Los últimos sondeos indican un sostenido e inédito descenso en la intención de voto presidencial para el oficialismo uruguayo. Sin embargo, el candidato Tabaré Vázquez y la cúpula frenteamplista minimizan el hecho y descalifican a las mediciones como una operación propagandística financiada por los partidos Nacional y Colorado.
El Frente Amplio uruguayo, inquieto por los números de los sondeos que miden la intención de voto para los comicios presidenciales de octubre, denuncia que está sufriendo una especie de bullying electoral por parte de las principales firmas encuestadoras. Un mes atrás, en el prólogo de la campaña, las mediciones estimaban un irreversible escenario de ballottage y la probable pérdida de la mayoría parlamentaria para el oficialismo. Dos noticias no muy agradables para el candidato frenteamplista y ex jefe de Estado Tabaré Vázquez, que aspira a ganar en primera vuelta y en retener la hegemonía legislativa en el hemiciclo. Sin embargo, ese escenario no tan gustoso, pero digerible al fin, se convirtió en úlcera estomacal para el oncólogo Tabaré cuando el último estudio de la consultora Equipos estimó la adhesión de la opinión pública hacia el Frente por debajo del 40%, una cifra que prendió todas las alarmas de precaución en el bunker del Frente. Automáticamente, las tres cabezas dirigenciales del centroizquierda uruguayo –el propio Tabaré, el actual mandatario José Mujica y el futuro ministro de Economía y actual número dos del Ejecutivo Danilo Astori– decidieron realizar una cumbre de urgencia para analizar la coyuntura abierta tras la publicación de varios sondeos desfavorables hacia el Frente. La reunión, que tuvo una antesala en la oficina presidencial de Mujica y un epílogo en el recoleto barrio de Prado, lugar de residencia de Tabaré, tuvo una conclusión que se reconvirtió en una escueta pero contundente bajada de línea para toda la feligresía frenteamplista: las encuestadoras, soldados de los Partidos Blanco y Colorado, mienten. “Vamos a estar atentos, a ver... ¡al que le hayan hecho una encuesta, que levante la mano!”, descargó broncas, contraatacó y propuso a la gente presente, en ese sentido, Tabaré Vázquez cuando encabezó un acto político a fines de agosto en la feria comercial montevideana conocida como Mercado del Cordón. “¡A ninguno de nosotros nos hicieron una encuesta, en ningún año!”, respondió eufórica una señora desde el público; a lo que Vázquez contestó, según relata una crónica publicada en el portal electrónico La Diaria, más que sonriente: “Éstas son las mejores y más sólidas encuestas. ¡Y la mejor va a ser la del 26 de octubre, cuando haya ganado el FA!”.
Del otro lado del ring, las consultoras aducen, por supuesto, seriedad profesional y objetividad en sus trabajos de campo. A diferencia de la empresa Equipos, la firma Cifra, por ejemplo, le adjudica al Frente Amplio una intención de voto del 41% (dos menos que en julio), al Partido Nacional 32% (crece dos puntos), al Partido Colorado 15% (baja uno), al Partido Independiente 4% y a Unidad Popular 1% (ambos se mantienen). Cualquier otro gobierno sudamericano sonreiría con esos números, pero para el Frente resultan insuficientes porque la unidad de los partidos tradicionales conservadores, que actúa de forma automática en instancias claves como la ya descontada segunda vuelta electoral, coloca al oficialismo en una situación incómoda si su rating electoral desciende de la vara del 50%. Esa meta fue superada por el Frente, salvo en algunas excepciones, en todos los turnos electorales de la última década, pero hoy parece muy cuesta arriba para Tabaré y compañía. “Los cambios que se observan en nuestra última encuesta no son grandes, pero en un país donde las elecciones a menudo se deciden por pocos votos de diferencia, incluso cambios pequeños pueden incidir en el resultado final. Si ésta fuera la última encuesta preelecciones, la conclusión sería que el Frente no tendría mayoría parlamentaria propia y que el resultado del ballottage sería impronosticable”, argumenta Cifra en declaraciones al matutino montevideano El País. “Si les sacáramos la fecha, todas las encuestas tienen el mismo título. ¿Por qué se habla sobre la caída de cinco puntos del Frente Amplio en comparación a 2009 –46% y 41%, respectivamente– y no de la del Partido Nacional? ¿Por qué no se analiza lo que pasó con el Partido Nacional? Ahora, tiene 31%, y en 2009 tenía 38%. Cayeron 7 puntos y no dicen nada. ¡Que me lo expliquen, por favor!”, exigió Vázquez esta semana en conversación con una radio montevideana. En paralelo, Lucía Topolansky, ex cuadro tupamaro, referente de la corriente mujiquista Espacio 609 y heterodoxa Primera Dama nacional, aprovechó un mitin de su espacio político para retrucar a Cifra y profundizar la línea explicitada por Tabaré: “Quienes hacen las encuestas, como nosotros o los medios de comunicación, no son neutrales y está bien que así sea. Eso sí, ninguna medición va a registrar que nuestra fuerza haya abandonado la lucha. Sigamos llenando las calles y pintando los muros con nuestros colores”.
¿Cómo explicar el supuesto bajón electoral del Frente? Con una matriz no populista y componedora con las elites locales, el centroizquierda uruguayo logró cimentar una década de crecimiento económico con ampliación del welfare state local, que tenía tamaño pigmeo en la era bipartidista coloranca. En consecuencia, los uruguayos pusieron, mayormente, la boleta del Frente en cada convocatoria a los cuartos oscuros. Pero, advierten los especialistas, esa moda política estaría perdiendo su encanto. Según la consultora Factum, el desenamoramiento con el Frente está prendiendo fuerte en la capital nacional; paradójicamente, la plaza distrital donde comenzó la luna de miel entre el electorado y el progresismo uruguayo cuando la izquierda cantó bingo, por primera vez, cuando ganó la principal Alcaldía del país en noviembre de 1989. “En Montevideo, tradicional reducto electoral de la izquierda, el Frente perdió siete puntos en el último año, y en el interior bajó apenas dos. Según nuestros estudios, las fortalezas del Frente Amplio están hoy entre las personas mayores y los niveles sociales bajo y medio bajo. Y las debilidades en los sectores de nivel medio alto y medio, personas con educación universitaria o terciaria y secundaria, adultos medios y los jóvenes”. La disección del desertor frenteamplista tiene un identikit social para nada críptico: es capitalino, posee estudios, llega a fin de mes con cierta holgura, y aún está lejos de jubilarse.
Recapitulando, la franja etaria uruguaya más joven no sintoniza demasiado con la candidatura del septuagenario Tabaré. El bunker del Frente puede minimizar ese dato recordando el peso decisivo de la tercera edad en el padrón electoral. Sin embargo, el alejamiento de la base social sub 30 con respecto al Frente pone al oficialismo en una peligrosa situación de bonanza cortoplacista. Los votos (oficialistas) están, pero parecen no tener herederos, podría ser la conclusión. “La mención de la Sub 20 por parte de Tabaré (criticó a su contrincante Lacalle Pou por su supuesta inexperiencia, argumentando que ciertos temas de Estado no pueden ser administrados a una corta edad) en lugar de ayudarle, fue contra él: primero, porque de alguna manera los jóvenes sintieron un desprecio hacia ellos, y no hacia Lacalle Pou; y, además, pensando en términos futbolísticos, para los jóvenes, y para muchos uruguayos, la selección Sub 20 fue vicecampeona del mundo. Por lo tanto, la respuesta del Consejo de Sabios Ancianos fue tomada como una respuesta contra los jóvenes. Para buena parte de los electores uruguayos el Frente no propone nada nuevo. Y lo peor es que los sectores frentistas muestran un anquilosamiento que asusta”, apuntó el periodista uruguayo, y ex vicecanciller ecuatoriano, Kintto Lucas, en su blog personal. Topolansky, Tabaré y la cúpula frenteamplista minimizan las críticas. “No es la primera vez que las encuestas anticipan nuestro entierro”, aducen. “Siempre se equivocaron, octubre no será la excepción”, se perjuran y buscan convencer a los indecisos.
Miradas al Sur
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