Todavía no se acaba la crisis eléctrica. El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, hizo anuncios el viernes que indican una intervención fuerte del Estado para hacer frente a urgencias que los concesionarios Edesur y Edenor deberían hacer por cuenta y cargo propios. De Vido habló del “desinterés de las empresas” y lo graficó en que el Focede (Fondo de Consolidación y Expansión de Distribución Eléctrica) tenía 240 millones de pesos acreditados que no fueron utilizados por los concesionarios. En la larga intervención quedó claro que habrá un aumento de los fondos públicos para inversión, mantenimiento y para cuadrillas de emergencia. Sin embargo, también parece quedar claro que el esquema de concesiones no será modificado. El viernes 3 de enero, De Vido también había hablado y, tal como se consignó desde estas páginas, la Bolsa de Valores premió la acción de Edenor que ese mismo día aumentó el 14%. En el sector eléctrico justificaban el aumento en que se conjuraba el rumor de la intervención plena o la estatización directa de la distribución eléctrica.
Un enero, donde el dólar –oficial– tuvo la trepada más fuerte desde la convertibilidad. Fue la jornada del jueves pasado y quedará como un hito por varios motivos: uno no menor es que al día siguiente, muy temprano, una breve conferencia de prensa del jefe de Gabinete y del ministro de Economía, Jorge Capitanich y Axel Kicillof, contó con un anuncio tan poco esperado como la devaluación del peso del día anterior. En efecto, Capitanich anunciaba la autorización, a partir de mañana, de la compra de dólares para particulares. Entre las pocas frases que pronunció hubo una que no puede escapar: el jefe de Gabinete afirmaba que la medida se tomaba a partir de que la cotización del día anterior era a valores aceptables. Si bien era un mensaje más para llevar tranquilidad y no agitar más a la población, la devaluación era convalidada de modo oficial. Es decir, se abre un nuevo capítulo, lleno de incertidumbres, en el que se intenta una nueva paridad del peso con el dólar. Y algo más, aunque no se sepa cómo serán las limitaciones que pondrá la AFIP para la compra de dólares para particulares, ya hay una pista concreta: los contribuyentes, en función de su capacidad patrimonial y su situación tributaria podrán pedir moneda extranjera “para atesoramiento” y eso permitiría una reactivación de las cuentas bancarias en dólares, una mayor dinamización del mercado inmobiliario y, como frutilla del postre, la meta máxima sería disminuir la brecha del dólar oficial con el blue, hacer que ese mercado sea menos atractivo y reforzar de ese modo la autoridad sobre la divisa.
El dólar oficial, con la mirada atenta del Banco Central, dispuesto a vender dólares para disminuir impactos, abrió el primer día hábil de 2014, a 6,55. La persistencia de la brecha con el blue y la caída de reservas pueden haber jugado un rol relevante para que el pasado miércoles 22, apenas 20 días después y con minidevaluaciones casi a diario, las autoridades monetarias no hayan intervenido ante el alza del dólar oficial en las instituciones financieras. En efecto, en 20 días el precio del dólar había crecido 50 centavos y el pasado miércoles cerraba a 7,15, una subida de 25 centavos en una sola jornada. No hubo una explicación oficial por parte de los voceros del presidente del Central, Juan Carlos Fabregas. En la jerga financiera, seguía rigiendo la “flotación administrada” de siempre. El jueves 30, la brecha con el blue no cambiaba y a partir del mediodía más caluroso que se tenga memoria, sin intervención del Central, el dólar llegó a verse en los tableros electrónicos del microcentro a 8,40. La intervención de la autoridad monetaria corrigió esa espiral ascendente y el dólar cerraba a 8,01. Fue la víspera de la breve conferencia de prensa del viernes y, ese día, las bolsas de Madrid y de Nueva York mostraban el retroceso de las acciones de las empresas transnacionales que tienen acciones en esos mercados y también a las nacionales como YPF, Pampa Holding y los bancos Macro y Francés. La Bolsa porteña también operó en baja. Anteayer, viernes 24, la intervención del Cetral, vendiendo más de 100 millones de dólares, mantuvo el oficial sin cambios de cotización. Por su parte, el dólar blue retrocedía a 11,80 después de jornadas anteriores donde había pasado la barrera de los 13 pesos.
La puja distributiva. Las incertidumbres y tormentas cambiarias siempre dejaron margen en la Argentina para el delirio que arrastra a pequeños ahorristas pero que está asentado en las llamadas mesas de dinero, muchas de las cuales son oficinas vinculadas a grandes operadores –que incluyen prestigiosos bancos– que ganan mucha plata tirando o sacando sumas de dinero o simplemente difundiendo noticias en los medios especializados en finanzas. Más allá de la llamada plata dulce, el valor del dólar es un factor clave en los procesos de reacomodamiento de precios y de ingresos.
Los primeros en ganar con una devaluación son los exportadores. En el caso de las grandes comercializadoras de granos y grandes jugadores del complejo sojero, vinculados a las Bolsas de Cereales y a las entidades patronales del agro, el dólar a ocho pesos les permite sentir que por cada dólar que liquiden –cosa que no hacen– se van a quedar con un 30% más que hace un mes. El presidente de la Sociedad Rural, Luis Etchevhere, se pronunció abiertamente a favor de la especulación financiera: “Lo que conviene más es especular con la inflación y el dolar que producir”.
Pero eso es si este poderoso y minoritario sector decide acompañar al Gobierno en este nuevo precio del dólar. Quizá crean conveniente seguir presionando y no liquidar divisas. La pregunta en este caso es si el Gobierno, en esta etapa de negociación con los hold outs, el Club de París y de búsqueda de inversiones externas está dispuesto a intervenir de manera sensata en ese negocio multimillonario. Las opciones para hacerlo son de un amplio abanico y no necesariamente se quedan en la nacionalización del comercio exterior. Hay propuestas que permitirían darle participación a las cooperativas y productores, tal como lo expresó el ex ministro de Agricultura y presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez.
En cuanto a los importadores, en principio podría decirse que pierden. Pero aquí hay grandes diferencias: para las multinacionales automotrices, buena parte de los componentes que traen son operaciones intracompañía y luego parte de la producción la exportan. No es lo mismo con las armadurías de electrónicos, que traen más del 90% de componentes internos y sus productos van al mercado interno. Es también aventurado cómo operarán quienes tienen altos componentes de insumos importados. Y nunca es tarde para darle un impulso con políticas de Estado a la sustitución de importaciones.
Los combustibles son un sector sensible. Máxime con la presencia de YPF, fortalecida pero muy asociada a empresas multinacionales y búsqueda de inversores. Es decir, esos interlocutores no ven con buenos ojos lo que llaman retraso en los precios y quieren que el precio de los combustibles esté asociado a la cotización del dólar. El resto de los formadores de precios, incluyendo la industria alimenticia y los grandes supermercados tendrán en estos momentos a sus equipos financieros tan ocupados como sus agencias de lobby. Entre las tantas incógnitas está la de saber si los sectores opositores están dispuestos a tirar leña al fuego o no.
Enero terminará con la devaluación alta y, al mismo tiempo, con un índice de precios nuevo que probablemente sea muy bajo. Sí: frente a un 30% de pérdida del peso frente al dólar es probable que el nuevo índice se estrene con valores similares al anterior, que terminó de funcionar en diciembre con números tan desacreditados como los de los últimos años. El nuevo índice cuenta con un mes que se basará en los precios acordados con los supermercados para la canasta alimentaria, que tiene los principales componentes de la canasta básica. La gran pregunta es si ese supuesto bajo índice, que se conocerá en los momentos en que entren en calor los diálogos paritarios, servirá para que la dirigencia sindical lo tome como un indicador de lo que viene o pesará más ese 30% de devaluación con el temor a que se contagie a los precios.
Asalariados y pobres. Hasta hace dos semanas atrás, era difícil pensar en cuáles son los promedios de aumentos salariales que podrán firmarse. Una preocupación especial tiene la paritaria docente, compleja en cada distrito y con la siempre duda de si podrán empezarse o no las clases. No cabe duda de que los empresarios ya empezaron a abrir el paraguas con el argumento de que pretensiones altas de los trabajadores llevarían a una mayor inflación. Por otra parte, los presupuestos públicos provinciales, ya golpeados por los aumentos a las fuerzas de seguridad, tienen a los gobernadores en vilo. No parece haber por el momento una fórmula que no sea fondos nacionales no coparticipados o endeudamiento vía títulos públicos.
Si las paritarias 2014 prometen jugadas de ajedrez por parte del Estado, los empresarios y los sindicalistas, no puede dejarse de lado que hay un 35% de trabajadores no registrados (que son más si se suma la alta informalidad rural) que cobran en negro y en consecuencia sin control de cuánto están dispuestos a aumentar los empleadores. Es decir, el salario mínimo rige para actividades monitoreadas por las autoridades del Ministerio de Trabajo. En un escenario de devaluación y de expectativas de aumentos salariales acordes a la caída del salario real es evidente que sólo pueden defenderse quienes cuentan con organizaciones sindicales fuertes. El contratista eventual y el trabajador no registrado quedan a su suerte, a la responsabilidad de quien le paga de modo informal, a la buena voluntad de quien tiene el poder de pagar. Las injusticias suelen aumentar en momentos donde los sectores con alto poder económico salen favorecidos. El derrame, con las reglas de juego del capitalismo, sigue siendo una promesa.
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