El fin de año vino con un Serrat bajo el brazo. Se editó una recopilación de su extraordinaria obra y se anunció su gira argentina para marzo y abril de 2015. Aquí, en un sabroso diálogo, el catalán cuenta, reflexiona y entretiene.
En Buenos Aires. Esta semana se anunciaron las fechas de los recitales en el teatro Gran Rex: serán los días 6, 7, 9 y 10 de marzo de 2015. Las entradas ya están a la venta.//Encuentro. El cantautor catalán compartió anécdotas y demás reflexiones con uno.
El diálogo entre Joan Manuel Serrat y el popular dibujante madrileño Antonio Fraguas, Forges (desde 1982 publicó sus viñetas en los diariosDiario 16 y El Mundo, y actualmente lo hace en El País), que a continuación se reproduce, ocurrió durante la quinta edición del Festival “La risa de Bilbao”, celebrado en octubre en el País Vasco. Allí ambos personajes, reunidos a propósito del medio siglo de trabajo que cumplen (o están por cumplir), se juntaron para charlar de vaguedades relevantes de su vida y sus profesiones, el favor del público y la mirada de la realidad cotidiana como motor de inspiración. Durante poco más de una hora, dos grandes personajes de la cultura española (Forges en su país, Serrat para todo el mundo hispanoparlante) entretuvieron con graciosas anécdotas y algunos profundos pensamientos que no pasaron desapercibidos.
Forges: –El año que viene cumples 50 años de profesión, yo los cumplo este año.
Serrat: –Es mucho... Está bien, haber sobrevivido a todo esto.
F: –¿Es verdad que todo tiempo pasado no fue mejor?
S: –Qué va... Hoy es el mejor día de mi vida.
F: –Tú lo has cantado, además. Esa forma habitual de hacerse los días nuevos es muy importante. Porque los nuevos días son, precisamente, los que te hacen llevar esta carrera, ¿verdad? Es muy importante que las vidas sean anchas. Durarán lo que sea, pero creo que una vida ancha es más importante que una vida estrecha. Digo yo... (risas).
S: –Una vida ancha, ¿no? ¿Está bien, no?
F: –No es mío, me parece que es de Miguel Hernandez (risas).
S: –Está bien, vía ancha también... Figura que yo tendría que hacerte una entrevista a ti, pero como te confesé ayer, y les confieso, yo no voy a hacerte ninguna entrevista. Lamento defraudarlos, y les advierto además que éste no es un espectáculo apto para menores. Tengan cuidado con las criaturas... Bueno, trataremos de establecer una conversación, que ellos (señala al público) nos ayuden como lo han hecho a lo largo de la vida, con sus historias, con su compañía. Entonces, que ellos participen. De aquí a un rato, hasta que lleguemos a eso no participen por favor.
F: –Si nos callamos mucho, hoy pueden participar.
S: –A veces me pregunto que eso de tener... Te voy a hacer una pregunta que no te han hecho nunca: ¿tener que hacer un dibujo diario debe ser complicado, no?
F: –Vamos a ver, ya lo he dicho algunas veces. No es nada difícil. Afortunadamente, porque ustedes pueden hacerlo, todos pueden hacerlo. Tomar una hoja de papel en blanco, ponerse tranquilamente delante de una mesa una hora al día. Lápiz o bolígrafo en mano. Yo te garantizo que a la semana ya hiciste un chiste. Pero como no se ponen, les parece difícil. Es un trabajo, tú lo sabes.
S: –Yo me pongo también.
F: –Tú te pones, pero haces otra cosa que al fin y al cabo es lo mismo prácticamente. Tú haces cosas mucho más trascendentales...
S: –A ver, no, tampoco...
F: –No me vengas con cuentos, porque tú has hecho cosas que van a quedar en la historia. Lo digo totalmente en serio, has hecho cantar a todos los pueblos la misma canción, y eso sí que debe ser complicado.
S: –Ya me gustaría que esto pasara en serio...
F: –¡Es que es cierto!
S: –Hablemos de usted, don Antonio.
F: –Pues bien, soy un señor que dibujo. Mal, por supuesto. Pero cuando estoy dibujando, generalmente, silbo y tarareo. ¿Sabe usted lo que yo silbo y tarareo? Canciones suyas, eso se llama pasar a la historia.
S: –¿Sabes qué parte de uno realmente pasa a la historia? Aquella que hace que uno deje de ser importante. Yo sentí realmente que mis canciones trascendían de alguna forma al sentimiento colectivo el día que yo escuché en un entoldado, en Calatuña, en Girona. Yo estaba afuera, fumando un cigarrito... Sanísimo, un cigarrito, solo allí. Y escuchaba la música adentro de la casa, y entonces la orquesta iba tocando un concierto de estas canciones entrañables que pasan de generación en generación... Canciones muy arraigadas en la gente. Y en el medio de estas canciones, tocaron una canción mía. Ahí dije yo: ¡esto está bien! Otra vez que me emocioné mucho también, fue un día que vi sacar, en un Viernes Santo, sacar al cachorro con “La saeta”. Son cosas que dices, ¡esto es el éxito!
F: –¿Ves? Ahí lo tienes. Bueno, pero lo del dibujo es muy simple. Hay una especie de rumbo, no es inspiración es rito. Si quieres hacer algo tienes que enterarte de lo que está pasando en la calle. No vayas nunca a una redacción, jamás. Intenta no ir, porque en la redacción puede darse el caso que al jefe le haya llevado el auto la grúa y diga “vamos todos contra el ayuntamiento”. Eso no es la actualidad.
S: –Estoy de acuerdo. O sea en el fondo estás diciendo que el fundamento de tu trabajo, y del mío también, no es tanto la inspiración como el estar con los sentidos abiertos. Escuchar en la calle, lo que la gente dice. Y trabajar sobre aquello, es decir no esperar que venga un rayo divino que nos ilumine, sino que el castigo de Dios con el que sometió a Adán, es el castigo nuestro de cada día. Que por cierto, estoy de acuerdo contigo, al cabo del tiempo, tiene su recompensa. Es decir, al insistir consigues algo.
F: –Toma en cuenta que es muy importante que seamos conscientes de que estamos repitiendo fuerzas ancestrales. Venimos de los griegos, la música, la literatura, el teatro, todo... Y lo que hacemos nosotros, lo que tú has hecho con la música, lo que yo hago con los dibujos, es otra forma de ver las cosas. Pero que son perennes y totales, ¿no? No me voy a comparar con Aristófanes, para nada, pero en mis dibujos está el chico, la chica, el bueno, el malo, el coro, los padres. Todo es igual. Eso mismo es lo que tú haces, por ejemplo, a la hora de hacer música. Esa forma convencional que tenemos en nuestra cultura, varía –no tanto creo yo– con los orientales en general y con los indios en particular. O sea en la manera que nosotros tenemos a la tragedia griega, el drama, la comedia griega para todo, ellos tienen lo mismo pero en otra cultura. Lo mismo con las leyendas de Confucio. Ser conscientes de lo que hacemos, primero nos da cierto apoyo de que estamos cooperando, pero también nos pone un límite. Quieto león, que tu no eres Aristófanes...
S: –Yo creo que Aristófanes no está aquí, no es vasco... (risas). Me ha dicho un amigo mío que diga que el Bilbao es mi segundo equipo y ganaré mucho afecto.
F: –En síntesis, para que nos hagamos una idea. El viaje de Ulises, la epopeya de Alejandro Magno, es todo lo mismo pero en otras claves culturales. Pero déjame preguntarte algo a ti: yo creo que todo creador tiene un rito, que puede ser que se levanta a tal hora, que no se acuesta hasta tal hora... Pero tú eres un creador complicado, porque tienes varias formas de creatividad. Entonces voy a hacerte una pregunta que no te han hecho nunca, ¿haces primero la música o la letra?
S: –Es imposible hacer una cosa antes que la otra. Eso representaría hacer la canción como algo entero, tanto sea un texto como una música. Normalmente, yo busco encontrar un gancho, un sitio donde aferrar la idea. En una frase determinada que puede ser tanto literaria como musical, y a partir de ahí tiro del hilo. Y bueno, van saliendo cosas. Y voy tratando de armarlo así. A veces cuando tengo más suerte, cuando estoy más lúcido, salen más cosas. Normalmente una canción no se hace, al menos en mi caso, de principio a fin. Voy cortando, quitando, pegando. O sea el corte y pega lo inventé mucho antes que Apple... (risas). Me gusta mucho ver la letra terminada, soy una persona muy pulida en eso, muy prolijo dirían en Argentina. Entonces necesito verlo todo así. Cuando escribía a máquina, algo que no me gustaba o me equivocaba, tenía que sacar todo el papel... Ahora es maravilloso, con el corte y pega, quitas y pones aquí, allá. Le agradezco mucho a quien lo inventó, ha solucionado el trabajo creativo.
F: –Mucha gente se ha puesto a escribir o a lo que sea a partir de esto.
S: –A lo que sea, mucho más (risas).
F: –Bueno, te voy a contar algo. He pasado bastantes momentos complicados en mi vida, unos referidos a mi profesión, otros a mi situación en el mundo. Pero una de las peores cosas que han pasado en mi vida fue en Barcelona, había un hotel que se llamaba Sans, arriba del viejo estadio del Español. Un día llegué ahí, eran las 10 de la noche, pregunto dónde ir a comer algo, a tomar algo. Me dicen “aquí abajo”. Entro, y me preguntan “¿cerca o lejos?”. “Al medio”, respondo. Y se sucedieron espectáculos insólitos, un trío paraguayo de arpa y guitarras, un ilusionista que llamó un voluntario (yo era el único en la sala, aunque escuchaba risas desde lejos, no se veía nada) y una cantante que venía del Moulin Rouge de París, que terminó cantando sentada en mis rodillas. Cuando pagué para salir, descubro que en la parte de arriba había una platea de chicas que me aplaudían. ¡Era un cabaret! No lo supe hasta que salí. Esa es la peor anécdota de mi vida, ¿y la tuya?
S: –Yo he hecho el ridículo muchas veces. Pero ya lo contaré, ahora mismo no se me ocurre. Ahora el éxito que tú has tenido con estas señoritas, más quisiera tenerlo yo... (risas). Eso es el éxito de verdad. Hablando en serio, una vez fui con mi señora a un cabaret de estos que hay en Barcelona. Y apareció un tipo que arrastraba una campana con el pene. Es verdad, eh... El tipo se atravesaba el pellejo con un hierro y la arrastraba ¡Tenía unos agujeros en el pellejo que debía orinar para todos lados!
F: –¿Sabes qué pasa? Que los tipos que trabajan en los cabarets, eligen a los que están solos y tienen lentes. Yo recomiendo a todos los que vayan a París, que se quiten los lentes.
S: –Eres el hombre-baliza. En lugar de ser como cualquier ser humano, se convierte en una referencia. “Al lado del de los lentes”, por ejemplo.
F: –A propósito, ¿tú tienes el truco ese de los músicos que eligen cantarle a una persona en particular?
S: –Yo trato de no fijarme mucho porque me he llevado grandes desengaños: estar cantando de manera muy concentrada a alguien y ver que hace así (hace el gesto de meterse el dedo en la nariz). Joder, eso te provoca un cierto estado de desmoralización... (risas). Aunque ahora yo ya no veo desde arriba del escenario, ver lo que se dice ver, no veo. Afortunadamente. Sé que me pierdo cosas muy interesantes. Pero es tremendo, si uno analiza las caras que está viendo, estás cantando y ves de todo, gente que se reclina hasta lo imposible en su asiento, sopla y mira para otro lado. Y tú estás cantando, y fantaseas con otra cosa...
F: –¿Y ronquidos?
S: –No, roncar no... Ahora lo que tenemos mucho es la manía del teléfono. El iPhone y todas esa cosas. ¿Ves aquel señor? Lo está escribiendo todo en este momento. Entonces yo en los conciertos veo gente que lo graba todo. Sacan sus tabletas, unas cosas enormes, y desde que sales a escena lo graban todo. Yo les pido siempre que traten de ver la realidad, les explico que hay un mundo más allá de Windows y de Apple. No tanto esto último... (risas). Hay un mundo que está muy bien, que es muy agradable, que pasan cosas. La memoria está para eso, para vivir aquel momento. Pues no, hay gente que prefiere grabar todo. A propósito, les voy a contar algo, hablando de teléfonos... Una vez tuvieron... Gabriel García Márquez tuvo la ocurrencia de pedirme que fuera jurado en el Festival de Cine de Cartagena de Indias. La verdad es que fue una experiencia muy bonita porque tuve unos compañeros de jurado extraordinarios, estaban María Luisa Bemberg, Carlos Monsivais, Alvaro Mutis y María Elena Mejía. Gente muy talentosa, pasamos mucho tiempo juntos. Pero el Festival la verdad fue bastante malo, bajísimo el nivel de las películas, y entonces nosotros votamos a la que nos parecía las menos malas. Entre ellas, un documental muy emocionante que además era políticamente muy comprometido, muy movilizador, sobre el Caracazo de 2002. Entonces, cuando dieron el resultado de las votaciones se armó un cierto conflicto en el teatro. Yo opté por irme al aeropuerto bastante tiempo antes, para evitarme problemas físicos porque la muchachada estaba muy encendida. Llegué al aeropuerto, facturé en soledad, era uno de esos vuelos nocturnos de Iberia. Cuando voy a entrar al avión, me dice la azafata que estaba en el mostrador: “Va a tener que esperar un ratito en la sala porque la guerrilla ha volado una torre de comunicaciones en Barranquilla”. “Me da igual”, le contesté. “Mejor que no entre”, me dijo. Le respondí que no, que quería pasar por el control de pasaportes y listo. Lo hago, todo muy tranquilo y cuando entro a la sala de embarque, me encuentro a 350 españoles con sus respectivas familias, sus respectivos niños, sus respectivas horas de espera, aburridos de cojones... Y todos con una cámara de video. Rápidamente se levantaron y empezaron a caer sobre mí, uno tras otro. Y yo acojonado en un rincón, esperando que pasara aquel temporal de la mejor forma posible. Son cosas que tiene esto del ser artista. Y ¿quieren que les diga una cosa? Si quieren mandar a la mierda a alguien, le dicen que es insoportable, “a este tío se le ha subido el mundo a la cabeza”. Yo puedo mandar a la mierda a cualquiera, pero cuando voy de artista no. Un día volvía de mi vieja escuela de agricultura con dos compañeros, de “robar” al patrimonio público catalán con dos posters antiguos de insectos. Nos avisaron que iban a demolerla y fuimos ahí, a llevarnos esos recuerdos. Entonces íbamos saliendo por la calle, y en eso viene un tío por detrás, hablando por teléfono. Pasa a mi lado, me agarra por el cuello y ¡zas! Saca una foto. Me suelta y sigue hablando el cabrón, como si nada ¡Ni siquiera me dio tiempo de mandarlo a la mierda!.
Forges: –El año que viene cumples 50 años de profesión, yo los cumplo este año.
Serrat: –Es mucho... Está bien, haber sobrevivido a todo esto.
F: –¿Es verdad que todo tiempo pasado no fue mejor?
S: –Qué va... Hoy es el mejor día de mi vida.
F: –Tú lo has cantado, además. Esa forma habitual de hacerse los días nuevos es muy importante. Porque los nuevos días son, precisamente, los que te hacen llevar esta carrera, ¿verdad? Es muy importante que las vidas sean anchas. Durarán lo que sea, pero creo que una vida ancha es más importante que una vida estrecha. Digo yo... (risas).
S: –Una vida ancha, ¿no? ¿Está bien, no?
F: –No es mío, me parece que es de Miguel Hernandez (risas).
S: –Está bien, vía ancha también... Figura que yo tendría que hacerte una entrevista a ti, pero como te confesé ayer, y les confieso, yo no voy a hacerte ninguna entrevista. Lamento defraudarlos, y les advierto además que éste no es un espectáculo apto para menores. Tengan cuidado con las criaturas... Bueno, trataremos de establecer una conversación, que ellos (señala al público) nos ayuden como lo han hecho a lo largo de la vida, con sus historias, con su compañía. Entonces, que ellos participen. De aquí a un rato, hasta que lleguemos a eso no participen por favor.
F: –Si nos callamos mucho, hoy pueden participar.
S: –A veces me pregunto que eso de tener... Te voy a hacer una pregunta que no te han hecho nunca: ¿tener que hacer un dibujo diario debe ser complicado, no?
F: –Vamos a ver, ya lo he dicho algunas veces. No es nada difícil. Afortunadamente, porque ustedes pueden hacerlo, todos pueden hacerlo. Tomar una hoja de papel en blanco, ponerse tranquilamente delante de una mesa una hora al día. Lápiz o bolígrafo en mano. Yo te garantizo que a la semana ya hiciste un chiste. Pero como no se ponen, les parece difícil. Es un trabajo, tú lo sabes.
S: –Yo me pongo también.
F: –Tú te pones, pero haces otra cosa que al fin y al cabo es lo mismo prácticamente. Tú haces cosas mucho más trascendentales...
S: –A ver, no, tampoco...
F: –No me vengas con cuentos, porque tú has hecho cosas que van a quedar en la historia. Lo digo totalmente en serio, has hecho cantar a todos los pueblos la misma canción, y eso sí que debe ser complicado.
S: –Ya me gustaría que esto pasara en serio...
F: –¡Es que es cierto!
S: –Hablemos de usted, don Antonio.
F: –Pues bien, soy un señor que dibujo. Mal, por supuesto. Pero cuando estoy dibujando, generalmente, silbo y tarareo. ¿Sabe usted lo que yo silbo y tarareo? Canciones suyas, eso se llama pasar a la historia.
S: –¿Sabes qué parte de uno realmente pasa a la historia? Aquella que hace que uno deje de ser importante. Yo sentí realmente que mis canciones trascendían de alguna forma al sentimiento colectivo el día que yo escuché en un entoldado, en Calatuña, en Girona. Yo estaba afuera, fumando un cigarrito... Sanísimo, un cigarrito, solo allí. Y escuchaba la música adentro de la casa, y entonces la orquesta iba tocando un concierto de estas canciones entrañables que pasan de generación en generación... Canciones muy arraigadas en la gente. Y en el medio de estas canciones, tocaron una canción mía. Ahí dije yo: ¡esto está bien! Otra vez que me emocioné mucho también, fue un día que vi sacar, en un Viernes Santo, sacar al cachorro con “La saeta”. Son cosas que dices, ¡esto es el éxito!
F: –¿Ves? Ahí lo tienes. Bueno, pero lo del dibujo es muy simple. Hay una especie de rumbo, no es inspiración es rito. Si quieres hacer algo tienes que enterarte de lo que está pasando en la calle. No vayas nunca a una redacción, jamás. Intenta no ir, porque en la redacción puede darse el caso que al jefe le haya llevado el auto la grúa y diga “vamos todos contra el ayuntamiento”. Eso no es la actualidad.
S: –Estoy de acuerdo. O sea en el fondo estás diciendo que el fundamento de tu trabajo, y del mío también, no es tanto la inspiración como el estar con los sentidos abiertos. Escuchar en la calle, lo que la gente dice. Y trabajar sobre aquello, es decir no esperar que venga un rayo divino que nos ilumine, sino que el castigo de Dios con el que sometió a Adán, es el castigo nuestro de cada día. Que por cierto, estoy de acuerdo contigo, al cabo del tiempo, tiene su recompensa. Es decir, al insistir consigues algo.
F: –Toma en cuenta que es muy importante que seamos conscientes de que estamos repitiendo fuerzas ancestrales. Venimos de los griegos, la música, la literatura, el teatro, todo... Y lo que hacemos nosotros, lo que tú has hecho con la música, lo que yo hago con los dibujos, es otra forma de ver las cosas. Pero que son perennes y totales, ¿no? No me voy a comparar con Aristófanes, para nada, pero en mis dibujos está el chico, la chica, el bueno, el malo, el coro, los padres. Todo es igual. Eso mismo es lo que tú haces, por ejemplo, a la hora de hacer música. Esa forma convencional que tenemos en nuestra cultura, varía –no tanto creo yo– con los orientales en general y con los indios en particular. O sea en la manera que nosotros tenemos a la tragedia griega, el drama, la comedia griega para todo, ellos tienen lo mismo pero en otra cultura. Lo mismo con las leyendas de Confucio. Ser conscientes de lo que hacemos, primero nos da cierto apoyo de que estamos cooperando, pero también nos pone un límite. Quieto león, que tu no eres Aristófanes...
S: –Yo creo que Aristófanes no está aquí, no es vasco... (risas). Me ha dicho un amigo mío que diga que el Bilbao es mi segundo equipo y ganaré mucho afecto.
F: –En síntesis, para que nos hagamos una idea. El viaje de Ulises, la epopeya de Alejandro Magno, es todo lo mismo pero en otras claves culturales. Pero déjame preguntarte algo a ti: yo creo que todo creador tiene un rito, que puede ser que se levanta a tal hora, que no se acuesta hasta tal hora... Pero tú eres un creador complicado, porque tienes varias formas de creatividad. Entonces voy a hacerte una pregunta que no te han hecho nunca, ¿haces primero la música o la letra?
S: –Es imposible hacer una cosa antes que la otra. Eso representaría hacer la canción como algo entero, tanto sea un texto como una música. Normalmente, yo busco encontrar un gancho, un sitio donde aferrar la idea. En una frase determinada que puede ser tanto literaria como musical, y a partir de ahí tiro del hilo. Y bueno, van saliendo cosas. Y voy tratando de armarlo así. A veces cuando tengo más suerte, cuando estoy más lúcido, salen más cosas. Normalmente una canción no se hace, al menos en mi caso, de principio a fin. Voy cortando, quitando, pegando. O sea el corte y pega lo inventé mucho antes que Apple... (risas). Me gusta mucho ver la letra terminada, soy una persona muy pulida en eso, muy prolijo dirían en Argentina. Entonces necesito verlo todo así. Cuando escribía a máquina, algo que no me gustaba o me equivocaba, tenía que sacar todo el papel... Ahora es maravilloso, con el corte y pega, quitas y pones aquí, allá. Le agradezco mucho a quien lo inventó, ha solucionado el trabajo creativo.
F: –Mucha gente se ha puesto a escribir o a lo que sea a partir de esto.
S: –A lo que sea, mucho más (risas).
F: –Bueno, te voy a contar algo. He pasado bastantes momentos complicados en mi vida, unos referidos a mi profesión, otros a mi situación en el mundo. Pero una de las peores cosas que han pasado en mi vida fue en Barcelona, había un hotel que se llamaba Sans, arriba del viejo estadio del Español. Un día llegué ahí, eran las 10 de la noche, pregunto dónde ir a comer algo, a tomar algo. Me dicen “aquí abajo”. Entro, y me preguntan “¿cerca o lejos?”. “Al medio”, respondo. Y se sucedieron espectáculos insólitos, un trío paraguayo de arpa y guitarras, un ilusionista que llamó un voluntario (yo era el único en la sala, aunque escuchaba risas desde lejos, no se veía nada) y una cantante que venía del Moulin Rouge de París, que terminó cantando sentada en mis rodillas. Cuando pagué para salir, descubro que en la parte de arriba había una platea de chicas que me aplaudían. ¡Era un cabaret! No lo supe hasta que salí. Esa es la peor anécdota de mi vida, ¿y la tuya?
S: –Yo he hecho el ridículo muchas veces. Pero ya lo contaré, ahora mismo no se me ocurre. Ahora el éxito que tú has tenido con estas señoritas, más quisiera tenerlo yo... (risas). Eso es el éxito de verdad. Hablando en serio, una vez fui con mi señora a un cabaret de estos que hay en Barcelona. Y apareció un tipo que arrastraba una campana con el pene. Es verdad, eh... El tipo se atravesaba el pellejo con un hierro y la arrastraba ¡Tenía unos agujeros en el pellejo que debía orinar para todos lados!
F: –¿Sabes qué pasa? Que los tipos que trabajan en los cabarets, eligen a los que están solos y tienen lentes. Yo recomiendo a todos los que vayan a París, que se quiten los lentes.
S: –Eres el hombre-baliza. En lugar de ser como cualquier ser humano, se convierte en una referencia. “Al lado del de los lentes”, por ejemplo.
F: –A propósito, ¿tú tienes el truco ese de los músicos que eligen cantarle a una persona en particular?
S: –Yo trato de no fijarme mucho porque me he llevado grandes desengaños: estar cantando de manera muy concentrada a alguien y ver que hace así (hace el gesto de meterse el dedo en la nariz). Joder, eso te provoca un cierto estado de desmoralización... (risas). Aunque ahora yo ya no veo desde arriba del escenario, ver lo que se dice ver, no veo. Afortunadamente. Sé que me pierdo cosas muy interesantes. Pero es tremendo, si uno analiza las caras que está viendo, estás cantando y ves de todo, gente que se reclina hasta lo imposible en su asiento, sopla y mira para otro lado. Y tú estás cantando, y fantaseas con otra cosa...
F: –¿Y ronquidos?
S: –No, roncar no... Ahora lo que tenemos mucho es la manía del teléfono. El iPhone y todas esa cosas. ¿Ves aquel señor? Lo está escribiendo todo en este momento. Entonces yo en los conciertos veo gente que lo graba todo. Sacan sus tabletas, unas cosas enormes, y desde que sales a escena lo graban todo. Yo les pido siempre que traten de ver la realidad, les explico que hay un mundo más allá de Windows y de Apple. No tanto esto último... (risas). Hay un mundo que está muy bien, que es muy agradable, que pasan cosas. La memoria está para eso, para vivir aquel momento. Pues no, hay gente que prefiere grabar todo. A propósito, les voy a contar algo, hablando de teléfonos... Una vez tuvieron... Gabriel García Márquez tuvo la ocurrencia de pedirme que fuera jurado en el Festival de Cine de Cartagena de Indias. La verdad es que fue una experiencia muy bonita porque tuve unos compañeros de jurado extraordinarios, estaban María Luisa Bemberg, Carlos Monsivais, Alvaro Mutis y María Elena Mejía. Gente muy talentosa, pasamos mucho tiempo juntos. Pero el Festival la verdad fue bastante malo, bajísimo el nivel de las películas, y entonces nosotros votamos a la que nos parecía las menos malas. Entre ellas, un documental muy emocionante que además era políticamente muy comprometido, muy movilizador, sobre el Caracazo de 2002. Entonces, cuando dieron el resultado de las votaciones se armó un cierto conflicto en el teatro. Yo opté por irme al aeropuerto bastante tiempo antes, para evitarme problemas físicos porque la muchachada estaba muy encendida. Llegué al aeropuerto, facturé en soledad, era uno de esos vuelos nocturnos de Iberia. Cuando voy a entrar al avión, me dice la azafata que estaba en el mostrador: “Va a tener que esperar un ratito en la sala porque la guerrilla ha volado una torre de comunicaciones en Barranquilla”. “Me da igual”, le contesté. “Mejor que no entre”, me dijo. Le respondí que no, que quería pasar por el control de pasaportes y listo. Lo hago, todo muy tranquilo y cuando entro a la sala de embarque, me encuentro a 350 españoles con sus respectivas familias, sus respectivos niños, sus respectivas horas de espera, aburridos de cojones... Y todos con una cámara de video. Rápidamente se levantaron y empezaron a caer sobre mí, uno tras otro. Y yo acojonado en un rincón, esperando que pasara aquel temporal de la mejor forma posible. Son cosas que tiene esto del ser artista. Y ¿quieren que les diga una cosa? Si quieren mandar a la mierda a alguien, le dicen que es insoportable, “a este tío se le ha subido el mundo a la cabeza”. Yo puedo mandar a la mierda a cualquiera, pero cuando voy de artista no. Un día volvía de mi vieja escuela de agricultura con dos compañeros, de “robar” al patrimonio público catalán con dos posters antiguos de insectos. Nos avisaron que iban a demolerla y fuimos ahí, a llevarnos esos recuerdos. Entonces íbamos saliendo por la calle, y en eso viene un tío por detrás, hablando por teléfono. Pasa a mi lado, me agarra por el cuello y ¡zas! Saca una foto. Me suelta y sigue hablando el cabrón, como si nada ¡Ni siquiera me dio tiempo de mandarlo a la mierda!.
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