sábado, 29 de diciembre de 2012

LA AGONIA DEL ESTADO DE BIENESTAR

Crisis del euro y agonía del estado de bienestar
Por Norberto Colominas

La caída del Muro de Berlín en 1989 provocó en la Unión Europea una serie de cambios que con el tiempo provocarían una notoria regresión en el equilibro económico y social de posguerra. Caído el comunismo (y atenuado en consecuencia el miedo de las burguesías), la víctima es ahora el estado de bienestar, ya que su nacimiento fue producto de aquel temor, y ahora agoniza porque el comunismo murió hace más de veinte años. Dos crisis distintas, hermanas pero no gemelas, impactan en el viejo continente y condensan aquellos cambios estructurales.

La primera crisis fue provocada por la paulatina subordinación de la producción industrial al capital financiero. El ejemplo más claro –dice el Premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz– es que en 2008, cuando se desmoronan las hipotecas sub-prime, por cada dólar de valores reales como edificios, autos, campos y fábricas (en suma, el PBI mundial) había en circulación 20 dólares de valores simbólicos como dinero, acciones, préstamos, títulos, bonos, derivados, etc. Esta relación de 20 a 1 muestra la escala del sometimiento. La segunda es la crisis del endeudamiento público de la mayoría de los países europeos, sobre todo de los menos desarrollados, que desbordó la relación entre compromisos estatales y PBI. Los gobiernos eludieron con subterfugios las duras restricciones del Tratado de Maastrich (fundador del euro) y ahora la relación deuda-producto y déficit-producto se volvió inmanejable. Sumado a la crisis financiera, ese desbalance arrastró al euro. Y como los países ya no cuentan con sus monedas nacionales no pudieron devaluar para eludir de la tormenta. Otra hubiera sido la canción si España seguía con sus pesetas y Grecia con sus dracmas, pero el euro les ató las manos.

¿Quién estuvo todo el tiempo manejando los hilos detrás del escenario? Tanto la primacía de la especulación sobre el PBI como el desmadre de las deudas estatales confluyen para redondear el gran negocio de la banca mundial, convertido, después, en la excusa necesaria para recortar los programas de educación, salud, jubilaciones, etc. La consecuencia es la regresión de las políticas sociales, porque de su recorte salen los fondos que los gobiernos les dan a los bancos para salir de la crisis generada… por los bancos. Los gobiernos recortarán los beneficios que hoy disfrutan los europeos de a pie para compensar a la gran banca por haberlos perjudicado a todos. El capitalismo también tiene su lógica, sólo que no tiene nada que ver con el sentido común ni con la justicia.

En la Edad Media los siervos de la gleba pagaban fuertes impuestos al señor feudal. No importaba si este hacía las cosas bien o mal, si era generoso o injusto, amable o tirano. Se pagaba o se moría. Ahora es muy parecido. Los europeos tendrán que sufrir privaciones para cubrir las pérdidas de los bancos, generadas por las deudas estatales impagas, que son producto, a su vez, de la escalada especulativa. Los gobiernos de España, Italia, Grecia, Portugal, Irlanda, Islandia y los países bálticos repondrán a la banca tanto el capital prestado como las ganancias no realizadas. Y pagará el ciudadano.

Aparte de esta exacción colectiva, la mayoría de los bancos privados de todo el mundo lava el dinero negro de la venta de drogas, de la evasión impositiva mundial y del tráfico ilegal de armas, que suman unos 6 billones (millones de millones) de dólares/año. Es el corazón negro del capitalismo. La comisión anual de la banca por este servicio es del 16 por ciento, casi otro billón, limpio de polvo y paja. Esto deja claro quién manda en los Estados Unidos, en Europa y en el mundo.

Veintiún años después de la caída del Muro se advierte que el estado de bienestar sólo fue un escudo de protección contra el avance (real o imaginario) del comunismo, y que el publicitado “capitalismo con rostro humano” de la socialdemocracia tuvo más que ver con el miedo que con el humanismo. Hay una relación directamente proporcional entre la implosión del estalinismo y la caída progresiva del estado de bienestar en la Unión Europea, que la crisis del euro aceleró. Como la socialdemocracia no ha podido desarrollar políticas independientes, la crisis la igualó con el liberalismo. Las próximas elecciones europeas medirán el repudio popular ante semejante abandono.

Si la historia la escriben los que ganan, la economía la deciden los que mandan, que es casi lo mismo pero en tiempo presente. En el capitalismo de las últimas décadas las finanzas mandan, la producción obedece y los políticos siguen aportándole dinero público a la banca privada, mientras que en la otra balanza aumentan los desocupados, se congelan los salarios y se desmonta ladrillo a ladrillo la mayoría de los beneficios sociales acumulados durante más de medio siglo. Alemania reducirá el gasto social en 110 mil millones de euros; Francia en 100 mil millones. Otro tanto harán Italia, España, Inglaterra, en fin, todos. ¿Con qué recursos lo hacen? Es un secreto a voces: con los que se quitan al estado de bienestar.

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GB

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