domingo, 19 de mayo de 2013

La pareja aborrecida por Videla Por Roberto Caballero El dictador, los DNU de De la Sota y Macri y el índice del Libro Negro. A Eduardo Luis Duhalde, porque se lo extraña

Jorge Rafael Videla comenzó a agonizar el día que Néstor Kirchner descolgó su cuadro del Colegio Militar. Por supuesto, antes estuvo el Juicio a las Juntas, la valerosa decisión tomada por Raúl Alfonsín, el "Nunca Más" del fiscal Julio César Strassera y el libro de la CONADEP. Pero también la dolorosa impunidad del Punto Final, la Obediencia Debida y los indultos de Carlos Menem, con la pequeña puerta que dejó abierta para el juzgamiento de los apropiadores de bebés. Durante todo ese tiempo, Videla gozó con la ilusión de triunfar definitivamente sobre las razones de una democracia vacilante. La condena social trabajosamente promovida por los organismos de Derechos Humanos, le había bloqueado una salida a lo Pinochet: el dictador chileno conservó durante buena parte de la transición el poder de veto institucional como senador vitalicio y Videla no consiguió eso gracias a la incansable e histórica lucha de Madres, Abuelas, Familiares, ex detenidos y otros organismos. Sin embargo, pudo soñar con vivir su ocaso de genocida jubilado zafando de la prisión durante un largo tiempo. Hasta que Néstor Kirchner, contra la amnistía que Eduardo Duhalde, la Iglesia y el establishment económico que usaba a José Claudio Escribano –jefe editorial del diario La Nación– como vocero apremiante, habían tejido en las sombras, decidió impulsar el juicio y castigo como política de Estado, definitiva y concluyente. En su discurso improvisado del 24 de Marzo del 2004 en la ex Esma, el presidente que había llegado a la Casa Rosada con el 22% de los votos, pidió perdón a las víctimas, en nombre del Estado Nacional, por el sufrimiento de todos esos años. Y ya nada fue igual. Para nadie. Mucho menos para Videla: su gravitancia en el escenario simbólico del poder declinó para siempre. La herencia maldita del terrorismo de Estado, encarnada en su figura amenazante, comenzó a ser saldada en el imaginario social. El muro de la Teoría de los Dos Demonios fue derribado a golpes de verdad y procedimientos judiciales con todas las garantías que la ley manda. El viejo dictador languideció tras las rejas junto a sus camaradas atroces, y fue una catarsis colectiva. Al periodista de Cambio 16 Ricardo Angoso se lo confesó el propio Videla, desde la cárcel: "Los Kirchner fueron lo peor que nos pasó (…) Alfonsín y Menem hicieron un acuerdo que era mitad y mitad, en el tema de los indultos... Los Kirchner son los que dijeron que no habría simetría en el asunto de la guerra que vivimos, y nos señalaron a los militares como los malos, los responsables de crímenes de lesa humanidad, y a los terroristas como los buenos, como las víctimas de aquellos años terribles." Debe haber sido lo único cierto que dijo en todos esos años, tiempo en el que calló de modo perverso el destino de los 400 chicos apropiados y de los miles de cuerpos de los desaparecidos que él mandó "a disposición final" en ejercicio de la tiranía más sangrienta que vivió la Argentina del siglo XX. Videla terminó de morir el viernes último, de la vida que había comenzado a resignar cuando Kirchner lo bajó del pedestal de una historia sin pedestales que respetar. Murió de viejo, Videla, en una cárcel común, donde ahora acaban los criminales que cometen delitos de lesa humanidad. Tal vez, en 30 años de democracia, los argentinos no hayamos conseguido una imagen más clara del significado de la palabra justicia para mostrarles a las nuevas generaciones que esa donde puede verse al que ayer decidía sobre la vida y la muerte, el submarino y la picana, los vuelos y los cuerpos a arrojar al Río de la Plata, detrás de las rejas hasta el final de sus días. En esta nueva Argentina, los dictadores no son fusilados ni ajusticiados en la clandestinidad. Mucho menos reverenciados, y tampoco temidos. Van a la cárcel, después de un juicio oral y público. ¿Qué sería del libro Nunca Más sin las políticas de Memoria, Verdad y Justicia del kirchnerismo? La biblioteca de nuestra propia impotencia democrática. ¿Cómo se les podría explicar a los jóvenes que los crímenes y vejaciones que allí se relatan no tuvieron condena? De ningún modo. El Nunca Más sin juicios y represores presos sólo hubiera servido para perpetuar la sensación paralizante del horror a través de varias generaciones. Contraponer el mérito de los integrantes de la CONADEP, que recogieron corajudamente evidencias y testimonios cuando el Partido Militar aún estaba en operaciones, a la inédita respuesta institucional del Estado en la década kirchnerista, es un absurdo en el que cae cierto antikirchnerismo visceral, incapaz de reconocer que no hay justicia sin sentencias, ni memoria sin consecuencias prácticas. Así como en los '80 había que leer El Estado Terrorista Argentino, de Eduardo Luis Duhalde; Como los nazis, como en Vietnam, de Alipio Paoletti; el Diario de las Madres y el "Manual de Desaparecedores" publicado por la revista El Periodista para complementar las revelaciones del Nunca Más, es imprescindible valorar la envergadura de lo conquistado en esta última década en la batalla contra la impunidad para comprender el odio del videlismo residual hacia Néstor y Cristina Kirchner. Ellos hicieron lo que otros no quisieron, no pudieron o no intentaron, siquiera. ¿Cuántos presidentes argentinos se pararon ante el auditorio de la ONU y se declararon hijos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo? Los que agitan el fantasma de la cooptación de los organismos de Derechos Humanos por dinero estatal, ¿pueden ignorar que los pañuelos eligieron acompañar porque se sintieron acompañados como nunca en sus reclamos o eso no existe en el inventario? Hasta que Néstor Kirchner llegó a la presidencia, 20 años después del final de la dictadura, el Auschwitz argentino, la ESMA, seguía siendo la ESMA. El Menem de los indultos intentó barrer con ella y montar allí un monumento a los caídos al estilo franquista, consagrando la Teoría de los Dos Demonios para la eternidad. No pudo, no lo dejó la protesta, fue un escándalo. Kirchner creó un espacio para la memoria y lo cedió a Madres, Abuelas e Hijos. Por eso Kirchner es Néstor y el dictador Videla murió odiándolo. Pero no sólo él. Muerto Videla, lo sobrevive el videlismo. Detrás del genocida hubo civiles que alentaron y se beneficiaron de la matanza planificada. Desde los hermanos Juan y Roberto Alemann y Francisco Soldati (padre), controlantes privados de la Italo, única empresa estatizada durante la dictadura, que embolsaron 400 millones de dólares en aquel tiempo que ahora los 40 millones de argentinos le adeudamos al Club de París, hasta Ernestina Herrera de Noble, Bartolomé Mitre y Héctor Magnetto, apropiadores de Papel Prensa en base al despojo accionario de la familia Graiver, denunciados ante la justicia por el fallecido Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de Kirchner, hace tres años. ¿Cómo no adivinar la mano de esos intereses que atraviesan de modo siniestro la historia nacional de las últimas cuatro décadas en el despellejamiento mediático que hace tres semanas se viene practicando desde el canal del Grupo Clarín SA sobre la figura del extinto Kirchner? ¿Qué es lo que no le perdonan al tipo de los mocasines y la birome Bic negra que un día descolgó el cuadro de Videla y ya no está para defenderse? Tal vez eso mismo. Su mal ejemplo. Su indocilidad. Porque correr los límites de lo posible es cambiar la realidad, una realidad que era cómoda y funcional para los que amasaron fortunas al amparo de Videla y sus amigos, que hoy están desnudos ante la sociedad después de diez años de políticas de Memoria, Verdad y Justicia. La muerte del dictador pone en perspectiva histórica la figura de Néstor Kirchner. Lo rescata de la fábula de la bóveda bajo el mausoleo y su debilidad por las cajas fuertes, y exime a su viuda y heredera política de dar explicaciones sobre el inexistente proyecto oficial de intervención del diario Clarín que Joaquín Morales Solá y Jorge Lanata instalaron para victimizar a sus mandantes, que buscan aterrorizar a sus empleados y extorsionar a la sociedad democrática confundiéndola con el viejo verso de asociar la libertad de prensa con la libertad de empresa, con la complicidad de José Manuel de la Sota y Mauricio Macri y sus DNU con letra del Estudio Sáenz Valiente (ver recuadro). Como si fuera una cámara que abandona el detalle y amplifica el cuadro hasta abarcar la totalidad de la pantalla, la noticia mortal de Videla en una cárcel común salva a Kirchner del relato malicioso que pretende transformarlo en un insignificante puntero codicioso y lo catapulta a la dimensión de estadista que le asignaron todos los que lo lloraron en su viaje final, tanto en nuestro país como en el extranjero. No es para menos. Cuando faltan apenas seis días para que se cumplan diez años de su asunción, una verdadera multitud se prepara para evocarlo en la Plaza de Mayo, el próximo sábado 25. Entre la picardía canalla del prime time dominical de Canal 13 y las certezas sencillas del documental de Adrián Caetano (pueden verlo en http://www.youtube.com/watch?v=IF6FTAAZzk8, la sociedad hará el balance de una década de gobierno, con sus logros y materias pendientes, de la pareja que Videla aborreció hasta el último de sus días. Preso, en una cárcel común. Como sucede con los genocidas, en los países en serio. De La Sota y Macri: fuera de la ley Al autor de estas líneas puede fallarle la memoria, pero vamos a suponer que Google no deja mentir. Cuando se buscan detalles sobre el discurso de Néstor Kirchner en la ex Esma de marzo de 2004, la mayoría de las crónicas refleja el enojo del entonces presidente con los gobernadores del pejotismo que no habían acudido a la cita en Núñez. Mencionan a dos, principalmente: Felipe Solá (Buenos Aires) y José Manuel de la Sota (Córdoba). Las ausencias, siempre siguiendo las crónicas de esa jornada histórica, estaban motivadas en el desacuerdo con la política de Derechos Humanos oficial, a la que juzgaban como revanchista. Casi una década después, Solá es diputado al frente de un minibloque intrascendente que coquetea con Francisco de Narváez y De la Sota, después de todo, sigue siendo el mandatario provincial mediterráneo. El día que se conoció la noticia de la muerte de Videla, De la Sota firmó un decreto pro Clarín, similar al que un par de días antes había hecho público Mauricio Macri. Si bien por Twitter ambos recordaron críticamente al dictador con frases de ocasión, tanto el procesado jefe de gobierno porteño como el gobernador cordobés coincidieron en crear un instrumento jurídico artificial que, en teoría, viene a impedir la plena aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que remplazó a la vieja Ley de Radiodifusión de la dictadura que llevaba la firma de Videla. En esto, ambos son coherentes: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Córdoba, además del San Luis de los Rodríguez Saá, nunca mandaron sus representantes al COFECA (Consejo Federal de Comunicación Audiovisual), organismo creado por la Ley 26.522. Los Rodríguez Saá, hace tres años, legislaron provincialmente contra la Ley de Medios y la Corte Suprema les recordó algo que se aprende en la secundaria, cuando los profesores explican la Pirámide de Kelsen: una ley provincial no puede anular una ley nacional. Mucho menos, los decretos de necesidad y urgencia. Desde que se promulgó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los Saá, De la Sota y Macri están fuera de la ley por boicotear y desconocer al COFECA. Si no avalan la Ley 26.522, ¿cuál es la norma que defienden de modo tácito? No hay que pensar demasiado: la 22.285, decretada por Videla bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional, empeorada por Carlos Menem durante la década del ’90, a pedido de Clarín SA. Como diría el filósofo Pancho Ibáñez: todo tiene que ver con todo en esta historia. Última cosa: cuando el martes se reúnan los miembros de la Corte Suprema en su habitual reunión semanal, es esperable que digan algo sobre los decretos urgentes de De la Sota y Macri. Entre otras cosas, porque estos instrumentos, en su desafinado articulado, desconocen al máximo tribunal, cuestionan tratados internacionales, desafían la jurisdicción federal y se atribuyen potestades que exceden a las provincias. Son, podría decirse, pre-pacto de San Nicolás. Más que autonomía, proponen un separatismo a la catalana, con llamativas ínfulas soberanas. Córdoba y Buenos Aires plantean algo así como una guerra de secesión conceptual y jurídica. Como si quisieran dejar de pertenecer a la Nación Argentina para constituir dos estados asociados a la República de Clarín. El libro negro de la tercera tiranía, parte II Interesante aporte del historiador y sociólogo Roberto Baschetti en diálogo con Radio Nacional. Se trata del mayor recopilador de documentos de la Resistencia Peronista y además generoso colaborador de cuanto libro sobre la época se haya escrito en las dos últimas décadas. Consultado sobre el paralelismo del Libro Negro de la Segunda Tiranía y la actual campaña clarinesca de lugares comunes para fustigar a la "dictadura K", Baschetti hizo un recorrido por el índice de esa biblia antipopular que editó la Revolución Fusiladora. Dice así: "Introducción (pág. 21): La tradición nacional. La libertad, la igualdad y la democracia: principios esenciales del pueblo argentino. Infiltración de las ideas antidemocráticas. Preparación de la dictadura. El Dictador (pág. 34): Sus antecedentes personales. Su concepto de la conducción política. Su visión del pasado histórico. Su doctrina. 'La Señora'. La autoglorificación. El mando sin término. Su enriquecimiento. Su caída. El partido oficial (pág. 53): Cómo se constituyó. Cómo se desarrolló. Cómo se sostuvo. Cómo elegía sus candidatos. Su disolución. Los legisladores de la dictadura (pág. 64): Los viejos parlamentarios. Cómo actuaron los legisladores de la dictadura. Cómo se los vigiló. Su acrecentamiento patrimonial. Medios de propaganda y dominación (pág. 79): Una página de la 'Política' de Aristóteles. La propaganda. La prensa. La libertad de prensa en la tradición argentina. Martirologio de la prensa libre. La prensa bajo la dictadura. Incautación de la mayoría de los diarios y revistas del país. La radiodifusión. Monopolio de la publicidad. Sus propósitos. Otros medios de publicidad. El miedo. Un ejemplo de intimidación pública. La justicia (pág. 103): La justicia de la dictadura. El juicio político contra los ministros de la Corte Suprema. Sometimiento de la judicatura. Algunos ejemplos. La justicia de la provincia de Buenos Aires. La justicia al finalizar la dictadura (…) Corrupción y desorden (pág. 163): La corrupción oficial. La compra de los ferrocarriles extranjeros. El negociado de automóviles de Mercedes Benz. Otros negociados de automóviles. Negociado de televisores. La comercialización de la producción agrícola. El IAPI. El caso Richter. Construcción del gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires. Aeropuerto de Ezeiza. Frigorífico Nacional de la Ciudad de Buenos Aires. Los grandes crímenes (pág. 201): El miedo del dictador. Un hecho oscuro: la muerte de Juan Duarte. Incendios de las sedes de los partidos políticos. Incendio del Jockey Club. La quema de la bandera. El ataque a la Catedral y la expulsión de los prelados. Incendio en los templos católicos. Torturas, vejaciones y otros apremios ilegales. El delito de genocidio (…)" La coincidencia entre temas y abordajes sorprende. Son los mismos ejes intolerantes y persecutorios, aunque con 60 años de diferencia. Aquel libelo, que sólo sirvió para justificar el decreto 4161 que proscribió a la mayoría política del país durante 18 años, encarcelando o asesinando a sus dirigentes y militantes, forma parte de la historia trágica de los argentinos. El liberalismo oligárquico jamás pidió perdón por sus crímenes y difamaciones. Releer El Libro Negro de la Segunda Tiranía es comprender qué tan profunda, arraigada y peligrosa es la "cultura gorila" que los dadores de prestigio académico consignan como democracia civilizada frente a la supuesta barbarie de los regímenes populistas. José Hernández Arregui, un intelectual marxista que terminó enrolándose en el peronismo, dijo alguna vez que ese libro era el fiel reflejo del odio de clase incubado por aquellos que había visto afectados sus privilegios económicos, sociales y culturales durante los dos primeros gobiernos peronistas. No se trata de renegar de las falencias o tendencias autoritarias del justicialismo naciente, que las tuvo, del mismo modo que aciertos en materia de justicia social y soberanía nacional que aún los no peronistas lúcidos admiten cuando rescatan la figura de Evita y su compromiso con los humildes. No: lo llamativo de todo esto es que la Argentina de hoy es indudablemente más democrática que la de mediados del Siglo XX, pero los dueños del poder y del dinero siguen odiando con el mismo reflejo y la misma intensidad a los gobiernos que pretenden un patrón de distribución más igualitario, y echan mano a las mismas campañas lunáticas para hacer retroceder la rueda de la historia. La distancia entre su utopía irrealizable y la verdad de las cosas es tan grande como la que separa su fantasiosa descripción de la realidad y la que perciben millones de personas a las que los gobiernos populares que abominan les devolvieron su dignidad, ahora y siempre. Un dato más, de color: el enriquecimiento de Perón nunca se comprobó. Es otro de los tantos bolazos del Libro Negro... Jorge Antonio lo sostuvo económicamente en el exilio y el aporte de amigos y sindicatos le permitieron una vida austera hasta el retorno definitivo a la Argentina, cuando le devolvieron grado, uniforme y salarios adeudados en el Ejército. Mario Rotundo solía mostrar una colección de zapatos que había pertenecido a Perón, algunos italianos, bien refinados. Otra parte sustancial de "la fortuna" del ex general tres veces presidente era su biblioteca. ¿A qué no saben quién la compró en un remate? Un millonario de verdad: Francisco de Narváez, que bien podría comenzar a leerla. 19/05/13 Tiempo Argentino

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