jueves, 2 de enero de 2014

La manipulación del "humor social"

Durante el mes de diciembre que concluyó junto al año 2013, se produjeron, primero, los acuartelamientos de los policías provinciales en casi todo el país, iniciados luego de la irresponsable claudicación del gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota. Saqueos, violencia y muertos fue el resultado que arrojaron las casi dos semanas que duró la sublevación extorsionadora al sistema democrático. Pocos días mas tarde, se comenzarían a producir los cortes de electricidad debido al fracaso, tenaz, de persistir con la idea de creer compatible la prestación de un servicio publico con la lógica de la rentabilidad empresarial privada. En las últimas setenta y dos horas la temperatura bajó unos grados, y así la agobiante ola de calor porteño. De a poco, miles de vecinos de la Ciudad de Buenos Aires y de parte de las barriadas del Conurbano bonaerense que sufrieron los cortes de energía durante las últimas semanas vuelven, lentamente, a disponer de los servicios esenciales de luz y agua. A quienes padecieron esa "pesadilla" les asiste el derecho al enojo, a la indignación y a la furia, y a una justa compensación por los daños materiales y morales que sufrieron. Quienes no la padecieron, también sienten indignación por ver el sufrimiento de sus vecinos, y por el temor a que los cortes los puedan afectar también a ellos en cualquier momento. Y, por último, también están los que no sufrieron cortes de luz ni de agua, pero si encuentran en la impotencia, el enojo y la furia, la oportunidad de instalar e incrementar lo que se denomina el clima de mal "humor social". Los elementos que conformarían la definición de "humor social" son la suma de todo aquello que afecta la vida cotidiana de una sociedad, o a una porción de la misma. El mal humor social, como herramienta concebida para generar la sensación de desgobierno y caos, es la bolsa donde va a parar todo, sin discriminación ni análisis responsable de contexto. Es la mezcla en donde todo cabe, lo justificable con lo extemporáneo y oportunista, lo irracional con lo racional, lo violento y lo extorsivo con demandas genuinas. Es el terreno fangoso, peligroso, en donde queda fundida la sensación de desolación, lindante con el caos. Allí conviven la inseguridad con la inflación; las reservas del Banco Central con las inversiones extranjeras; el acuerdo con la petrolera Chevron y shale gas con el impacto ambiental; la indignación del diario La Nación con el ascenso del militar Cesar Milani; el repudio a las distribuidoras de energía eléctrica con al aumento de las tarifas y la eliminación de los subsidios; la lucha contra el narcotráfico y la Iglesia Católica; el Papa Francisco y su peso en la política argentina; el papel del Estado y el control de precios. Todos son posibles ejes para conformar una enorme confusión y sensación de hartazgo, de mal humor social. No es difícil mezclar todo, ponerlo al mismo nivel para que parezca que no hay solución posible sino que todo obedece al desgobierno. Diariamente se abonan mensajes en esa dirección. Quiénes tienen la capacidad de interpretar y medir el nivel del humor social son en primer lugar los medios de comunicación opositores, es decir, y vale reiterarlo, los que dominan más del 90% de la información y opiniones que circulan diariamente por todo el país. No hay allí que esperar un aliado en procurar la paz social, o en la búsqueda de opiniones y análisis prudentes y racionales. Desde ya que no es cuestión de minimizar las dificultades que enfrenta el país, sin dudas muchas, pero a su vez muchas menos que las que presentan las destempladas voces que se ven seducidas por el deseo de un tránsito apocalíptico. Los desafíos pendientes, los errores a corregir, deben ser cotejados con propuestas superadoras y también deben ser rigurosas las exigencias a la hora de que los divulgadores del caos expliquen cómo se solucionan los problemas sobre los que se montan para erosionar a un gobierno. Agitar el término de mal "humor social" es también caer en la tentación e inercia de acelerar y agravar muchas de las dificultades que enfrenta el país. Esto no es novedoso en nuestra historia. Sin ir más lejos, el recientemente recordado final del gobierno de Raúl Alfonsín, fue precedido de una creciente agitación del mal humor social. Las interrupciones de todos los gobiernos democráticos desde el año 1930 se cimentaron sobre los "malos humores sociales". Nadie puede permanecer ajeno ni ingenuo a esto. Inevitablemente, siempre, terminaron siendo utilizados por intereses sectoriales y urgentes.

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