Por Horacio Bustingorry I "Para juzgarlo con justicia, debería agregarse que de los bienes que acumuló como el más reputado jefe gremial del país, da buena cuenta el hecho de que su viuda debió trabajar como enfermera en un Policlínico de la UOM para dar de comer a sus hijos". (Jorge Abelardo Ramos, “La era del peronismo”).
Luego del paro del 20N, el senador nacional Aníbal Fernández acusó de traidor a Moyano con el mote de “Augusto Timoteo Moyano”. La incomprensión de Fernández de la historia del dirigente metalúrgico resultaría sorprendente sino fuera porque en la nueva hora progre suma puntos manifestar desprecio por la lucha de los trabajadores y la acción de los dirigentes sindicales.
A Vandor se le atribuyen con justicia dos grandes errores. El primero fue su apuesta a un “peronismo sin Perón” que lo llevó a enfrentarse con líder del movimiento. Esta táctica desacertada tenía su lógica, en un contexto donde el “Operativo Retorno” había fracasado, los partidos neopoeronistas provinciales empezaban a cobrar importancia y el sindicalismo se convertía, utilizando el lenguaje de la sociología norteamericana, en un “factor de poder”. Sin embargo resultaba pernicioso para la unidad del movimiento y la fortaleza del peronismo.
Con los años Vandor comprendió el error y así lo manifestó Perón en una carta luego de su asesinato. En la misiva relativizó el error del dirigente metalúrgico planteando que “si Vandor en la faz política ha cometido sus travesuras, en cambio, en la defensa de su gremio ha cumplido. A Vandor se lo acusa de haber intentando, junto a otros dirigentes peronistas, copar el peronismo, o sea, reemplazar a Perón en la jefatura del movimiento, lo que no tiene nada de particular. Los movimientos revolucionarios, si bien son gregarios detrás del hombre que encabeza, tienen necesariamente que encontrar otro hombre o institucionalizarse para vivir”.
La otra apuesta equivocada de Vandor fue su apoyo inicial al golpe de Juan Carlos Onganía. Sin embargo al igual que en el caso anterior, la decisión tiene sus atenuantes. El carácter antipopular de la “Revolución Argentina” no era evidente sobretodo porque ponía fin al gobierno antidemocrático de Arturo Illia. El propio Perón planteó la consigna “desensillar hasta que aclare”. Cuando el rumbo elegido por la dictadura fue evidente, el vandorismo se opuso al gobierno. En febrero de 1967, apenas 8 meses del golpe, Vandor implementó un plan de lucha que terminó con la intervención de la UOM, su sindicato.
Nunca está de más recordar que el guiño de Vandor a Elpidio Torres fue imprescindible para la organización del Cordobazo. Los afectos al progresismo sindical suelen olvidar el hecho atribuyendo todo mérito a Agustín Tosco. Tampoco pueden soslayarse los paros generales convocados por las dos CGT en diferentes provincias, puntapié inicial para muchos estallidos del interior del país que pusieron en jaque a la dictadura y generaron el contexto que posibilitaría el regreso de Perón. Así lo recuerda el general: “El secretario general de la UOM ha sido asesinado por los que se oponen a la unidad de la clase trabajadora que él, conjuntamente con los demás compañeros peronistas, estaba realizando. El aguerrido y castigado gremio metalúrgico suma un mártir más a su gloriosa tradición; que el ejemplo de su vida y de su lucha nos sirva de inspiración en el futuro, para que su sacrificio no sea estéril para las generaciones que han de seguirnos y triunfar.”
Vandor expresó lo peor y lo mejor del sindicalismo argentino. Pero cuando tuvo que subsanar sus errores lo hizo con grandeza. En ese sentido la comparación con Moyano es desacertada. El mayor error del dirigente camionero (su antikirchnerismo) no parece tener retorno. Por eso: ojalá Moyano fuese como Vandor.
Agencia Paco Urondo
Prof GB
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