*Periodista

La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y Política
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene#!jorge-halpern/ct05

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