Bisiesto y sin descanso
Propuesta de un balance que no subestime las continuidades. Lo que perdura y se consolida en lo económico y en ampliación de derechos. La desigualdad, la informalidad, los desafíos de segunda generación. Más Estado para responder a la crisis. El universo opositor. La calle en disputa. Demasiadas centrales obreras. Desafíos y brindis.
Por Mario Wainfeld
El venezolano Hugo Chávez y el norteamericano Barack Obama fueron reelegidos presidentes por sus pueblos, en este año que se va. El francés François Hollande y el español Mariano Rajoy relevaron, merced al voto, a sus adversarios políticos, caídos en desgracia. Los años electorales organizan a las sociedades, estructuran las instituciones, son la mejor marca para el balance político. En 2011, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner revalidó su legitimidad, con números formidables. Los pronunciamientos populares en las urnas tienen una densidad, un valor y un impacto que solo la mala fe o la banalidad pueden comparar con encuestas de imagen o de intención de voto. O con percepciones, siempre subjetivas o sectoriales, de “climas” o profecías de finales de ciclo.
Obama asumirá en enero. No es seguro qué pasará con el gran líder bolivariano, cuya salud pone en vilo a su patria y a toda la región. La cruel incertidumbre ilustra sobre la gravitación de los imponderables. La salud de grandes protagonistas es uno de los tantos avatares que sacude a la historia, agravando la dificultad para contarla día por día. Y, mucho más, trabando la vanidad de lanzar profecías que a menudo son corazonadas en cualquier acepción de la palabra.
Cuando no hay elecciones, los balances políticos se hacen más difíciles de estructurar y se corre el riesgo, tan propio del periodismo, de fascinarse por la enumeración de los hechos, en especial los que rompen la inercia cotidiana. Los balances mediáticos se engolosinan con plegarse a “las tapas de los diarios”, las “x” fotos que cifran la historia de un período convencional de 366 días. A diferencia de lo que ocurre en lo que hacen las personas comunes, cree el cronista, los analistas subestiman las continuidades, lo que persiste, lo que sigue andando, lo que está en pie.
Las peripecias, las rupturas, las innovaciones, las pérdidas materiales, las muertes dejan sellos imborrables. No se trata, más vale, de negarlos o de ningunearlos: a mayor gravedad o irreparabilidad mayor será el error.
Esto asumido, propone este escriba, lo que perdura tiene una centralidad que ciertos relatos dejan de lado o subvaloran.
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Estabilidad y sustentabilidad: La sociedad argentina ha construido y conquistado 29 años continuos de democracia, lejos la mayor marca de su tumultuosa historia. El kirchnerismo lleva más de nueve, es una porción importante. Le vale como mérito compartido, también como instrumento para medir aciertos, errores y falencias. Gobernó casi un tercio de esta etapa, la “herencia” que recibió la Presidenta es de su propia cosecha, en una fracción alta.
La estabilidad desde 2003, la gobernabilidad, un nivel alto (comparado con los parámetros domésticos) de sustentabilidad política y económica... he ahí bastiones del oficialismo que el transcurso del tiempo solidifica. Se atravesaron crisis económicas, se repecharon derrotas políticas (una sola en el cuarto oscuro, pero una al fin). Se bancaron fugas de capitales, medidas de fuerza tremendas muy infrecuentes en otras latitudes, este año saqueos y movilizaciones callejeras masivas.
Se sostuvo, en lo básico, el “modelo”. Se suceden las rutinas democráticas, con estridencia y un pequeño puñado de episodios cuestionables aunque, básicamente, con calidad institucional más que razonable. Y con veredictos populares rotundos, dignificados por altos niveles de participación que siempre mueven la aguja.
Los millones de trabajadores que recobraron el empleo y están formalizados pugnan con la inflación, digamos en paridad. Llevan años de cobrar aguinaldo, tener vacaciones pagas, una cobertura de obra social que es imperfecta pero no inexistente.
Millones de personas que estaban condenadas a sobrellevar sus años últimos sin conchabo ni protección social, accedieron a la jubilación. La siguen cobrando. La puntualidad, los aumentos semestrales no tienen punto de comparación con lo sucedido desde 1976, salvo en lapsos muy efímeros.
La Asignación Universal por Hijo (AUH) clama por actualización de su valor, por ampliación parcial del universo cubierto, por la implementación por ley. Con esos faltantes, van más de tres años de continuidad que aliviaron el cotidiano de otros millones de hogares.
Los juicios que investigan las violaciones de derechos humanos se suceden con normalidad. Cubren casi todo el mapa nacional, pese a la resistencia de jueces y fiscales de muchas provincias. Hay más condenas, también algunas absoluciones que lastiman la sensibilidad de los familiares y las víctimas sobrevivientes. Al unísono, comprueban que los procesos no son parodias con la sentencia escrita de antemano, que las garantías rigen para todos.
Los matrimonios igualitarios se celebran y suceden, sin alharaca. Algunas parejas se separan, las reglas de la vida y la convivencia rigen para todos. Otras adoptan, tienen hijos. La ley de identidad de género innova y avanza en ese sentido de la ampliación de derechos.
Las elecciones de medio turno llegarán escalonadas, como lo son por regla. Moverán el tablero, qué duda cabe. Serán un eslabón más de una buena costumbre, firmemente instalada.
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Los años bisiestos: En los tres mandatos, los años bisiestos fueron difíciles para el kirchnerismo. En abril de 2004, la irrupción desestabilizadora e imprevista de Juan Carlos Blumberg puso en vilo al ascenso formidable del presidente Néstor Kirchner. La tragedia de Cromañón para fin de año sacudió el escenario y se terminó llevando puesto al principal aliado de la ambiciosa “Transversalidad”.
En 2008 el conflicto por las retenciones móviles enhebró la avaricia feroz de las patronales agropecuarias con errores tácticos graves del Gobierno. Le dio una bandera de unidad a la oposición goleada en las urnas, excitó un federalismo sin programa nacional. Se catapultaron presidenciables alternativos. Ninguno llegó a serlo en 2011, pero eso era ignoto cuando transcurrían los hechos. La crisis económica mundial comenzaba a pegar, agravada por los vaivenes de la política local y por una sequía machaza.
En 2012 no llovió de menos sino de más. Los que conocen aseveran que las inundaciones son menos letales que “la seca” pero igual resienten el funcionamiento de una economía que mira demasiado al cielo. La dependencia de los climas stricto sensu es una fragilidad del “modelo” que apunta a un desarrollo integral y a la industrialización que son, por lo visto, un objetivo no concretado plenamente.
El crecimiento, la satisfacción creciente de necesidades, la creación de puestos de trabajo, la redistribución de la riqueza, un afán igualitario en lo material están entre las prioridades del kirchnerismo. Mucho se ha avanzado en ese sentido, aunque no en 2012. La informalidad sigue cementada en un nivel muy alto. La Encuesta Permanente de Hogares, otros indicadores como la cantidad de cuentas bancarias sueldo, el olfato indican que la creación de nuevos puestos formales cesó o retrocedió.
Los niveles de empleo acaso se mantuvieron, pero con ascenso de la proporción de laburantes menos protegidos. Los que no remarcan sus ingresos vía paritarias, los que padecen más las vicisitudes de los veranos sin changas, los que ganan menos que sus compañeros de clase, he ahí quienes más resienten las épocas de freno al crecimiento. Son, en cifras redondas, un tercio de la clase trabajadora, y un enorme de-safío pendiente. Las clásicas desigualdades han mermado bastante, que no lo suficiente. Las asimetrías al interior de la clase trabajadora son otro desafío pendiente y acuciante.
La salud, la vivienda y el transporte urbano de pasajeros son carencias de segunda generación que exigen seguramente algo más que un repunte de la economía. Penden como necesidades desde hace años. La tragedia ferroviaria de Once, 51 muertes evitables, transformó en herida social esa deuda y volvió a iluminar enormes carencias de gestión oficial. No han sido cubiertas y deberían estar en el primer lugar de la agenda pública.
Otro tanto ocurre con el “sistema de salud”, por darle nombre a un aglomerado de tres subsistemas: lo público, las Obras Sociales, las prepagas. El gasto per cápita conjunto es mucho más alto que los desempeños, que damnifican a todos los argentinos, en especial a los más vulnerables. La ausencia de políticas nacionales ahonda el problema. El ministerio del ramo es, tal vez, el que peor ha sido ocupado durante los dos mandatos de la presidenta Cristina.
La falta de viviendas para muchos ciudadanos y el hacinamiento urbano son problemas extendidos. A veces hacen chispa, ocurre a diario sin que salten a los medios. Se transforman en noticias cuando cunde la violencia: el parque Indoamericano, la zona de Ledesma, en cierta medida en los saqueos de este diciembre. Violencia familiar, agresiones sexuales a las mujeres, la proliferación de jóvenes “ni ni” que salen de sus casas y van a la esquina sin mejores horizontes que la vagancia, la violencia anómica o la merca. El problema es mayúsculo, imposible de reparar de un plumazo. Un año de merma de la obra pública y de la construcción privada es el peor contexto. Si, como todo lo indica, hay reactivación en 2013 la vivienda popular masiva debe ser una de las prioridades. El programa Pro.Cre.Ar es una notable iniciativa del Gobierno, cuya magnitud no alcanza para resolver plenamente el reto.
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Más Estado ante la crisis: Pro.Cre.Ar integra el haz de acciones contracíclicas que dispuso el Gobierno cuya decisión básica, frente a un colapso de la economía internacional, fue acentuar la intervención estatal. Un rumbo encomiable, consistente con su ideología y sus mejores banderas. El activismo se manifestó en la defensa de los puestos de trabajo existentes y en el mantenimiento de la inversión social. En un terreno más jugado a futuro, remarquemos las movidas más ambiciosas, que no las únicas. La reestatización de YPF, la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, la regulación del mercado de capitales y el cambio de paradigma respecto del atesoramiento de dólares. El sesgo es el mejor, aunque (¿porque?) solivianta a distintos sectores del establishment. Genera reacciones de colectivos poderosos, que se hacen fuertes con herramientas fácticas, porque las contiendas democráticas no le son propicias ni, tal vez, estimulantes. A diferencia de otras grandes medidas del kirchnerismo (la AUH o la eutanasia de las AFJP, entre muchos ejemplos) los cambios sembrados en 2012 no generan frutos cosechables en el corto plazo. He ahí un dilema para un gobierno democrático, que está pendiente de la aprobación cotidiana de la ciudadanía. El largo plazo no es la mejor carta de presentación en las elecciones. La bandera de YPF conmueve multitudes pero el consenso masivo exige que se trasunte en mejoras del abastecimiento o en una baja del déficit energético que derive fondos a otras áreas del Estado. Los préstamos que activó el Central contradicen el sentido común de la derecha nativa pero sus repercusiones todavía no se dejan ver en el bolsillo de los argentinos.
Las acciones están entre lo mejor disponible, sus frutos se verán más adelante.
Haber honrado la deuda externa sin desfondar las reservas, contra todos los augurios de los médicos brujos de la City, habilita un 2013 más aliviado en términos de pagos al exterior. La plata es fungible, lo que no va para afuera puede derramar adentro. Por añadidura, un mejor diferencial puede paliar las restricciones a las importaciones, que a menudo se implementaron con trazo muy grueso. El Estado más solvente puede ser el eje de la recuperación del crecimiento, sin el cual es muy peliagudo mantener los niveles de popularidad del oficialismo.
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Las oposiciones: Ningún liderazgo opositor mejoró significativamente su posición relativa después de la debacle electoral.
El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, asegura que irá por la presidencia en 2015, aumentando la oferta de un mercado que rebosa candidatos pero es parco en liderazgos o hegemonías. En el distrito más rico del país, urbano él, también hace estragos la lluvia. Nada para mostrar tiene Macri como gestor, solo lo aúpan los medios dominantes y ser un abanderado para la derecha. Con tan poco es primus inter pares, lo que habla menos del primus que de la atonía de los pares.
El socialismo de Hermes Binner tiene a su referente sin cargo institucional (o sea, resignado a ser comentarista en canales de cable) y padece los males de la gestión provincial. La policía brava le ha hecho poco favor al gobernador Antonio Bonfatti: vínculos con el narcotráfico y cuatro muertes violentas (una parece ser accidental) durante los saqueos. Mala performance para una fuerza que hace culto de la administración seria y la no violencia. Miguel del Sel, un bufón cualunquista, amenaza con una buena elección en un distrito que disputan las dos fuerzas más votadas a nivel nacional el año pasado. Un dato que ilustra acerca de riesgos que acechan al sistema político, del que todos los actores sistémicos deberían tomar nota.
En el radicalismo parece resurgir el ex vicepresidente Julio Cobos, acaso su mejor carta para hacer elección decorosa en una provincia. De nuevo, esa resurrección de un Judas habla más de sus contendientes internos que de las virtudes de “Cleto”.
El Peronismo Federal espera su turno, intensamente ligado a una caída abrupta del kirchnerismo. De vez en cuando trata de tirar del mantel para fomentar su fantasía. Poco más ha parido hasta ahora.
El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, es un elefante en un bazar cuando juega a la política. Convoca sin ton ni son, se junta con cualquiera, difumina su perfil de luchador. Sus acciones más propicias para debilitar al Gobierno fueron las huelgas con bloqueos. Los actos tuvieron personalidad y concurrencias decrecientes. Es un alerta para el oficialismo y el sistema político: esa vía, la más eficaz, podrá repetirse.
La división de las CGT, ya que estamos, es uno de los acontecimientos políticos más deplorables del año. Las “fotos” de las dos centrales resultantes coinciden en algo: los dirigentes impresentables superan a los rescatables. La división del movimiento obrero, acentuada por el antecedente de la Central de Trabajadores Argentinos, debilita al conjunto. Dificulta las interlocuciones, torna ilusorio cualquier mecanismo similar al Consejo Económico y Social. Y convierte en utópicas acciones deseables como una batida contra la evasión patronal coprotagonizada por el Estado y los sindicatos.
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La calle: Multitudes marcadamente opositoras ocuparon la calle, con una clara composición de clases medias y altas. La movilización exitosa les agrada a todos, sin duda insistirán en el recurso y la disputa del espacio público será un eje de los meses próximos. Cómo “cruzar” eso con la disputa electoral es, por ahora, un enigma indescifrable para la oposición.
En el terreno institucional, los partidos opositores ganaron terreno en dos acciones de obstrucción. Consiguieron vetar a Daniel Reposo como candidato a la Procuración General, para bien del sistema y en última instancia del propio Gobierno. E hizo agenda con el “no a la re-re”, que le permitió acciones vistosas y un prospecto de interpretación triunfalista para los comicios legislativos.
La sucesión presidencial será un eje de la problemática del oficialismo. No parece que pueda conseguir las exigentes mayorías parlamentarias para promover la reforma constitucional. Y sería muy peliagudo, en ese hipotético caso, que ganara con mayoría propia o aliada la elección para constituyentes. Tampoco da la impresión que la Presidenta ambicione jugar esa baraja. Cuando habló, más bien dijo lo contrario.
La Casa Rosada posterga, con buena lógica, avanzar sobre el punto cuya anticipación conviene a sus adversarios. Lo más probable es que la presidenta Cristina deba mirarse en el espejo de su ex par brasileño, Lula da Silva y buscar alguien que la suceda, validado por el peso de su propio carisma. Pero el porvenir es abierto y la primera misión del oficialismo es gobernar como lo vino haciendo... el apuro es de sus antagonistas, de los peronistas federales en especial.
El principal actor opositor sigue siendo el Grupo Clarín, embravecido por la ley de medios y por sucesivas derrotas en la “batalla cultural”. Su feroz intransigencia (que cada día trasgrede otro límite) damnifica la credibilidad periodística en tanto lo hace temible para la estabilidad democrática.
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Como la cigarra: Ya es costumbre declarar concluido el ciclo del kirchnerismo. De momento, es la fuerza política más votada, la que congrega más militantes jóvenes, la que sostuvo la gobernabilidad con viento de cola o de proa, con la oposición amansada o en trances de tentación destituyente.
Esta columna rehúye la tentación futbolera de calcular si el 8-N o el 20-N ganaron, perdieron o empataron versus la movilización del 9 de diciembre. Pero sí consigna que ese acto iluminó la adhesión de sectores populares mezclados con integrantes de la clase media, supuestamente ajena al oficialismo. Entre ella, una cantidad nada desdeñable y creciente de militantes jóvenes. Minorías muy conscientes de sus derechos, como las que representan a los gays y a los pueblos originarios, le reclaman por ampliar sus derechos pero la prefieren a sus supuestas alternativas.
La palabra de la Presidenta nunca es protocolar ni hueca y sigue sacudiendo el escenario político. Ningún referente político consigue que una muchedumbre lo escuche con atención durante tres cuartos de hora, abigarrados en la Plaza histórica.
Se le cuestiona haber renovado su elenco con los jóvenes de La Cámpora o con la designación de Martín Sabbatella. El cronista discrepa. A su ver, la transfusión generacional es valiosa cuanto inexorable. Es más, cree que los cambios en el primer nivel del Gobierno deberían ser más numerosos e intensos. Eso no prejuzga sobre el desempeño de los que entran a la cancha, que deberán estar a la altura del poder que se les transmite.
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Foto y película: Mucho tendrá que hacer el Gobierno para reparar desigualdades de viejo y nuevo cuño en los años venideros. Mucho para emprender reformas de segunda generación. Mucho para mantener su reputación y el favor que le prodigan las mayorías, con fuerte acento popular. No es su misión subsanar una falla del sistema republicano: la ausencia de una propuesta alternativa opositora atendible, vertebrada, progresista y con virtualidad electoral.
Son peculiares estas pampas. Se denuncia que se vive en una dictadura, mientras se dice de todo sobre el Gobierno y la primera mandataria. Una ex ministra kirchnerista es condenada en Tribunales, mientras los ex presidentes Carlos Menem y Fernando de la Rúa son absueltos respecto de delitos más graves. La Corte Suprema premia las chicanas de Clarín, prorrogando una medida cautelar infundada digna del Guinness, contra una ley que el Gobierno considera determinante. Si esto es una dictadura, las dictaduras dónde están.
El cronista cree que la Argentina tiene una democracia vibrante, con crecientes niveles de participación y politización. Y, fiel a validar las continuidades, reitera una costumbre profesional. Es la de brindar (¡ay!, de modo virtual) por un buen año para todas y todos los lectores que lo acompañan, lo gratifican y lo desvelan. Un año, como todos, de cambios y continuidades construidos por la dirigencia y también por la vivaz sociedad civil argentina, que ojalá siga siendo dueña de su destino.
mwainfeld@pagina12.com.ar
30/12/12 Página|12
GB
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