jueves, 2 de enero de 2014

Las claves del 2014: qué esperar para este año

Dieciocho meses. Cuando esta revista esté en la calle, restarán dieciocho meses para que se disputen las candidaturas presidenciales en las PASO de 2015. Al calor –agobiante– de este diciembre cargado de tensiones y urgencias, el dato puede parecer irrelevante, hasta ofensivo. Pero el calendario político es implacable y el espacio temporal que media entre ahora y las primarias determinará cada movimiento político que ocurra en el año que llega, el 2014, el año que viviremos entre la conclusión de transformaciones en marcha, las llagas en carne viva de las asignaturas pendientes y la expectativa por lo que vendrá. Pero primero, claro, habrá que pasar el verano. Y si se mantiene la inercia de este diciembre infernal, la temporada estival será pródiga en novedades políticas de esas que sacuden el tablero con efecto en el corto plazo, y más allá. Por rol, peso, costumbre y necesidad, el Gobierno retendrá la iniciativa desde la gestión con una agenda reclinada hacia la economía. El bolsillo, se sabe, es el órgano más sensible del homo electoralis. Esa certeza, el derrape electoral de octubre y el bache que atraviesa el país en su extendido ciclo de crecimiento llevó a boxes al kirchnerismo para un cambio de piezas. Los retoques dispuestos por la presidenta Cristina Fernández aligeraron una maquinaria que venía desgastada por el paso del tiempo, averiada por decisiones desafortunadas y recargada de internas paralizantes. En noviembre salió a pista, entonces, un equipo económico más ligero, comandado por el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich y el ministro Axel Kicillof, que en lo que lleva de rodaje expuso su ambiciosa hoja de ruta: capear la inflación, sostener el empleo, conjurar la amenaza cambiaria, equilibrar las cuentas fiscales y mantener el crecimiento. Un Dakar al cubo. El elenco K jugará las simultáneas de ese ajedrez económico con una batería de medidas que, en esencia, ya se lanzó. El Gobierno afirma que la Argentina no vive un proceso inflacionario clásico, regido por la suba generalizada de precios, sino una larga puja distributiva que presiona al alza el valor de bienes, salarios e insumos varios. No miente, pero la diferencia resulta sutil para una sociedad sensibilizada por su trágica historia de hípers, corridas y depreciaciones salvajes del poder adquisitivo. Con esos antecedentes frescos en la memoria emotiva, es natural que las mayorías –y los sectores medios en particular– traduzcan cualquier escalada de precios como inflación, y actúen en consecuencia, alimentando la tormenta de la que se buscan cubrir. Y mientras tanto, claro, los formadores de precios pescan renta extraordinaria en ese río revuelto, esmerilando la recuperación del poder adquisitivo y empujando los lógicos reclamos paritarios de los trabajadores que, naturalmente, se niegan a sacrificar sus salarios en el altar de la “competitividad”. Como suele ocurrir en los años previos a una elección presidencial, la economía reinará sobre la agenda política del 2014. En el último lustro, el Gobierno logró arbitrar en esa puja alentando el consumo, iniciador de la cascada virtuosa que le permitió al país superar la crisis internacional viviendo “con lo nuestro”, como propiciaba uno de los inspiradores del modelo, el profesor Aldo Ferrer. Hoy, sin embargo, hasta el mismo Ferrer dice que lo que sirvió para surfear la crisis externa puede transformarse en un ancla si el país no da el paso que va de la sustitución de las importaciones vía protección arancelaria a la sustitución por calidad y escala. El viejo sueño desarrollista que hasta acá no pudo superar el rango de utopía. Para acelerar la agregación de valor en origen –portador sano de múltiples beneficios que van de la creación de empleo de calidad al desarrollo soberano y sustentable– el Gobierno anunció la inyección de 113 mil millones en crédito para la inversión productiva. A la cabeza de ese paquete está la ampliación del cupo en el programa que otorga fondos provenientes de depósitos existentes en bancos privados y estatales por un volumen total de 22 mil millones de pesos para el período enero-junio de 2014. La tasa de interés para esta línea de crédito pasará del 15 actual al 17,5% a partir de enero próximo, y el plazo mínimo de repago seguirá siendo de tres años. La cifra representa un incremento comparada con los $ 51 mil millones otorgados a pymes y grandes empresas en los tres semestres anteriores, y al igual que desde el inicio de este programa –fines de 2012–, el cupo que deberán cumplir los bancos es igual al 5% de los depósitos existentes a finales de noviembre de este año. Esta política, instrumentada por el Banco Central, fue una de las maneras que en su momento encontró el Gobierno para movilizar fondos que dormían en las arcas de los bancos y que, por decisión comercial de las entidades, no eran transferidas al sector productivo. El bajo o nulo acceso al crédito por parte de las pymes –el sector que más empleo genera en el país– fue un histórico cepo al desarrollo de una industria nacional. La contracara de ese impedimento fue, precisamente, el crecimiento de la especulación financiera, un casino donde los apostadores se juegan la renta acumulada en períodos de bonanza y la banca, como es usual, siempre gana. Para evitar que se repita la historia trágica de créditos blandos productivos que se pierden en la canaleta de la especulación, el Gobierno participa a la banca privada de este programa que, desde 2014, ampliará su oferta a grandes empresas e incluso a particulares que inviertan en construcción. Los ladrillos, claro, son dinamizadores naturales de la economía, y después de un primer semestre difícil en 2013, terminó el año con un repunte esperanzador. Según un informe realizado por la consultora de comunicación Tandem Strategic Group, en el 2014 se consolidará la venta en pesos y el valor del metro cuadrado tenderá al alza. “El escenario cambió, las reglas del juego se modificaron y hoy día el mercado inmobiliario está mucho más concentrado y segmentado que años atrás. Lanzamiento por etapas, emprendimientos a gran escala y el surgimiento del comprador final fueron tres de las principales características que protagonizaron el 2013”, resumió la consultora en un detallado informe sobre el mercado de Real State. “Ahora bien, el 2014 tendrá al peso como moneda protagonista y el primer trimestre del año será clave para confirmar si el repunte de las ventas ocurridas entre los meses de octubre, noviembre y diciembre logra consolidar el presente del mercado”, concluyó Tandem Strategic Group. Afectado en su momento por la restricción al acceso de dólares, el mercado inmobiliario cedió clientes a las concesionarias de autos de alta gama, que vivió una superprimavera de ventas gracias a una distorsión cambiaria que el Gobierno se propuso corregir aumentando el impuesto a la compra de bienes suntuosos. Abel Bomrad, presidente de la Asociación de Concesionarias (ACARA), admite que sentirán el impacto, aunque no dramatiza: “Estamos previendo para el año próximo una caída en la demanda, producto de la exigencia del Gobierno de limitar el 20% de las importaciones, y la suba impositiva del 30% y el 50% para las unidades de más de $ 170.000. Si bien es muy difícil hablar de números exactos porque dependerá de cómo se acomode el mercado a los nuevos impuestos, creemos que se colocarán entre 750.000 y 800.000 unidades. Es un mercado bueno, no es algo desesperante, pero genera un sentimiento encontrado luego de los niveles récord de los últimos años”. En este caso, como en cualquier nicho del mercado, será clave la recomposición salarial que los trabajadores obtengan en las paritarias que vienen. ¿Cómo mantener el poder adquisitivo sin estimular la natural tendencia empresaria a trasladar a precios el más mínimo impacto en su estructura de costos? El dilema no es nuevo. La novedad, en tal caso, es la decisión gubernamental de terciar en esta pulseada pensando más en moderar las expectativas inflacionarias que en estimular el consumo, lo que despertó especulaciones sobre porcentajes, pisos y techos que por ahora ningún actor convalidó. Como suele ocurrir en los años previos a una elección presidencial, la economía reinará sobre la agenda política del 2014. Pero no será lo único que ocurrirá. La aplicación plena de la Ley de Medios, las posible reestructuración de las policías, la ampliación de derechos consagrados en el nuevo Código Civil y otras delicias de la vida política cotidiana como el internismo, las defecciones, las traiciones y los amores súbitos e inexplicables animarán un año sobre el que sólo se puede anticipar con certeza una cosa: no nos aburrirá .

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