viernes, 17 de mayo de 2013

algun dçia por Fernando Mussante, opinión.

Algún día habré de morir, lo sé. Aunque me haga el distraído, lo sé. Aunque me resulte intolerable hacerlo carne en la totalidad del conocimiento y lo deje en el envase de una elegante expresión con pretensiones de aporte al intelecto colectivo. Aunque trate de disimular que debo aceptar que, minuto a minuto, y por lo general disfrazada de las más poéticas maneras, la muerte (la madre de todos los miedos) me acompaña desde el día en que nací. Porque, aún desde una de las más aceptadas razones del egoísmo, el dolor y el fantasma de la muerte de mis seres más queridos, vueltos portentosa y aplastante sombra, quizá sea inevitable causa de eclipse (o quizá mera máscara) de la supuestamente sana alegría por no haber sido yo el que está en aquellos pagos de donde no se vuelve, viendo –con muchos boletos rotos- si es que hay Dios, o andá a saber dónde. Yo no celebro la muerte de nadie por varias razones. Pero en el caso los Videla, los Suárez Mason, los harguindeguy, los Martínez de Hoz, los Viola, los (o las) Thatcher, Reagan, Massera, etc. creo tener una razón de peso, y es ésta con la que comencé este pensamiento: “algún día habré de morir”. Porque entonces la muerte me igualará con este soberano hijo de mil putas (dicho esto haciendo resguardo del derecho que me merecen todas las putas del mundo), y esa es cosa que me pone de muy mal humor. Es imposible que yo no muera. Es imposible para mí evitar que hayan muerto mis padres, mis grandes amig@s, much@s dulces artistas, much@s leales compañer@s, algún@s amores inolvidables entre los que incluyo a la hermosa y valiente hermana que me regaló la vida. Es por eso que… ¡¿cómo voy a celebrar la muerte?! La muerte pone a este, insisto, soberano hijo de mil putas en un plano de igualdad con aquell@s sublimes compañer@s que sembraron luz en nuestro tiempo, y también conmigo. Y eso no estoy dispuesto a aceptarlo. Porque, Señoras y señores: Yo y toda la gente que amo, esté o no pisando este mundo en esta instancia histórica, somos mejores persona s que lo que fue este soberano hijo de mil putas (siempre dicho esto haciendo resguardo del derecho que me merecen todas las putas del mundo.) Fernando Musante

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