Más allá de los guarismos que arrojen los resultados de concurrencia/ausencia, el tercer paro del sindicalismo opositor contra la política económica del gobierno plantea más dudas que certezas para el futuro del tándem Hugo Moyano-Luis Barrionuevo.
Una huelga nacional surge como consecuencia de una catarsis de los trabajadores frente a un creciente malestar social y/o el germen de un movimiento político que nace como una alternativa superadora al gobierno de turno. La tercera opción para construir un paro nacional reside en tomar algunos elementos de la realidad como justificación para esmerilar a un gobierno legítimo.
El 27 de abril de 1979, la CGT realizó en la Argentina un paro nacional que pese al clima fuertemente represivo de la dictadura significó un triunfo para la sociedad civil que obligó al "Proceso" a incrementar los salarios un 19% para tratar de calmar los ánimos. Esa histórica huelga general también mostró el enorme descontento con la dictadura y el primer paso de la construcción de un cambio más profundo que en 1983 le abrió las puertas a la democracia en el país.
Muy por el contrario, el paro de actividades de ayer se caracterizó por la escasez de consenso entre las bases, la casi nula participación efectiva de los gremios vinculados al aparato productivo y la presencia dominante de la coerción como herramienta para inducir a la población a su acatamiento.
Se trató más que nada de una acción política con fuerte cobertura mediática impulsada por dirigentes gremiales y empresarios que tienen un alto nivel de descrédito y que, de esta manera, buscan transformarse en un factor de presión que condicione al gobierno y alimente una tormenta conservadora en el país.
Hubo varios elementos que llamaron la atención y dejan en evidencia la verdadera intencionalidad del paro y también la esencia misma de su baja penetración entre los trabajadores.
El miércoles, Moyano presentó la medida de fuerza en sociedad con Eduardo Buzzi, el titular de la Federación Agraria Argentina, la entidad empresaria que más ha girado a la derecha y que encabezó junto a la Sociedad Rural Argentina la revuelta de los patrones contra las retenciones móviles a los granos conocida como la Resolución 125.
Además, a diferencia de otras oportunidades, esta vez llamativamente no hubo un pronunciamiento público en contra del paro por parte del resto de las entidades gremiales empresarias, principales damnificadas en los hechos por una huelga nacional que tiene un costo millonario para el sector privado.
Los únicos que expresaron su repudio, de forma pública y a título personal, fueron el referente de la industria gráfica y vicepresidente de la Unión Industrial, Juan Carlos Sacco y el titular de la Cámara Argentina de Comercio, Carlos De la Vega. El
resto de las agrupaciones empresarias calló y avaló con su silencio la medida. Los grandes medios de comunicación, particularmente aquellos que integran o tienen relación directa con la Asociación Empresaria Argentina (AEA), como el Grupo Clarín y el diario La Nación, fogonearon la lucha de Moyano y Barrionuevo.
"Mañana, paro", indicaba en uno de sus zócalos la señal de noticias TN, propiedad de Héctor Magnetto-Herrera de Noble en las 24 horas previas. Amén de que durante los últimos días se encargaron de alimentar la medida de fuerza y aclarar que se iban a producir cortes, piquetes y numerosos obstáculos que no permitirían a su audiencia llegar al trabajo.
En este marco, se inscribe una de las razones centrales que desalentaron a muchos trabajadores a concurrir a su puesto de trabajo. Moyano, Barrionuevo y estatal disidente Pablo Micheli descansaron en los cortes de ruta y los piquetes impulsados fundamentalmente por sectores de la izquierda trotskista y en menor medida por Camioneros para garantizarse cierta adhesión a la medida.
Tanto el clima previo como el de ayer estuvieron signados por el belicismo verbal y la recreación de un ambiente de incertidumbre.
De esta manera, quedó en evidencia la debilidad de Moyano, Barrionuevo y Micheli para despertar interés entre los trabajadores.
Se trata de dirigentes sindicales devaluados, con muy baja credibilidad, que sólo han crecido en los últimos años a expensas de aprietes a otros gremios.
Otro dato relevante respecto de la orfandad de Moyano y Cia es que quedaron desdibujados frente al poder de movilización de las fuerzas trotskistas y condenados por la propia lógica burocrática que los aisló de los trabajadores y los hizo prisioneros de la idiosincracia de la patronal.
Además, los gremios de pesos de la histórica central obrera vinculada al aparato productivo de la Argentina no acompañaron a Moyano, conscientes de que más allá de las dificultades perentorias del país, la agenda socioeconómica y de desarrollo del mercado interno siempre fue prioritaria para el kirchnerismo. Metalúrgicos, textiles, constructores, mercantiles, estatales y otros 46 sindicatos más le dieron la espalda. Incluso uno de los aliados estratégicos de Moyano, el colectivero Roberto Fernández, se opuso al paro y dejó al camionero y al gastronómico acompañado de ferroviariarios, aeronáuticos, bancarios, algunos gremios chicos como el gastronómico, empresarios del agro, y un grupo de militantes de izquierda que en teoría están en la vereda política de enfrente. Otro ingrediente que refleja la pobreza del paro es el menor daño económico de la medida de fuerza respecto de la huelga nacional del 10 de abril.
Según un informe de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, los perjuicios ocasionados por la medida de fuerza fueron de $ 1000 millones pero la mitad de los $ 2000 millones del paro nacional anterior. Está claro que si el objetivo de Moyano y Barrionuevo era pavimentar su carrera como aliados indiscutibles de la oposición política a costillas de ablandar al gobierno y a la central obrera de Antonio Caló, no lo han conseguido.
En todo caso pusieron en el tapete su alejamiento y declinante capacidad de penetración en la clase obrera y también evidenciaron su incapacidad de aglutinar al movimiento sindical detrás de sus intereses.
Infonews
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