domingo, 5 de mayo de 2013
CULTURA...PARTE V EDUARDO ANGUITA
Cuestiones sobre el compromiso
Por Eduardo Anguita y Eduardo Russo
politica@miradasalsur.com
Entrevista. Guillermo Saccomanno. Escritor.
Arranquemos por dónde se lleva a cabo la Feria del Libro, lo que debería ser el encuentro de los intelectuales con el pueblo. Las primeras ferias, cuando aún no tenían ese nombre, se llevaron a cabo de forma callejera. Después se institucionalizaron en el predio ferial al lado de la Facultad de Derecho. Ahora se realizan en la Sociedad Rural
–Me parece que la discusión pasaría por la entrada: mi idea es que ésta debería ser una muestra de acceso irrestricto y que no se debería cobrar. Es cierto que no hay un afuera de la cultura de la plusvalía, pero si el que quiere comprar un libro debe pagar entrada, estás poniéndole un plus al precio de tapa. Si pensamos en un matrimonio tipo que viene con dos chicos, y les compra una gaseosa, un pancho, más un libro, no veo hasta dónde se plantea la relación vital, la sustancia modificadora que uno está añorando entre el texto, la escritura y el lector. La Feria me plantea un entredicho, nunca sé si hago bien o mal en venir, si estoy o no de acuerdo. Creo que éste es el debate que se abre para nosotros, los escritores. Porque se supone que uno escribe pensando que la literatura es cuestionadora, que subvierte, que hace preguntas. Ahora, si las preguntas hay que pagarlas 150 pesos, que es lo que vale un libro, estamos jodidos.
–En definitiva, se trata del lugar que se le da a la cultura.
–El lugar del mercado, sin un afuera.
–Pero de ese modo, lo único que se busca es que el mercado llegue a la gente, no que sea la cultura la que llegue.
–Me parece que como intelectuales, como escritores, tenemos que marcar estas cosas porque cuando yo digo que no hay afuera, hablo de mi pertenencia como autor. Pertenencia en el sentido que mi obra está dentro de una gran editorial que edita buena literatura y un 70% de basura. Esto pasa con todas las grandes editoriales. Ahora, dentro del negocio, uno trata de mantener pequeñas islas de independencia, de ver cómo se puede hacer un recorte. Sería interesante que la Feria planteara ese recorte donde la calidad se privilegiara. Y esto tiene que ver con políticas de Estado de educación. Políticas que no pueden quedar en manos de los fabricantes de libros. Siempre me interesó marcar la relación entre literatura y dinero porque, de lo contrario parece que la literatura estuviera allá, lejos, en un lugar alto, inaccesible, al cual no se puede acceder. El único que llama a las cosas por su nombre es Andrés Ribera: no tiene empacho en decir “yo vivo de esto, yo gano tanto”. Todo esto tiene que ver con la Feria, un lugar que parece ser un movimiento cultural que engrandece la Argentina. Pero no porque vengan micros llenos de pibes se va a cambiar la educación en la Argentina. Recuerdo que, años atrás, las familias salían de la Feria con un librito de Mafalda y cientos de folletos de tractores checoslovacos. Por supuesto que hay una pléyade de autores, hay mesas redondas interesantes, hay polémicas, pero lo interesante es hablar del negocio y de los enfrentamientos. Creo que hay dos cámaras del libro. Una que plantea posiciones progresistas y de cambios y otra que es la compuesta por los pools editoriales que tienen otros intereses, los del negocio. Si nosotros, lo escritores, los intelectuales, no ponemos sobre el tapete esta discusión no estamos discutiendo nuestra obra o lo que nuestra obra intenta apuntar o decir o significar.
–Parte de ese debate estuvo demostrado en los discursos de apertura de la Feria: Rodolfo Hamawi con las cifras de las industrias culturales, Sileoni con el incremento en el área educativa, Vicente Battista con la diferencia entre mirar y leer y Hernán Lombardi que planteaba que había cada vez menos escritores y menos libros...
–Lombardi es cómplice del gobierno de Macri, a él le importa el turismo. El gobierno de Macri intenta siempre bloquear los premios municipales, que son los premios que se asignan a una trayectoria, no sólo a un libro, porque el libro que se premia es siempre la continuidad de una obra en producción. El gobierno de Macri, como antes el gobierno de Telerman, intentó bloquear estos premios que son un subsidio que le permite al escritor tener una vida un poco mejor. Uno no puede vivir exclusivamente de la literatura sino que debe desarrollar actividades paraliterarias: periodismo, publicidad, historieta. Al señor Lombardi no le importa nada de esto. Del mismo modo me parece importante resaltar el discurso de Vicente Battista que me parece que es un discurso sumamente político y progresista porque está planteando la cuestión de la sindicalización o de la jubilación de los escritores. Tiene que haber una política de Estado. No sirve de nada venir acá a hablar de Borges: ya sabemos quién es Borges. No me importa que el señor J.M. Coetzee, que es un gran escritor, al que respeto y admiro, nos venga a hablar de la censura. A esta altura es como María Elena Walsh hablando de los derechos humanos. Nos viene a decir algo que ya sabemos. Me parece mucho más importante aquel discurso que rompe con esta cosa presuntamente carismática donde se viene a decir lo que se quiere escuchar.
–Proviene de una familia del sur de la Ciudad de Buenos Aires, de clase media-baja. Muchas veces se cree que en la literatura tener doble apellido es una buena ventaja. ¿Cómo fue romper con esos paradigmas?
–Tal vez tenga una posición un poco zen, de desapego. Creo que cuanto más tenés más prisionero sos de las cosas que tenés, los objetos te van marcando. No me interesa estar prisionero del auto, del mail, del teléfono celular. Por otro lado, esto tiene que ver con que considero a mi actividad como un oficio. Entiendo que se puede hablar de arte, de obras más logradas, más o menos excelsas pero, fundamentalmente, los escritores que más admiro se levantan todos los días y se ponen a trabajar. Si uno quiere que el milagro se produzca debe ir todos los días a misa. Dios no te da bola si aparecés sólo los domingos.
–No parece la confesión de un ateo...
–No, no soy ateo. Tengo un pensamiento religioso. Creo que mi relación con la escritura es sagrada. Cuando Kafka escribe en su diario “para mí la literatura es mi religión” adscribo plenamente. Y, además, debés tener convicción, voluntad de ponerte todos los días y laburar. Si yo tengo un subsidio que me dio el Estado argentino, el premio nacional y el premio municipal, sé que puede sonar demagógico pero tengo la obligación de escribir y de escribir cada vez mejor, porque es el pueblo argentino el que me está subvencionando. Eso no implica que yo deba escribir la biografía de Cristina o del presidente de turno. Cuando le conté a mi agente española Carmen Balcells que vivía en parte de los premios, me pregunto si vivía de ganar premios. “No, de los ya ganados”, le dije. Entonces le expliqué cómo funcionaba el sistema de premios y subsidios en la Argentina. El premio Nacional de literatura consiste en que después de los 60 años tenés un subsidio de por vida equivalente a no sé cuántas jubilaciones mínimas y el premio Municipal es algo parecido. Estaba sorprendida, en ningún país del mundo hay esta generosidad con la cultura. Y en ningún país del mundo hay crápulas como Macri que cada tanto intentan bloquearlo. Macri: que no ha leído un puto libro en su vida. El mismo Macri responsable de la represión en el Borda. No es casual que Macri tenga esta actitud con la cultura y con la locura. Porque lo que se trata de hace en el Borda es el tratamiento, la sanación del equilibrio mental de una sociedad. No es casual que Macri se ensañe en estas áreas.
–¿Cómo entiende esta polaridad, en la cual el periodismo vende y mucha gente compra, de que hay intelectuales que siguen a La Nación o a Clarín e intelectuales que siguen a los medios K? ¿Cómo ve esta cuestión de que existan una cantidad de escritores, intelectuales reputados, a los cuales se los busca para que tomen partido políticamente?
–Yo creo que uno toma partido desde el momento en que está escribiendo. Creo que mi compromiso pasa por la literatura. Como dijo alguna vez el maestro David Viñas, yo creo que la obligación o función del intelectual consiste en tener una independencia crítica que no excluye el compromiso. Mi compromiso pasa por la literatura. Yo ya pinté paredes cuando era pibe y anduve con un aerosol en el bolsillo. Ahora, colaboro desde la máquina de escribir, desde el ordenador: es ahí donde está mi compromiso. Yo colaboro en Página 12, lo cual no quiere decir que no lea La Nación o Clarín. Otra vez Viñas: uno lo veía en el bar La Paz leyendo La Nación, subrayándolo. “Quiero ver en qué anda el enemigo”, decía. Y Trotsky: “Si quiero ver a dónde va la revolución lo que tengo que saber es a dónde va el capital”. Entonces con leer diarios de mi club, no me alcanza.
–Dice que su único compromiso es con la literatura, algo que podrían suscribir escritores de distinto signo político. ¿No es indispensable, para decir eso, saber desde dónde se para uno, desde qué ideología?
–Está bien, redondeo la idea. Mi compromiso pasa por la literatura y mi compromiso pasa por la educación. Cuando me convocaron desde el ministerio de Educación para ir a los colegios del Conurbano, fui de los primeros en ir. Desarrollamos una experiencia maravillosa en un colegio de Villa Gesell. Pasábamos un día íntegro dentro del colegio charlando con los tres turnos. Había que pararse ante los alumnos y explicarles sucintamente cuáles eran los mecanismos narrativos o de aprendizaje de interrogación para realizar testimonios, y crear, junto con los pibes, una historia actualizada de Gesell juntando testimonios. Fue extraordinario. Se hizo un libro que se vendió y se agotó muy rápido, que no contó con ningún apoyo gubernamental de la intendencia de Gesell, en ese momento radical. La intendencia actual no ha cambiado mucho: el intendente es invitado a un colegio y propone regalarle un televisor a los chicos.
¿En qué quedamos, venimos a ver el partido o venimos a estudiar? Creo que el compromiso pasa no sólo como escritor y por estar en tu mesa de trabajo, sino también cuando te convocan de un colegio, de una universidad, de un barrio.
–La percepción de la situación política, cultural, social, ¿es muy importante en su narrativa? ¿Necesita calibrarla, pensarla, ser optimista o da todo lo mismo?
–Es una alternancia. Mi literatura puede ser considerada realista o que tomo partido por una poética del realismo. Lo que pasa es que vivo en un pueblo relativamente chico, donde el peón del corralón, el barrendero, el supermercadista, el vecino están ahí, al lado. Y uno se alimenta de todo eso, de todas esas historias. Uno piensa que en un pueblo no pasa nada, que todo pasa en la ciudad o en el centro. Y no es así. Están pasando situaciones todo el tiempo, desde un adulterio, hasta una coima, desde el amor hasta las corridas del pibe chorro. De esto se nutre un escritor, de la realidad. Claro que, como dice Antonio Dal Masetto, la realidad a veces exagera.
05/05/13 Miradas al Sur
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