miércoles, 1 de mayo de 2013
EVITA EL BILLETETE Y AGUINIS
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Eva Perón en el billete de 100 y en el libro de Aguinis
La batalla cultural “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez” Bernardo de Monteagudo
Para comprar el último libro de Marcos Aguinis, un texto que cuenta en primera persona la vida de Eva Perón, hace falta un billete de Eva Perón y dos de Juan Manuel de Rosas (o cuatro de Manuel Belgrano) y a uno le devuelven una moneda de 1 peso. Eso si le aceptan el billete que, acaso por la misma condición simbólica del personaje que tomó el escritor cordobés, en varios lugares topa con el rechazo.
Hay quienes, por hábito más que por ideología, prefieren a Julio Argentino Roca en el anverso y La conquista del desierto, obra del pintor Juan Manuel Blanes, en el reverso.
–No, disculpe. ¿No tiene uno de verdad? –dijo el taxista ante la estupefacción, y luego la carcajada, del pasajero.
–¡Este es de verdad! El cajero automático me dio diez iguales. ¿No lo conoce?
–Msé. Pero... a ver, ¿a cuánto llega con el cambio?
El taxista prefirió cobrar dos pesos menos antes que aceptar el billete de 100 que muestra el perfil izquierdo de Eva Perón. “Deben ser los gorilas, deben ser”, evocó el pasajero. Pero se equivocaba. Porque muchos supermercadistas chinos (que no suelen discutir que si lucha o conciliación de clases, ni rechazar por igual a yanquis y marxistas, ni problematizar la cuestión peronista y los populismos latinoamericanos) le escapan también al 100 de Evita por temor a falsificaciones.
El jefe de Gestión Institucional de la Casa de la Moneda, Matías Njirjak, negó tal posibilidad. “Las únicas falsificaciones destacadas hasta el momento son fotocopias de muy mala calidad”. Los aspectos técnicos del billete, agregó, lo hacen reconocido en la industria internacional “como un ejemplo por sus altos estándares de seguridad y calidad técnica”. En los encuentros especializados The Banknote 2012, Cartes Secure Conexions y Currency Conference “despertó el interés de representantes de los más destacados impresores y fabricantes de insumos y equipos de impresión del mundo. En las próximas semanas, en una exposición en Ginebra, nuestro billete de Eva será puesto como ejemplo de la tendencia para este siglo”.
Todo bien en Suiza, se ve, pero en Cerviño y Paunero, para pagar dos cafés, no sirve. “La casa no lo acepta, señora”, explicó el mozo. Una versión, igualmente antipática, de “La casa se reserva el derecho de admisión”.
En la misma cafetería una mujer devoraba La furia de Evita, la obra de Aguinis, un reconocido autor antiperonista y antipopulista, que asume la voz de Eva Perón: “No me limitaré a una biografía. Ya hay varias y algunas son muy buenas, porque incluyen las dudas, los grises y las contradicciones que plagaron mi existencia. Fue una trayectoria difícil de discrifrar hasta para mí. Ahora, por ejemplo, elijo correr por la ajetreada ruta de una novela basada en la historia”.
El libro está segundo en ventas a pesar de que no logra afrontar el desafío inevitable de alcanzar obras que han abordado mejor la controversial figura de la segunda esposa de Juan Domingo Perón: Eva Perón, de Copi; “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh; Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez. Aunque no le va tan mal como a La pasión según Eva, de Abel Posse, corresponde reconocer, porque en lo arriesgado de su apuesta alcanza niveles tan descabellados que regalan al lector breves experiencias artísticas.
Esa mujer, muerta hace décadas, permanece problemática.
No sólo en lo literario, como ilustró Njirjak: para él, gran parte del rechazo “se debe a la influencia de la famosa ‘cadena del miedo y el desánimo’, que en pos de atacar al billete y a la imagen de Eva, desprestigió la calidad técnica del mismo”.
Parece, más bien, una cuestión cultural: su estatuto de ícono le otorga la capacidad de canalizar –encarnar– otras discusiones, más profundas, que atraviesan la sociedad argentina.
Se discute si el billete de Eva tiene tinta magnética ópticamente variable del verde al azul, hilo de seguridad de 5 milímetros, marca de agua visible en transparencia, elemento fluorescente para detectar bajo una lámpara UV o calcografía que de relieve específico al retrato (tiene), o si difiere en tamaño del resto de la familia de billetes argentinos (el jefe de Gestión Institucional de la Casa de la Moneda dice que no, una regla de plástico indica que un milímetro), o si los cajeros automáticos no tienen grabada en la memoria la imagen con que distinguen los billetes (al principio de la circulación no, ahora sí). Pero el tema de fondo es la polarización de la sociedad argentina, agudizada durante la gestión de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuyo discurso no es ajeno a esa exacerbación de una tendencia histórica que en este momento encuentra, en posición antagónica, a Marcos Aguinis como uno de los intelectuales militantes.
Quizá el autor de ¡Ay Patria mía! y La cruz invertida no haya logrado sostener el “espacio abierto a las ideas de democracia y progreso” que cofundó con Atilio Alternini, Víctor Martínez, Jorge Vanossi, Hipólito Solari Yrigoyen y Daniel Sabsay, entre otros: el grupo Aurora de una Nueva República, una respuesta a los intelectuales kirchneristas de Carta Abierta. Pero si esa aurora duró lo mismo que, precisamente, un amanecer, el prestigio y la popularidad de Aguinis pesan y perduran tanto desde su obra literaria como desde su presencia en los medios.
Aguinis puede afirmar que Fernández de Kirchner “sigue una técnica muy antigua: el aprovechamiento político del terror” y comparar: “El terror es el instrumento más eficaz para mantener el poder. Lo aplicaron todos los autoritarios de la historia: Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Castro... Es un instrumento político para sojuzgar a la gente”. Y en hipérboles como esa su discurso es más eficaz que en su deficiente construcción de una primera persona femenina, una tarea siempre espinosa para un novelista varón.
No es curioso que la historia del billete mismo constituya una metáfora de esta confrontación.
En agosto de 1952, a pocos días de la muerte de Eva Perón, el Directorio del Banco Central pensó en un billete de homenaje. En el anverso se bocetó un perfil de la ex primera dama y en el reverso, una ilustración sobre sus tareas de ayuda social. La Casa de la Moneda completó el diseño pero el Banco Central lo rechazó. Como la primera modificación. Y como la segunda.
Entró en escena el artista plástico Renato Garrasi, que presentó una acuarela con el perfil que se aceptó para un billete de cinco pesos, que inspiró al de 100 de hoy. Pero el golpe de Estado de 1955 que echó a Perón prohibió con el decreto 4161 “la utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas representativas del peronismo”, desde palabras como justicialista hasta el nombre del presidente depuesto y, desde luego, el billete que nunca fue. La versión, demasiado romántica, del gobierno actual dice que un empleado de la Casa de la Moneda escondió el fotolito del boceto del billete detrás de un mueble, y que allí permaneció hasta ahora.
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