Por Julia González
“Basta de esta burla, defendamos la cultura”, reclaman las voces diáfanas que marchan por Avenida de Mayo hacia la Plaza, y contrastan con las negras que marcan los bombos. Unos chabones beben panaceas en botellas de plástico, agitan sus brazos al ver los tambores acercarse: “Vamo’ San Lorenzo”, gritan. En un rato iba a empezar el partido que llevó a los cuervos a la gloria libertadora. Pero aquéllos son manifestantes en contra de las clausuras ilegítimas de espacios culturales, que reparten volantes de Argentina vs. Fondos Buitre u ofrecen firmar por la revocatoria del mandato de Mauricio Macri. La consigna integradora propuesta por Peñeros Independientes, Tangueros Independientes, MECA y ENECA, entre otras organizaciones que también adhieren, es que “la cultura no se clausura”.
“Los espacios culturales son para juntarse con la gente”, repica contundente la frase que Sheila Loy, representante de peñas folklóricas, expone en su oratoria. Su enunciado se corresponde con lo que dice Bárbara, una chica presente en la manifestación: “En estos lugares se trabaja con lo artístico, pero también se tratan valores políticos”. Y la conclusión se apersona veloz. Si el Gobierno de la Ciudad continuamente cierra este tipo de lugares en los cuales pibes y pibas se reúnen con hambre de arte y cultura, es porque no les interesa esa interacción. ¿Tiemblan los globos amarillos de sólo imaginarlos pensando, compartiendo, debatiendo, aprendiendo y creando? Como si se quisiera callar o domesticar la juventud.
El miércoles pasado, y sin banderas partidarias, se manifestaron cerca de tres mil personas en la puerta de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad. Tras pedir audiencia con Macri y el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, a fin de “exigir el inmediato levantamiento de las clausuras y el cese del hostigamiento a los espacios autogestivos”, se amplificaron las voces en un digno escenario de Soda Stereo en la 9 de Julio. Los Tambores No Callan, Quinteto Hay Una Barra Tanguera, Pacha Runa, La Malanga, Bruno Arias, Cumbia Hasta El Lunes y La Delio Valdez, entre otros grupos, acompañaron la protesta. Y esta vez la faja típica, mala onda, ortiba, les tocó a quienes la usan cuando simbólicamente se clausuró la Jefatura de Gobierno por “obstruir el acceso a la cultura, Art. 32 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires”.
“Yuta trucha, yuta transa y asesina”, baten los chicos de Che Pibe, una organización de Villa Fiorito, y reciben una ovación. Abajo del escenario hay malabaristas, bicicletas, termos y mates que, con la caída del sol, se transforman en birras. Hay una jirafa con zancos, un grafitero escrachando el piso con colores, olor a mandarina y a fernet. Señoras mayores aplaudiendo, gente bailando carnavalitos y luego tangos. Y aunque Macri sea The Boss, y no le interese el crecimiento de otros espacios distintos de los que él propaga por medio del elitismo y la desigualdad, los chicos y las chicas no dejarán de pensar. No hay nada que hacer. La sangre caliente tira, y las ideologías y los anhelos resistirán (como siempre) en los corazones nobles, a esas fajas de clausura ortibas.
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