lunes, 6 de mayo de 2013
¿Qué hacer después de las inundaciones? “Con la inundación emergen los problemas urbanos de fondo”
Por la licenciada en Urbanismo Laila Robledo, integrante del equipo de asistencia técnica de la Fundación Metropolitana, y Amelia Sardo, tesista de la licenciatura en urbanismo (UNGS). Fuente: Informe Digital Metropolitano.
A semanas de la inundación que afectó a Buenos Aires y a La Plata, dejando un saldo de más de medio centenar de muertos y pérdidas materiales que superan los $ 4.000.000.000, los cuestionamientos se focalizan en los problemas urbanos de fondo. Entre la urgencia y el dolor, la cuestión urbana se coloca en la agenda, exhortando a la reflexión, no sólo acerca de qué ciudad se pretende, sino también y fundamentalmente, sobre cómo la misma se planifica y se gestiona.
¿Qué falló? ¿Qué es lo que se “debe” desde el urbanismo? Esto sólo puede abordarse a partir del entendimiento de la ciudad como un sistema complejo. Desde esta base, se presentan algunas de las múltiples dimensiones de la problemática, al tiempo que se postulan acciones para su tratamiento, entendiendo la planificación urbana como política pública.
Las lógicas de ocupación del territorio desde la perspectiva histórica
En Buenos Aires, la falla histórica inicial se produce al otorgarle a la ciudad un tratamiento primario basado en criterios estéticos y funcionalistas. Las instrucciones fueron las de una cuadrícula, sin que importara la topografía dentro de esas líneas rectas. Así, la situación que hoy se percibe como un problema aislado, en realidad acompaña a la urbe desde su fundación.
El proceso de crecimiento de la RMBA pasó por alto importantes cuencas hidrográficas como las del Reconquista, el Luján y el Matanza- Riachuelo, cuyas subcuencas además recorren tanto la Provincia como la Ciudad de Buenos Aires.
En este marco, subyace la errónea idea de que el problema de fondo ha sido una ausencia de planificación, cuando en verdad, la forma de ocupación del territorio ha sido también producto de las corrientes de pensamiento de cada época. Precisamente, La Plata es la fiel expresión de los preceptos del higienismo del siglo XIX, abocados a intervenir la ciudad a fin de lograr el triple objetivo de saneamiento, orden y ornato. Cuando Dardo Rocha en 1880 ordenó la construcción de La Plata, las escalas de densidad de población eran menores que las actuales. Pedro Benoit tampoco imaginó códigos permisivos, precipitaciones de 300 milímetros en 6 horas, y construcciones habitadas sólo por inversiones especulativas. El crecimiento urbano y edilicio propició un aumento del coeficiente de impermeabilidad y de escorrentía, superando el diseño original del sistema fluvial platense desde su época fundacional.
Superar viejos paradigmas implica comprender a la ciudad como una construcción social, sustentada a partir de las relaciones entre actores, que se producen y reproducen, en el marco de las transformaciones socio-económico-políticas.
En los ’40 y ´50 se alentó el crecimiento en extensión de la ciudad a partir de normativas que permitieron loteos en zonas no aptas. El negocio de vender primero terrenos inundables y después realizar obras sobre ellos fue tan rentable, que se repitió en la totalidad de los arroyos que surcan la CABA y la RMBA.
En los ´90 se ocuparon indiscriminadamente los valles de inundación a partir de la construcción de urbanizaciones privadas, en aquellos márgenes de arroyos cuya ocupación previsible había sido hasta ese momento la de villas y asentamientos.
La lógica del mercado
De este modo, el problema de fondo ha sido la delegación de la cuestión urbana al capital privado. En esa línea, el Estado acompañó el proceso permitiendo que el derecho, o no, a la ciudad estuviese determinado por el precio del suelo.
Décadas de sucesivas incongruencias llevaron a crear las condiciones para que cientos de miles de personas habitaran terrenos inadecuados. La existencia de normas permisivas, la no aplicación de normas adecuadas, o bien, la falta de control y monitoreo de estas últimas, propició que los
bajos inundables fuesen ocupados, y valorizados, a pesar de los efectos sobre peligrosidad y vulnerabilidad evidenciadas en cada inundación.
Actualmente se han logrado importantes avances en términos normativos, la Ley de Acceso Justo al Hábitat introduce herramientas concretas de políticas de suelo con las que el Estado puede capturar las plusvalías urbanas que él mismo genera, a los efectos de crear las condiciones que faciliten el acceso a la ciudad por parte de los sectores históricamente postergados.
Dimensión política institucional
La inundación vuelve a colocar en la agenda pública la cuestión urbana de fondo. Esto implica la profundización de la discusión sobre el futuro de la ciudad a partir de políticas territoriales de largo plazo. En este sentido, el gobernador bonaerense Daniel Scioli reconoció que había que adaptarse al “gran crecimiento urbano y desarrollo a la nueva infraestructura de servicios públicos y a las necesidades hidráulicas, dada la realidad que puede tener cada casco urbano y haciendo un relevamiento del potencial riesgo que puede haber”.
Los problemas metropolitanos entonces se asoman como la punta de un iceberg ante desgracias y cuando la situación se encuentra al borde del colapso, tal es el caso del transporte, del estado del ferrocarril, de la saturación de los rellenos sanitarios de la CEAMSE; problemas que demandan tratamientos que superen las concepciones cortoplacistas y sectoriales. En definitiva, requieren de una gestión urbana integral que necesariamente, coordine y compatibilice los diversos intereses, pero siempre a partir de los requerimientos de respuesta a necesidades colectivas. La Fundación Metropolitana trabaja para promover, acompañar y fomentar este proceso, buscando y facilitando los consensos necesarios.
Lo técnico-político
Haciendo escaso honor a Carlos Matus, otro de los problemas que evidencian estas circunstancias es la escasa correlación entre lo técnico y lo político. Emerge la necesidad de potenciar las relaciones inter y transdiciplinarias para planificar lo urbano. Para citar un caso concreto: la comunidad científica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata había advertido sobre las inminentes inundaciones: “El sistema de evacuación de excedentes pluviales se presenta insuficiente aún para tormentas de baja intensidad”, alerta el informe.
En este sentido, queda clara la necesidad de realizar obras de infraestructura, pero si éstas no se producen en coordinación con la comunidad científica, e incluyendo a la comunidad en general, la situación tenderá a agravarse.
Dimensión ambiental
Desde la perspectiva ambiental emergen otras cuatro cuestiones centrales que hay que dejar claras:
- No está de más repetir, una y otra vez, que “las catástrofes naturales no existen: una catástrofe es la expresión social de un fenómeno natural. Un terremoto en un desierto no es un desastre; tampoco lo es una inundación sobre una costa despoblada” (Brailovsky, 2010)
- Todo río o arroyo cava con sus crecidas un área llamada “valle de inundación”, que es la que vuelve a ocupar cuando llueve por encima del promedio.
- En el AMBA no se cuenta con un sistema de espacios verdes y libres de escala metropolitana.
- El Río de la Plata está experimentando un incremento de su nivel medio, tanto por el aumento del nivel del mar, como por el cambio en la dirección de los vientos estacionales y el incremento del caudal de los tributarios principales que implican una mayor vulnerabilidad de la zona costera a las inundaciones. Dicha vulnerabilidad está determinada por el incremento progresivo de las recurrencias.
Qué se puede hacer desde el urbanismo
Como se observa, las ciudades requieren de nuevos abordajes que contemplen la problemáticas de fondo. La ciudad requiere, por ende, una planificación urbana como política pública. Esto significa que para “Hacer ciudad” se la deberá pensar primero como una totalidad, a largo plazo y en grande. Puntualmente, desde la perspectiva urbanística postulamos algunas pautas para abordar y encarar la problemática:
- Elaborar, gestionar y ejecutar planes integrales el Ordenamiento Territorial y Urbano, que incluyan tanto la dimensión económico-social como la cuestión ambiental. Que se adapten a la realidad local de cada ciudad, o municipio, pero siempre dentro de lógicas mayores y más complejas, como son las cuencas.
- Planificar la ciudad, considerando escenarios urbanos tendenciales que incluyan la variable ambiental, el aumento del nivel del mar, contemplación de la topografía urbana, la previsión de cantidad de suelo y de espacios verdes con capacidad absorbente. En definitiva, considerar su capacidad de soporte.
- Determinar los indicadores urbanísticos, la zonificación y las de unidades de gestión, a partir del análisis de las condiciones ambientales existentes expresadas en esa capacidad de carga.
- Considerar que Hacer urbanismo implica una responsabilidad social. A partir de las decisiones urbanas y de una visión sistémica pueden orientarse los procesos de densificación, consolidación y expansión urbana de forma selectiva.
- Compatibilizar crecimiento y preservación mediante instrumentos de planificación que orienten la gestión de la ciudad en un marco de sustentabilidad ambiental. Esta última entendida partir de la perspectiva de sistemas complejos.
- Respetar las lógicas propias del sustrato físico generando espacios verdes y libres que actúen como interfases de biodiversidad.
- Realizar obras de infraestructura de escala urbana, acompañadas con políticas de suelo, interjurisdiccionalidad, inter y transdiciplinariedad. La ciudad no puede abordarse por la sumatoria simple de partes y el problema abarca más de una esfera disciplinaria.
- Socializar el conocimiento para el empoderamiento. El conjunto de la población debe saber qué es lo que tiene que reclamar cuando se ve afectado derecho a la ciudadanía. De otra manera, los ciudadanos quedan invisibilizados.
- Por último, es preciso conservar el sentido común ¿De sirve una arquitectura verde manteniendo la especulación inmobiliaria y sin un modelo de crecimiento urbano?
GB
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