Por Flor Ragucci
Desde Barcelona
Esta semana, el jefe de gobierno de Cataluña, Artur Mas, anunció su hoja de ruta tras la consulta popular celebrada el 9 de noviembre para decidir si la región se independiza o no de España. El líder del Partido Socialista Catalán (PSC), Miquel Iceta, analiza para Página/12 en Barcelona la decisión de Mas de anticipar las elecciones locales si se consigue formar una candidatura conjunta entre las formaciones soberanistas para que los resultados, leídos en clave plebiscitaria, puedan servir como base de una eventual independencia. Más allá del conflicto territorial de Cataluña, Iceta reflexiona sobre la actual crisis del partido socialista y valora la irrupción de nuevas fuerzas como Podemos en el contexto de un profundo descrédito de la ciudadanía hacia la política española.
–¿Cómo le cayó al PSC la nueva hoja de ruta de Artur Mas?
–Mas hizo lo que ya había avanzado: dejar claro que sigue encaminado hacia la independencia. Nosotros, en cambio, somos partidarios de una reforma profunda del Estado y queremos una España federada a través de la reforma de la Constitución, así que es lo que vamos a seguir defendiendo.
–Para el PSOE, según declaró su líder Pedro Sánchez, la convocatoria anticipada de elecciones en Cataluña sería “un fracaso”. ¿Coincide usted con esta afirmación?
–Absolutamente. En 2010, Mas gana las elecciones diciendo que iba a traer un pacto fiscal; fracasa y anticipa las urnas diciendo que va a conseguir una consulta; fracasa nuevamente y ahora quiere anticiparlas argumentando que quiere obtener la independencia. Son tres fracasos encadenados con tres anticipaciones electorales y, por tanto, somos muy críticos con esa decisión. Nosotros hubiéramos preferido, dado que queda una legislatura de dos años, centrarnos en trabajar sobre qué hay que hacer en ese tiempo y ocuparnos de los temas que de verdad preocupan a la gente: la crisis económica, la creación de empleo, la protección del Estado de bienestar, la regeneración de la política, y también encontrar un acuerdo con el resto de España que nos permita votar. Pero para Artur Mas el único objetivo es la independencia y convertir las elecciones en una suerte de referéndum, vía por la cual será muy difícil coincidir.
–¿No cree que el tema de la independencia está sirviendo de cortina de humo al gobierno catalán para no afrontar otras cuestiones que lo atañen, como el paro, los desahucios o la corrupción?
–Sí, Artur Mas llegó al gobierno defendiendo una política de austeridad y recortes muy potentes, y de repente pareció encontrar en el derecho a decidir y la independencia una fórmula mágica para resolver los problemas y no dar cuenta de su gestión. Desde ese punto de vista tememos que este último giro también tenga ese sentido. El querer convertir las elecciones en un plebiscito sobre la independencia busca también que no se juzgue su acción de gobierno, que para muchos ciudadanos ha sido muy pobre. De ahí también la importancia de que, desde la oposición, seamos capaces de denunciar esta maniobra.
–La propuesta socialista sigue siendo la reforma federal de la Constitución. Concretamente, ¿qué puntos modificarían?
–Hay cuatro grandes áreas de reforma. La primera es la centrada en el reconocimiento de Cataluña dentro de España, la segunda es la de la redistribución de las competencias autonómicas y las del Estado central. La tercera cuestión es la del dinero. La Constitución recoge que la financiación tiene que ser solidaria y nosotros queremos que además aparezca un principio llamado de ordinariedad, como el que tienen otros países federales, según el cual los más solidarios no acaben siendo los más perjudicados. Por último creemos que los gobiernos autónomos tienen que tener una representación en el gobierno del conjunto a través de un Senado federal como el de la República Federal Alemana.
–¿Qué valor tuvo para usted el referéndum del 9-N?
–Fue un ejercicio de participación ciudadana que hay que leer con mucha atención y mucho respeto, sobre todo por las 2.300.000 personas que votaron. Yo creo que en Cataluña hay un sentimiento muy mayoritario de descontento sobre la actual relación con el resto de España y, por tanto, hay que proponer un nuevo acuerdo.
–¿Es el debate soberanista lo que debilitó al PSC?
–Sin duda. El PSC desde su fundación fue un proyecto político en el que cabía gente de sensibilidad nacional muy distinta, es decir, gente que se sentía muy catalana y gente que se sentía muy española, pero que compartía un proyecto socialista. En la medida en que esos sentimientos se han hecho difíciles de compatibilizar y hay que decidir si eres una cosa u otra, los riesgos de fractura son evidentes. El PSC ha defendido siempre un régimen federal, pero es verdad que hay una parte de los militantes socialistas que piensa que el momento del federalismo ya pasó, que reformar España es prácticamente imposible y que el único camino para mantener el autogobierno de Cataluña y el respeto a su identidad es la independencia. Por eso, hoy el PSC sufre con mucha virulencia el proceso soberanista y en el seno de la formación hay una tensión muy grande.
–Y a nivel nacional, ¿qué tiene que replantearse el PSOE ante la pérdida de su lugar hegemónico en el mapa político?
–El PSOE está haciendo una reprogramación muy importante desde antes del verano y creo que un nuevo liderazgo se está afianzando de la mano de Pedro Sánchez para superar esa imagen de desgaste y anquilosamiento que el partido había acumulado en los últimos años, y también el desengaño de muchos electores con la política de Zapatero en materia económica. El PSC está muy comprometido en ayudar a Sánchez y su equipo para culminar esa renovación.
–¿Cree que la irrupción de Podemos y el descrédito generalizado hacia las formas tradicionales de hacer política acabarán en España con el bipartidismo?
–La entrada tan fuerte de Podemos responde a la indignación ciudadana por la corrupción, la crisis económica y las ganas de un cambio muy radical del sistema político español. Por tanto, al menos por un tiempo, yo creo que el bipartidismo no se va a reproducir, dado que va a haber un juego más abierto en torno a tres partidos.
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