miércoles, 16 de abril de 2014

Cuando la encuesta organiza toda la estrategia política Por Alejandro Horowicz

Los datos que arrojan los sondeos sobre el paro general y también de cara a las elecciones de 2015.
Deporte político nacional mayoritario: leer encuestas. Interpretarlas, es otra cosa; sobre todo cuando se leen estáticamente. En lugar de considerarlas fotogramas de una película, escenas congeladas de un proceso dinámico, suelen leerse como un oscuro dictamen de los dioses, y por tanto sólo se trata de "acompañarlas", de acomodar el discurso a la "opinión de la gente". Entonces, de la "justicia por mano propia", de la "ausencia de Estado", del asesinato de pobres peligrosos, la agenda pública pasa sin demasiada reflexión al último paro general.

Las encuestas mandan y en el trabajo de Ibarómetro, publicado ayer por Página 12, si se suma el 28,3% de los que consideran el paro "nada justificado", con el 25,8 del "poco justificado", se obtiene una mayoría del 54,1 por ciento. En esta lectura la mayoría estaba en contra del paro, y la prepotencia sindical –no en vano la dirección tiene una imagen pública pésima, 65 por ciento– hizo uso del transporte, del control de todos los medios de transporte, para impedir que los trabajadores de a pie accedieran a sus puestos de trabajo.

Una pregunta no debería ser eludida: ¿por qué Hugo Moyano puede lo que Luis Barrionuevo no puede? Es de dominio público que los trabajadores gastronómicos no acataron el paro. La mayor parte de los restaurantes y bares permanecieron abiertos. Y el intento de forzar el cierre resulto ineficaz. En cambio, todos los gremios del transporte –incluidos subte y aviones– acataron la directiva. Dicho con sencillez: Moyano representa a sus afiliados, Barrionuevo no.

Entonces, la idea de medir en "general" los "motivos" del paro no pareciera ser la adecuada. No siempre la gente reflexiona así, no parece el caso donde todos conocen el porqué, y mucho menos en términos tan conceptualmente políticos. Sólo una encuesta por rama de trabajo arrojaría resultados más confiables, y facilitaría una explicación más consistente, ya que la disparidad del comportamiento hiere la vista.

La dispersión salarial de los trabajadores en relación de dependencia explica, pero no debería ser excluyente. Las condiciones de trabajo importan. Y sobre todo, la capacidad de negociación de una dirección sindical no depende tan sólo de su propia aptitud para enfrentar a la patronal, sino también de la capacidad colectiva; capacidad que suele estar determinada por los sectores más dinámicos del movimiento obrero, y los otros suelen viajar chupados. Esto es, aprovechan la sinergia ajena como fuerza propia. Que un sindicato como La Fraternidad, que nuclea a los maquinistas ferroviarios, con asalariados que pagan Impuesto a las Ganancias, se pliegue al paro y Empleados de Comercio no lo haga, va mucho más allá de las opiniones políticas de sus dirigentes.

Armando Cavalleri –pope mercantil durante décadas– sabe aprovechar las circunstancias. Había aceptado un salario de bolsillo de 6700 pesos, lo que suponía un aumento del 29,9 por ciento, pero cuando debían rubricar el convenio, sin decir agua va, apuró un pliego de "nuevas exigencias". A juicio de Carlos de la Vega, dirigente empresario del sector: "Estalló el acuerdo, de eso no hay dudas. Estamos tratando de recomponer las esquirlas." Si se tiene en cuenta que el convenio había sido anunciado en la Casa Rosada, con foto presidencial y todo, no se puede desechar como asuntillo menor.

Quien piense que entre el paro general y el comportamiento de Cavallieri no hay relación se equivoca feo. La sociedad argentina no tiene en alta estima a la gerontocracia sindical, pero los trabajadores saben que los sindicatos sirven. No en vano el nivel de sindicalización argentino duplica holgadamente el brasileño, y ni que hablar del chileno. De modo que la directiva de Comercio, con su "picardía", modifica las relaciones de fuerza en materia salarial, y al hacerlo también transforma las opiniones de sus afiliados. Y una nueva encuesta (organizada con preguntas más cerradas, menos generales), arrojará nuevos resultados. El repudio al piquete –84 por ciento– no es anecdótico, y el intento de las corrientes sindicales referenciadas en la izquierda por no perder visibilidad pública, deberían reconsiderar ese instrumento. Sin olvidar, por cierto, que una minoría no lo rechaza, y que esa izquierda está bastante lejos de representarla electoralmente.

Ergo, valuar políticamente este paro general no es tan sencillo, sus efectos recién arrancan, y se trata de saber si será el pórtico de un nuevo paro o si esto fue todo. La sociedad percibe y las encuestas registran que este paro forma parte de los movimientos requeridos por la realineación de fuerzas del tablero electoral 2015. Ahora bien, es precisamente en ese terreno donde debería interpretarse políticamente el comportamiento obrero. 

OTRA VEZ LAS ENCUENTAS. No hubo paros generales durante el primer gobierno de Néstor, y otro tanto sucedió con el primero de Cristina. No es preciso leer encuestas para saber los motivos. No se trata de que la protesta no tuviera razones, sino más bien remite a la naturaleza de las expectativas. Hace mucho tiempo que los sectores populares esperan muy poquito; hasta se podría decir que recibieron, en esos días, más de lo que esperaron.

Hoy la crisis global del capitalismo, un evidente ralentamiento del comercio internacional, afecta. Brasil se detuvo, Argentina crece mucho más despacio, la aspiradora financiera prosigue su marcha y los griegos pueden colocar deuda pública a menos del 6% de interés anual, por primera vez en años. La derechización de la sociedad global, de sus valores colectivos, avanza a paso de ganso.

¿En la Argentina pasa lo mismo? Una encuesta que Poliarquía Consultores, publicada el domingo 13 en La Nación, registra una intención de voto del 25% para Sergio Massa, seguido por el gobernador de Buenos Aires, 21%, y el jefe de gobierno porteño cierra el selecto pelotón, 16 por ciento. Tres candidatos del panradicalismo alcanzan, en el caso de que sus votos fueran acumulables, el 23 por ciento: Hermes Binner, con el 9, seguido por el ex vicepresidente Julio Cobos, 8%, y con cierta sorpresa cierra Elisa Carrió, con el 6 puntos porcentuales.

Si estos números se mantuvieran hasta la hora señalada, la Argentina se enfrentaría por primera vez desde 2003 a un escenario con segunda vuelta. Las preferencias volcadas sobre el eje "continuidad-cambio" aportan cualitativamente a inteligir sentido político: el 46% expresó que votaría a un candidato que "cambie algunas cosas y continúe otras", sólo el 33 indicó que elegiría a alguien que "cambie la mayoría de las cosas" y el 15% advirtió que preferiría a quien "continúe la mayoría". De modo que la mayoría no apunta hacia cambios drásticos, ni de derecha ni de izquierda, con respecto a la gestión K. Línea de continuidad: salario, empleo y consumo; línea de discontinuidad: seguridad e inflación.

Ahora bien, esta encuesta deja en claro que difícilmente el oficialismo tenga un candidato que no sea Daniel Scioli. Otro dato: con Massa sería la batalla decisiva. Una batalla entre un intendente y un gobernador de la provincia de Buenos Aires. Mauricio Macri, por su parte, no logra avanzar en su armado político. De modo que toda su chance pasa por alguna clase de acuerdo con el radicalismo. Carrió está dispuesta, pero pareciera ser la única.

Los Oktubres, el grupo de intendentes jóvenes que a fines de enero, en medio de la zozobra causada por huelgas policiales, cortes de servicios y devaluación de la moneda, respaldaron sin vueltas al gobierno. Dos meses más tarde, con el panorama más estable, el espacio busca ampliarse más allá de los límites de la provincia de Buenos Aires con la intención de "ser parte de la discusión" de cara a 2015. Ellos terminarán por hacer lo que les indique Cristina. En rigor de verdad, Scioli depende de la decisión de la Casa Rosada. Dos caminos quedan abiertos. En el primero, Cristina empioja el camino de Scioli, para seguir siendo la jefa desde el llano. En el segundo, apoya al gobernador y acepta que su tiempo político ya es parte de la historia.

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