jueves, 2 de mayo de 2013

Los aprovechadores y las raíces de la indignación Por Jorge Muracciole OPINION

Los aprovechadores y las raíces de la indignación Por Jorge Muracciole Recrear nuevas prácticas sociales más allá del individualismo consumista, es una de las tareas impostergable. El mes de abril será recordado por las terribles inundaciones en La Plata y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Reducir la catástrofe social y económica de las inundaciones a una mera cuestión climatológica es compartir una mirada reduccionista de las verdaderas causas, que hunden sus raíces en el crecimiento irracional de las urbes dominadas por la lógica del negocio inmobiliario y la permeabilidad de los intereses corporativos en las políticas hídricas de los gobiernos. Más allá de la inmensa solidaridad ciudadana prodigada a los afectados, el malestar ante la recurrencia del fenómeno y la casi nula previsión de los que administran la gestión urbana, sumó argumentos a la bronca del común de la ciudadanía que se fue incubando alimentada por el crecimiento inflacionario y el valorable refuerzo de la sistemática tarea de propaganda del poderoso entramado mediático opositor. Pero el elemento catalizador de esas individualidades convertidas en muchedumbre indignada ha sido la convocatoria del 18A, la tercera en un año. Ese acontecimiento político-mediático es el resultado de un proceso complejo que, como todo hecho social, es la concomitancia de múltiples elementos. Pero la matriz donde se desarrolla el caldo de cultivo del fenómeno de los indignados anti K, es el exacerbado individualismo construido desde la imposición autoritaria de la cultura neoliberal a partir del golpe Cívico Militar, que tuvo su continuidad económico-político y cultural en las prácticas sociales de la década de los noventa. Ese escenario de atomización disolvente, de la cual hablaba en plena Convertibilidad el destacado cientista social Marcelo Matellanes, se fue constituyendo en el apogeo neoliberal. La destrucción de los lazos sociales instaló la idea de "hacer la suya", o del "sálvese quien pueda", ubicándose como paradigma la competencia exacerbada en el universo laboral acorde con el dios-mercado. Organizarse en forma colectiva era visto como una práctica demodé. La movilidad social ascendente no dependería de ahora en más de la construcción solidaria y mancomunada de un colectivo de trabajo en la lucha por sus reivindicaciones, sino de las estrategias individuales de cada átomo social en una suerte de competencia de todos contra todos. Esa matriz subjetiva heredada del autoritarismo neoliberal es la que se intenta transformar por medio de los gobiernos latinoamericanos opuestos a la hegemonía neoliberal durante la última década, pero más allá de las simpatías de los sectores más postergados y los avances en la reconstrucción del aparato productivo, la batalla cultural para torcer esa cosmovisión individualista de significativos sectores de las clases medias, manipulados por los verdaderos dueños del poder, necesita de una comunicación más potente que pueda dar batalla a la inconmensurable red mediática del conservadurismo, reacio a cualquier transformación que haga peligrar el status quo vigente por décadas. La Ley de Medios Audiovisuales votada por amplia mayoría en el parlamento hace casi tres años es uno de los soportes esenciales para poder enfrentar con posibilidades esa larga batalla cultural que permita democratizar la palabra. Dar voz a multitud de colectivos que construyen en el día a día el entramado social basado en la solidaridad y la ayuda mutua, sigue siendo la asignatura pendiente. A pesar de ese déficit es cierto que se han dado pasos en esa dirección. Pero mientras sigan existiendo trabas judiciales en la democratización de la posición dominante de la corporación mediática, la construcción de la realidad seguirá en manos de los grandes grupos económicos y la agenda seguirá formateada por los dueños del dinero. Asimismo, con esa tarea comunicacional sin resolver, se deberá avanzar en otros aspectos que hacen a la vida cotidiana, medulares para la construcción de una cosmovisión que trascienda el mero afán de lucro. Recrear nuevas prácticas sociales más allá del individualismo consumista, es una de las tareas impostergable. Partiendo de la idea que no será una tarea fácil. El escenario de la globalización capitalista y las décadas de neoliberalismo han penetrado en las entrañas del cuerpo social y en la naturalización de sus prácticas. Las raíces de la indignación anti K de significativos sectores medios amerita un debate social que supere el escenario dicotómico en el que estamos. Confundir a los verdaderos dueños del poder con centenares de miles de ciudadanos que expresan su indignación es hacer el juego a los que pretenden desde sus privilegios restaurar el mismo modelo que llevó a la debacle del 2001. Las grandes transformaciones se alimentan de políticas que tengan en cuenta la multitud de postergados con el norte puesto en la equidad. Pero es imprescindible ser capaces de integrar a amplios sectores medios cuya sensibilidad en muchas oportunidades difiere de las necesidades de las grandes mayorías. El desafío es poder articularlas. Ya que la puja distributiva expresada con la escalada inflacionaria impuesta por los grandes formadores de precios, o la presión devaluadora con el dólar blue fogoneada por los grandes exportadores de granos y el poder financiero son tan sólo unas muestras de lo que están dispuestos a hacer los inescrupulosos dueños del dinero. Tiempo Argentino GB

No hay comentarios:

Publicar un comentario