El ataque de ayer en la Jabaliya Elementary School Girls ha sido descripto como un posible crimen de guerra por las Naciones Unidas. A las autoridades israelíes se les había dicho no menos de diecisiete veces que estaba llena de refugiados.
Por Kim Sengupta *
Faiza al Tanboura no había hablado durante 21 días desde que un ataque con misiles destruyó su casa. En las primeras horas de esta mañana encontró su voz: “Los niños. No dejen que maten a los niños”, gritó mientras corría hacia el patio de una escuela de la Organización de Naciones Unidas (ONU) bajo el fuego de un tanque israelí.
El ataque de ayer en la Jabaliya Elementary School Girls ha sido descrito por la ONU como un posible crimen de guerra. A las autoridades israelíes, dijo, se les había dicho no menos de diecisiete veces que estaba llena de refugiados, el último mensaje de advertencia emitido a las 20.50 de la noche del martes. Pero, siete horas y media más tarde, una serie de proyectiles se estrellaron contra el edificio, destruyendo dos de los salones de clase, matando a 20 personas e hiriendo a más de un centenar.
El número de muertos para los palestinos en el día de ayer fue de al menos 130, siendo el total desde el comienzo en torno de los 1210. Ayer también murieron tres soldados israelíes, llevando el total a 56 desde el inicio del conflicto.
Para Pierre Krahenbuhl, el comisionado de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, el ataque a la escuela es “una vergüenza universal”. Las investigaciones mostraron claramente, sostuvo, que el culpable era el fuego israelí, condenando “en los términos más enérgicos posibles, esta grave violación del derecho internacional por las fuerzas israelíes”. El ejército israelí dijo que los militantes habían estado disparando proyectiles de mortero desde las inmediaciones de la escuela y las tropas sólo habían devuelto el fuego: una portavoz agregó que había una investigación en curso para averiguar lo que había sucedido. Hamas y la Jihad Islámica habían sido acusados repetidamente de almacenar y usar armas en zonas civiles y los israelíes han producido fotografías que muestran, dijeron, cohetes almacenados en las mezquitas.
Esta tarde, después de que Israel hubo declarado un alto el fuego humanitario de cuatro horas, sobrevino otro ataque, en un concurrido mercado en Shajaiya, entre la ciudad de Gaza y en la frontera con Israel, dejando 17 muertos y más 150 heridos. Anteriormente, el señor Krahenbuhl quiso hacer hincapié en que los que estaban en la escuela habían sido colocados en la línea de fuego después de que “el ejército israelí los instruyera de abandonar sus hogares. La ubicación exacta de la escuela, que estaba albergando a miles de personas, fue comunicada al ejército israelí diecisiete veces, para asegurar su protección”.
The Independent se reunió con algunas de las familias en el refugio hace diez días. “Le dije que volvería aquí”, dijo Mohammed Abu Jarad esta mañana, en medio de la destrucción. “¿Se acuerda de que le dije que algo como esto iba a pasar? Muchos de nosotros nos sentimos así, pero nos quedamos, ¿adónde podríamos ir? No hay ningún lugar seguro”, añadió, mientras veíamos a los trabajadores de la ONU reuniendo partes de cuerpos humanos y extrayendo fragmentos de artillería.
Ocho miembros de la familia Abu Jarad habían muerto en un ataque con misiles en su casa en la ciudad de Beit Hanoun, hace diez días. Cuatro de ellos eran niños, el menor, Moussa, un bebé de siete meses. En el funeral, su cuerpo y el de Hania, de dos años y medio, con sangre en sus mortajas y rostros, fueron llevados por un grupo de hombres que se relevaban. Mahmoud Abu Jarad, un tío, había dicho: “Queremos que los israelíes vean lo que han hecho. Tal vez ellos sientan un poco de piedad y detengan esta masacre”.
El refugio Jabaliya ya estaba lleno y desbordado cuando diez miembros de la familia Abu Jarad llegaron allí el 19 de julio, para pasar a un salón de clases que ya asilaba a 30 personas. Otra de las familias que estaban allí eran los Al Tanbouras, que estaban profundamente preocupados por Faiza, una mujer de unos 30 años, que apenas había dicho una palabra desde que huyó de su casa en llamas en la localidad de Al Atrat. “Vamos a tener que llevarla a un médico cuando todo esto termine, están ocupados tratando a heridos ahora”, observó un primo, Somaya.
“Nuestra capacidad es de alrededor de 700 personas, ahora tenemos que hacer frente a más de 1600”, había dicho en ese momento el director de la escuela, Nassar al Jadiyan: ahora son 3300.
Se había producido un ataque contra una escuela de la ONU en Beit Hanoun, la semana pasada, en el que quince personas murieron, con recriminaciones después entre la ONU y Hamas por el fracaso para llevar a cabo una evacuación. “Aquí no hubo ninguna advertencia de los israelíes y estoy muy sorprendido de que esto ocurriera”, dijo Jadiyan. “Pensé en Beit Hanoun, que estaba más cerca de la frontera, pero no entiendo por qué esto sucedió aquí. Un ataque siempre iba a provocar una gran cantidad de víctimas. Las personas se acumulan aquí, la gente estaba muy asustada así que seguía llegando, no podíamos rechazarlos.”
La presión de los numerosos evacuados significa que muchos, todos ellos hombres, estaban durmiendo afuera en un patio que era utilizado como patio de recreo cuando la escuela estaba abierta. Entre ellos se encontraban Talal al Ghamayem y sus tres hijos, de cinco años, Ahmed; Younis de 15, y Mohammad de 11, una familia de Beit Hanoun que había comentado en las reuniones anteriores lo ansiosos que estaban por volver a casa y luego descubierto, al regresar durante un alto el fuego temporal, que no había quedado un hogar al que regresar.
Cuando se produjo la primera explosión, que demolió un aula en la parte delantera del edificio, donde ocurrió la mayoría de las muertes, Halima al Ghamayem había corrido a buscar a su esposo e hijos. El siguiente proyectil cayó en el patio, golpeándola con trozos de metralla y también hiriendo a Ahmed. Ghader, de 17 años, había tratado de detener a su madre. “Pero no pude, estaba tan desesperada. Nos las arreglamos para recogerla después de que fue herida y arrastrarla hacia adentro. Sólo quería saber cómo estaba Ahmed. Pero, por suerte, no estaba tan malherido. Pero ¿qué pasará la próxima vez?”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère
No hay comentarios:
Publicar un comentario