martes, 4 de marzo de 2014

Kiev denunció un ultimátum

Por Kim Sengupta *
Desde Belbek El plazo final para rendirse era a las 16, o habría un ataque. No era ningún engaño, ningún tímido escondite de las insignias de las fuerzas de Rusia como hemos estado viendo. Esta exigencia que conocemos fue entregada por el teniente coronel Vladimir Mirnov de la Flota del Mar Negro: escribió su nombre e incluso un número de teléfono celular para ponerse en contacto con él cuando Ucrania decidiera cumplir. Pero el coronel Yuli Mamchar, comandante de la base aérea Pokrishkin en Belbek, no estaba dispuesto a darse por vencido: “Le dije que no tenía intención de traicionar a mi país, mis hombres y mujeres van a cumplir su deber y resistir. Le dije que sabía el significado de honor y me entristeció que estuviera actuando de manera deshonrosa”.
The Independent fue testigo del desafío a las fuerzas ucranianas en el curso de un día asombroso en este campo de aviación militar cerca del puerto de Sebastopol, en contra de la abrumadora superioridad militar, que incluía las fuerzas especiales de Rusia, el Spetznatz. Sólo numéricamente, los ucranianos tenían alrededor 200 hombres y mujeres militares; las tropas de Moscú eran tres veces más.
El sábado por la noche, los rusos habían aumentado la presión lanzando granadas y disparando tiros al aire –los primeros actos de violencia cometidos por ellos en Crimea–. El domingo, los hombres y mujeres del Coronel Mamchar, desde un batallón de apoyo técnico, esperaron el asalto armados con fusiles Kalashnikov y ametralladoras ligeras, sin chalecos antibalas, detrás sus defensas que consistían principalmente en sacos de arenaque perdían.
Pero tenían algo más: sus familias y vecinos estaban afuera de la entrada principal, preparados, dijeron, para mantener una posición y asegurar que los de adentro no estuvieran solos. Un grupo de soldados rusos, en dos Tigers, su versión de los Humvees, apareció, vio la reunión, sobre todo de mujeres y se dio la vuelta. Poco después, el teniente coronel Mirnov apareció para recordar al coronel Mamchar que tan sólo quedaba media hora antes de que se dispararan los primeros tiros. Pero había un aspecto de resignación en su rostro: la intimidación, pareció darse cuenta, no iba a funcionar.
Las tropas de Vladimir Putin no estaban de buen ánimo. Hasta ahora, como habían tomado las instalaciones estratégicas en Crimea, había habido silencio detrás de los pasamontañas. Ahora, fuera de las candilejas, no hubo enmascaramiento de furia. Uno de ellos, en traje de combate, caminó hacia un soldado ucraniano y gruñó: “Hemos venido a salvar a los eslavos, mientras que ustedes están ocupados vendiendo su país”.
No todos ellos, sin embargo, eran belicosos. Uno le dijo a uno de los centinelas en la base: “Tengo una hija en casa que nació hace tres días, realmente no sé lo que estoy haciendo aquí”. Al caer la noche, el ataque no se había materializado. Pero se reportaron más ultimatums de los rusos. El comandante de la Flota del Mar Negro, el almirante Alexander Vitko, había exigido que las fuerzas ucranianas en Crimea se rindieran a las 5 am o se enfrentarían a un “asalto”, una afirmación que posteriormente fue desmentida por Moscú.
Las tropas rusas se hicieron cargo de una terminal de ferry en el extremo más oriental de la península, en Kerch. Los tanques y los vehículos blindados se habían reunido sobre la otra orilla 12 kilómetros de distancia. The Independent llamó al teniente Coronel Mirnov a su celular para preguntar si la terminal del ferry había sido tomada antes de la llegada de más tropas y lo que sería la consecuencia exacta si las fuerzas ucranianas se negaban a rendirse en masa. Se escuchó una palabrota y la llamada se cortó, no quiso hacer comentarios.
Aunque el Kremlin controla ahora la capital de Crimea, Simferopol, así como el puerto principal, Sebastopol, no todo está a su favor. Hubo resistencia en otra base ucraniana, Perevalne, y algunas otras en todo el estado también se resisten a pesar de estar rodeados.
Ayer el contraalmirante Denys Berezovsky, quien desertó a las 24 horas de ser nombrado jefe de la marina de guerra de Ucrania, fracasó públicamente en lograr que sus capitanes se le unieran. Los oficiales se alinearon en las sedes navales para escuchar al Almirante Berezovsky y su sucesor Serhiy Haiduk apresuradamente nombrado. Algunos de ellos afirmaron que los rusos apostaron francotiradores en los tejados vecinos.
El Almirante Haiduk dio lectura a la orden oficial por parte del gobierno en Kiev de anunciar la destitución de almirante Berezovsky y que ahora se enfrenta a cargos de traición. Dijo: “Sé que mis hombres permanecerán fieles a su juramento. Lo que Berezovsky hizo es un asunto sólo suyo. Cuando trajo intrusos aquí, no ofrecimos resistencia armada como hubiera sido nuestro derecho, a fin de evitar cualquier provocación que al otro lado le gustaría. Estamos resolviendo el tema, pero nunca vamos a entregar nuestras armas”. Hubo un aplauso espontáneo seguido por el himno nacional.
La respuesta del almirante Berezovsky, en la que insistió en que Viktor Yanukovich, el presidente depuesto, seguía siendo el gobernante legítimo, ofreció la garantía de que los que se reunieron con él en la inauguración de la marina de guerra de Crimea conservarían su rango y salario. Se escuchó en un silencio sepulcral.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12. Traducción: Celita Doyhambéhère.


No hay comentarios:

Publicar un comentario